La crisis en Venezuela se agudiza cada día más. La muerte de la Miss Turismo Carabobo 2013, Génesis Carmona, producto de las diversas manifestaciones que atraviesa ese país, ha ocasionado que todas las críticas se centren con más fuerza en la política de Nicolás Maduro y en la resistencia de la oposición.

Para entender lo que está sucediendo en Venezuela y en la cabeza de Nicolás Maduro es necesario remontarnos a los últimos días de Hugo Chávez, quien hasta el último aliento de su vida, literalmente, entregó el poder a Maduro, que fue oficializado y “legalizado” con las elecciones presidenciales del 14 de abril de 2013, las mismas que fueron muy cuestionadas.

La muerte de Chávez daba una esperanza a la oposición, que veía una nueva oportunidad para cambiar la dictadura chavista cerrada por un gobierno democrático, con políticas claras que beneficien a los venezolanos y venezolanas por igual. El responsable para liderar y representar a la oposición en las nuevas elecciones de 2013 para una nueva Venezuela fue Henrique Capriles, gobernador del estado de Miranda hasta mediado de 2012. La oposición con el nombre de Mesa de la Unidad Democrática (MUD) encabezada por Capriles, respaldada por miles de estudiantes universitarios y por un sector importante de la población, salió a hacerle frente al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), representado por Nicolás Maduro. Lamentablemente para los intereses de la oposición el PSUV ganó las elecciones, cortando una vez más las esperanzas de la MUD y de los estudiantes universitarios, principalmente, de crear una nueva Venezuela.

Con Nicolás Maduro en el poder, el régimen político-social-económico se mantendría sin cambios o con cambios menores, esto porque tenía que ganarse a la población chavista, pues las masas querían seguir viendo a Chávez en Nicolás Maduro, ya que necesitaban de él (Chávez) y de su asistencialismo. Este anhelo chavista mantiene en dilema al recién elegido presidente; por un lado, Maduro necesita que lo vean como la reencarnación de Chávez, así se le haría más fácil gobernar. Por otro lado, mantener viva la figura de Chávez a través de él, podría en cualquier momento jugarle en contra porque sería visto como el reemplazante o el discípulo eterno de Chávez, es decir, un presidente sin nombre propio. Esta imagen volvería a Maduro vulnerable a las críticas opositoras y ello podría causar que sea visto como un farsante ante sus seguidores. En otras palabras, para Maduro, deshacerse de la sombra de Chávez es necesario hasta cierto punto, pero quitarse de encima tan pronto puede ser contraproducente, pues puede perder la popularidad en sus seguidores y posiblemente el poder. Por consiguiente, Maduro, en estos diez meses de gobierno, ha ido jugando al rol de presidente con dos nombres o personalidades: con la de Hugo Chávez y como Nicolás Maduro.

En el primer caso, Maduro, para mantener en vigencia a Hugo Chávez se inventaba frases tan peculiares y divertidas como las decía su mentor (Chávez) para mantener distraída a la población para que no se ocupen de los problemas que atravesaba su país, por ejemplo (año 2013): en enero dijo que se quedaba a dormir junto a la tumba de Hugo Chávez para que le dé sabiduría,  “A veces vengo en las noches y me quedo a dormir aquí. Bastantes veces. Y ustedes no se dan cuenta”; en marzo aseguró que Chávez movió sus influencias en el cielo para que el argentino Bergoglio sea el nuevo Papa, “Nosotros sabemos que nuestro comandante ascendió hasta esas alturas (el cielo), está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un Papa sudamericano; en abril cuando se le presento Chávez en forma de pajarito, “De repente entró un pajarito, chiquitico, y me dio tres vueltas acá arriba. Lo sentí (a Chávez) ahí como dándonos una bendición, diciéndonos: ‘Hoy arranca la batalla. Vayan a la victoria. Tienen nuestra bendiciones’ “; en diciembre, para cerrar el año con broche de oro creó el “Día de la Lealtad y el Amor al Comandante Supremo Hugo Chávez y a la Patria” que se celebrará el 8 de diciembre. Todas estas frases y acciones, sumado a los diferentes discursos al estilo Hugo Chávez, han hecho que el poder de Maduro dependa en gran medida aun de su mentor, su eterno comandante.

