Hay que tener cuidado con las recetas de los partidos chicos con pocas esperanzas de quedarse en el Congreso, pero que tienen grandes ambiciones de gobernar. Los actos “bonachones” del Frepap, PP, FA y UPP, principalmente, están manejados hoy más que nunca por una agenda supra parlamentaria nacional, que obedece a intereses netamente de la ultra izquierda. Poco a poco se están congraciando con un gran sector de la población, aprovechándose de la tragedia del COVID-19, que va dejando no solo muertos y enfermos, y del mal manejo del Gobierno en esta crisis. Claro, el medio no sirve sin un fin. Sin un propósito para qué congeniar. Y cuál es el propósito: Volver al socialismo. A ese que llaman del siglo XXI. En otras palabras, llevar al país a la quiebra. Al monstruo de la inflación.

Lo que vemos actualmente en el Congreso no es nuevo ni tan viejo. El presidente Vizcarra fue quien tiró la primera piedra del populismo. ¿Recuerdan? Tuvo una escalada importante en las encuestas por pechar, cerrar el Congreso y mandar a unas elecciones congresales muy cuestionadas. Todo lo que la gente quería. Pero, en realidad, fue el camino correcto. Seguramente, en nombre de la popularidad, sí lo fue, pero que hay con el actuar de este ‘nuevo’ Congreso.

La posta populachera del presidente Vizcarra fue arrebatada sin más por un congresista igual o peor populachero que el Presidente llamado Daniel Urresti, del PP, con su propuesta de la liberación del 25 % de la AFP, que lo logró. Luego, llegaron otras iniciativas iguales o más populacheras que la anterior, como la aprobación de los taxis colectivos, más conocidos como secuestradores al paso, impulsado por Guillermo Aliaga, de SP. Otra gran iniciativa populachera que despierta en el Congreso es de la congresista del PP, Cecilia García, que propone el retiro del 100 % de los aportes de la ONP, pero para afiliados que no cuenten con 20 años de aportación. O la propuesta del Frepap; aquí, su congresista y vocera, María Teresa Céspedes, plantea la libre desafiliación de la AFP o la ONP conservando los mismos derechos con ajustes y porcentajes poco entendibles. Por último, tenemos la propuesta más absurda del momento presentada por los congresistas del PP, Posemoscrowte Irrhoscopt Chagua y Roberto Chavarría, que pretende derogar la Constitución del 1993 y regresar a la Constitución de 1979. Sí. El colmo de los colmos, que demuestra una clara ambición y desesperación de ciertas bancadas del Congreso por regresar a un sistema social-económico socialista (de izquierda) que ha fracasado de forma contundente.

Como vemos, todas las propuestas dicen ser a favor del trabajador para mitigar la emergencia social y económica por el COVID-19, pero que aún no queda claro en la formulación o el fin de cada propuesta. Salvo la iniciativa de derogar la actual Constitución con una ley, no todo está mal. Lo que está mal es que, en esta carrera populachera, todos quieran ganar con propuestas que suenan bonito al oído, pero a la larga son como balones de oxígeno en estos tiempos, que se acaban y no hay repuesto. Por consiguiente, si nuestros ‘nuevos’ congresistas están en carrera por ganar el premio mayor con propuestas antojadizas e individualistas, entonces cada vez estamos más cerca de las décadas 70 y 80.

Los que hemos pasado necesidad real sabemos las consecuencias de las décadas 70 y 80. Aquellos que hacíamos colas no para entrar a un supermercado y comprar muy cómodos, con aires acondicionados y bonita música. Los que pasábamos por esos años, íbamos a las municipalidades o a almacenes incautados llenos de gente peleándose, corriendo a empujones para conseguir una botella de aceite rancio o un cuarto de arroz con gorgojo o azúcar podrida, en el mejor de los casos. Eso pasó con una política de izquierda, que venía arrastrando una cadena socialista del velascato, y que estalló con más fuerza en el último lustro de los 80.

Los que hemos pasado por eso no queremos regresar a lo mismo. Tampoco queremos quedarnos con lo que tenemos o con lo que nos dan. Los que estamos aquí y los que están por venir, queremos una economía abierta, sí; con reglas claras, también; pero, sobre todo, con beneficios proporcionales para todos. Donde las AFPs y la ONP no nos quiten la esperanza de vivir nuestro último tramo con dignidad. Donde los bancos no te paguen migajas por tus ahorros, solo con la esperanza que nuestro dinero está en un lugar seguro. Seguro de qué. De que nadie te robe, al menos no a mano armada. Donde nuestra salud no dependa de los altos precios de las atenciones médicas y de las medicinas. Y en general, donde un Gobierno no se haga de la vista gorda y deje pasar todo en nombre de la gobernabilidad. ¿Qué gobernabilidad?, ¿de la gente de Gobierno? Hasta que la gente no aguanta más y estalla. Sale. Invade las calles. Se rebela. Pero también se convence. Se reciente. Y, al final, regresa a su casa. Abatida. Pensando en otra lucha. En otra oportunidad. En la izquierda, otra vez. Esa oportunidad que la izquierda anhela. Empuja. Lucha. Espera. Espera. Espera. Y acecha…

Antes que eso pase, no trunquemos las ganas de mejorar. De empujar un modelo económico que funciona, pero que merece mejoras. Por qué alejarnos de lo único que nos diferencia de Venezuela. Luchemos, sí. Aferrémonos sí. Hagamos reformas serias, sí, pero para mejorar lo que ya tenemos. No para retroceder a la nada. Peor aún a la miseria. Qué queremos, ser los próximos refugiados. Y luego qué, los próximos odiados. Y luego qué, pedir que nos regresen a nuestro país. Y luego qué… Y luego qué…Tengamos en cuenta que ahora maldecimos a los venezolanos y las venezolanas que dejaron su país en manos de esa mezcla llamada socialismo-chavismo-madurismo, y que vinieron al Perú por no quedarse a luchar en su país, por su país.

Tenemos nuestros propios ejemplos y también ejemplos frescos de países vecinos. Así como vamos, llegar a ellos será cosa de una o dos elecciones. Nada más… Luego de eso, a preparar la mochila…

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