En un comentario en mi perfil de Facebook dije, por la salida de Yeny Vilcatoma de FP, lo siguiente:

Es uno de los problemas que tiene nuestra política nacional. La salida de Vilcatoma no solo evidenciaría lo que se han convertido los partidos políticos como carcasas de tránsfugas; sino que, detrás del transfuguismo, se pondría en evidencia la figura de la estafa electoral. Pues, mientras duran las campañas electorales los partidos y candidatos hacen y aguantan lo que sea para salir elegidos. Una vez logrado el propósito, la unidad partidaria y equipo son rezagados muchas veces a intereses personales. De ahí la necesidad de una profunda reforma de las leyes electorales y partidarias, que no solo aíslen a los tránsfugas, sino que frenen cualquier intención golondrina…

Ayer, La Comisión de Constitución del Congreso aprobó por 12 votos una propuesta para frenar cualquier intención tránsfuga de congresistas, la misma que consiste en que “los congresistas que se retiren o renuncien, sean separados o hayan sido expulsados del grupo parlamentario, partido político o alianza electoral por el que fueron elegidos” queden totalmente aislados y casi neutralizados de la labor parlamentaria. Es decir, quedarían sin partido o bancada en el Congreso; así como no podrían formar parte de la Mesa Directiva del Congreso o comisión ordinaria.

Como dije, Estoy en total acuerdo de que se apruebe una ley contra el transfuguismo que minimice en lo posible cualquier intensión de los congresistas de retirarse de sus partidos por el que fueron elegidos. Sin embargo, no solo se debe sancionar al que, por diferentes razones, deja una bancada. Es pertinente, también, que se tome en cuenta cuando la salida es por expulsión. En este caso, por ejemplo, si un parlamentario se convirtiera en una piedra en el zapato de un partido, actuando correctamente (por supuesto) y sus pares no están de acuerdo, van a querer tumbarlo a como dé lugar para que no obstaculice algunas decisiones personales (oscuras) dentro de la bancada. De ahí la necesidad de contar con un reglamento sancionador por transfuguismo que sirva como guía, como lo ha sugerido la reciente expulsada congresista Yeny Vilcatoma. En otras palabras, para que detrás de la figura de la deserción, la expulsión no se convierta en una cacería de brujas al interior de los partidos.

Por otro lado, teniendo en cuenta que los partidos, agrupaciones o alianzas políticas fueron los que aceptaron y albergaron en sus filas a los desertores, también deben tener algún tipo de penalidad o sanción, por ejemplo el no poder integrar alguna comisión. Con una sanción al partido, ambos extremos, el potencial tránsfuga y la bancada, estarían condicionados por lo menos a un diálogo más sincero y responsable antes de que cualquiera tome un decisión tránsfuga o de expulsión.

Al margen de la sanción de la congresista Vilcatoma por su salida de FP, espero que se debata esta propuesta no solo para castigar al golondrino(a), sino también sancionar al partido que lo integró a sus filas. Así, quien solicita entrar y el que acepte que entre tendrán las mismas responsabilidades ante el electorado que los eligió.

Finalmente, esperemos que la propuesta aprobada en la Comisión de Constitución del Congreso sea debatida con celeridad y responsabilidad por el pleno, poniendo los intereses democráticos por delante.

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