La descarada elección del Tribunal constitucional (TC), Defensoría del Pueblo (DP) y del Banco Central de Reservas (BCR), no solo ha hecho que los recientes miembros electos de estas prestigiosas instituciones depongan sus cargos por las diversas irregularidades realizadas en el Congreso, antes y durante la elección o la “repartija de poder”, sino también ha motivado para que se realicen renuncias ministeriales de la forma más sospechosa, contradiciendo lo afirmado por el Gobierno (Presidente de la República, Premier y voceros nacionalistas) que aseguraban hace unas semanas atrás que no habría cambios en la estructura del Ejecutivo.

Lo sucedido en el Congreso tras la elección del TC, DP y BCR, ha mostrado solo la punta del iceberg de la corrupción que, gracias a las marchas organizadas por jóvenes estudiantes y la sociedad civil en general, está saliendo a flote, haciendo que el remedio sea peor que la enfermedad.

Gracias a las manifestaciones populares, el pueblo no solo ha hecho retroceder la descarada actuación de nuestros padres de la patria, sino que ha frenado la avalancha de “repartijas” y las oscuras intenciones de algunas agrupaciones que tienen cierta mayoría.

En ese sentido, la salida de los inmolados ministros de Comercio Exterior y Turismo, José Luis Silva Martinot, y de Desarrollo e Inclusión Social, Carolina Trivelli, fueron renuncias adelantadas a 28 de julio, pues va en contra de todo lo anunciado por el Gobierno: que no se iban a producir cambios en el Ejecutivo. Estos ministros fueron presionados a dar un paso al costado en un intento de estabilizar al Gobierno y al partido nacionalista, dándoles un respiro para afrontar con menos presión las diversas manifestaciones producidas debido a las reformas y a las maniobras de trueques y “repartijas” en consensos por debajo de la mesa del Legislativo, así como para llegar a 28 de julio con más calma, pues la idea, al parecer, de Ollanta Humala, es dar oxígeno al Estado por medio del discurso de Fiestas Patrias.

Del mismo modo, la declinación del presidente del Congreso, Victor Isla, es otra muestra que devela más el iceberg de la corrupción. Como recordaremos, en una entrevista, Victor Isla, anunciaba que, si su partido lo consideraba, estaría dispuesto a seguir presidiendo el Congreso. El cambio de Victor Isla también sería decisión del Gobierno y no de Isla (como el legislador quiere dar a conocer), debido a la vergüenza de la “repartija”. Esto obliga al Gobierno a replantar sus estrategias, ya que perdería el consenso parlamentario para estar al frente del Legislativo. Asimismo, saludó la designación del legislador Fredy Otárola para presidir la Mesa Directiva del Congreso. Voceros nacionalistas afirman que Fredy Otárola cuenta con la aprobación y el apoyo de la bancada nacionalista al igual que del partido de la chakana. Sin embargo, no de la mayoría parlamentaria.

Algunas bancadas, ante la innegable postulación de Fredy Otárola a la Mesa Directiva del Congreso, mostraron su disconformidad. Por ejemplo, el fujimorismo, a través de su vocero, Héctor Becerril, dijo que no estaban de acuerdo con dicha postulación, ya que “Otárola no genera consensos y es confrontacional”.

Ahora, lo que le queda al Gobierno es reconocer que hay una crisis política y que es necesario hacer cambios para mantener la estabilidad del país en todos los sectores. Del mismo modo, puede ser un grave error designar a Otárola como candidato a la Mesa Directiva del Congreso, ya que todos conocen la personalidad de este legislador: no precisamente por generar armonía y consensos.

Por otro lado, las manifestaciones han demostrado que tienen un poder por encima del poder. Además, el dominio de organización de diferentes grupos es inmediato que, a pesar de tener diferentes ideologías, consensan por el bien del país. De igual manera, el uso de las redes sociales  cumple un papel fundamental para la organización y difusión de este tipo de eventos.

Finalmente, la amenaza del desgobierno puede estar más cerca que muchos analistas políticos no lo han pronosticado, pues, por un lado, Ollanta Humala, debe hacer los cambios necesarios para estabilizar al país, y, por otro lado, la bancada nacionalista debe elegir sabiamente al candidato que genere confianza y consenso abiertos, para que pueda dirigir la Mesa Directiva del Congreso. Mientras todos esos  ajustes y coordinaciones suceden, tienen como jueces en el medio a un poder que está por encima de ellos y de sus intereses: el pueblo.

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