En el segundo caso, Maduro, debe gobernar con nombre propio, para ello está en la necesidad de alejarse de la figura de Chávez y buscar la aceptación de la población como un presidente con nombre propio. Para que Maduro logre alcanzar su independencia debe ser más “dadivoso” y simpático que su mentor ante sus seguidores, al mismo tiempo tiene que ser más radical con sus opositores, pues si dejara de funcionar una de las cosas mencionadas no funcionaría su proceso de independencia. Para lograr este objetivo, Maduro solicitó que le den todo el poder para que decrete leyes directas por un año. Este pedido se hizo efectivo el 14 de noviembre de 2013 mediante la Ley Habilitante, con la cual podrá dictar “Decretos con Rango, Valor y Fuerza de Ley”. Asimismo, para hacer sus reformas, Maduro tiene que crear conflictos, desmanes, protestas, enfrentamientos, encarcelamientos y hasta causar muertes, de esa manera crear el escenario perfecto para responsabilizar a la oposición de propiciar un golpe de Estado y de generar los problemas que atraviesa su país. Con esos argumentos tendría los recursos suficientes y “justificados” para dictar las leyes necesarias para radicalizar su posición y “estabilizar” el país.

Como vemos, Nicolás Maduro gobierna literalmente en el filo de la navaja –entre el poder y la impopularidad –, pues los cambios que pretende imponer pueden ser contraproducentes si es que no logra mantener atrincherada y controlada a la oposición; contenta y en lucha a la población, hasta ahora chavista, que lo apoya y a la Policía y militares que lo protegen.

En toda esta vorágine política, los líderes políticos de oposición se han mostrado activos, pero no con la fuerza y entusiasmo con la que debieron afrontar y manejar las protestas. Por un lado, hemos visto a un Henrique Capriles debilitado o sosegado que no busca la confrontación, pues como excandidato presidencial y co-líder de la oposición no ha tenido la presencia activa como uno de los opositores principales para dirigir a las masas conformadas mayoritariamente por estudiantes que habían tomado las calles, mas bien ha decidido mantener un perfil bajo para no encender aun más las protestas y otros acontecimientos. Ante la ausencia de Capriles, el que ha tomado la posta fue Leopoldo López, líder y fundador de Voluntad Popular, partido opositor al gobierno de Nicolás Maduro. De la mano de López, el 50 % de la población ha radicalizado sus medidas y ha salido a las calles bajo su liderazgo (aunque continúa detenido sigue siendo el líder) para rechazar la política económica, la inseguridad que existe y por silenciar a la prensa opositora desde que Chávez tomó el poder.

El encarcelamiento de Leopoldo López o de cualquier líder contrario puede causar debilitamiento al gobierno de Maduro y fortalecer a la oposición. En ese sentido, mantener mucho tiempo encarcelado a López lo engrandecería porque sus seguidores lo verán como un preso político y a la vez lo elevarán a la categoría de mártir; esto haría que los enfrentamientos vayan hasta las últimas consecuencias, pues ya no solo se trataría de defender las causas por las que luchan, sino también para salvar a su líder preso. Pero si dejan libre a López tan fácilmente mostrarían a un Nicolás Maduro débil y timorato ante sus seguidores, quienes podrían decidir no apoyarlo porque considerarían que no está a la altura de las circunstancias y por no puede defender los intereses chavistas como lo hizo Hugo Chávez; ello fortalecería a los opositores, quienes valiéndose de esa flaqueza desafiarían con mayor fuerza y confianza al gobierno, agudizándose aun más el conflicto.

Finalmente, mientras que no exista un compromiso entre el gobierno y la oposición, la situación en Venezuela seguirá de mal en peor y el número de muertos se podría incrementar. Maduro no solo debe seguir la política impuesta por Hugo Chávez, también está en la obligación de ser como Chávez, pero al mismo tiempo diferenciarse de él, para lograrlo debe ser más firme en sus decisiones que favorezcan aun más a sus seguidores y desafiante y radical con sus opositores, inclusive mostrarse más poderoso que su líder y mentor (Chávez). En otras palabras, a Maduro no le queda otra opción que seguir con el chavismo o socialismo para mantenerse en el poder, de lo contrario las masas opositoras, sus seguidores y las organizaciones internacionales (hasta ahora sin presencia) lo derrocarán y tendrá que responder ante la justicia (aunque ese es el destino que tarde o temprano tendrá que afrontar Nicolás Maduro).

Luego de elaborado este artículo, Henrique Capriles declaró ante la prensa y reafirmó su postura al señalar que cesen los heridos y muertes en su país: “No queremos más heridos ni muertos en nuestro país”. En cuanto a la detención de López, dijo que su esta es para alimentar la confrontación: “ustedes (gobierno) se llevaron preso a Leopoldo López para mantener al país en confrontación”. Finalmente, le respondió a Maduro que no irá a ningún diálogo con una pistola en la cabeza: “No voy a ir al diálogo con una pistola en la cabeza”.

Con estas declaraciones, la oposición puede quedar sin liderazgo, pues si Capriles no asiste a la convocatoria de Maduro correría la misma suerte de López, y ello encendería aun más el conflicto.

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