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¿POR QUÉ LA GESTIÓN PÚBLICA NO ES ASIMILABLE A LA GESTIÓN PRIVADA?

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En las clases del Programa de Gestión y Finanzas Públicas que asistí en una importante universidad privada me enseñaron que “actualmente existe un relativo consenso: Los mercados y el Sector Privado constituyen la clave del éxito de una economía, donde el Estado desempeña un papel importante como complemento” pues conforme al enfoque economicista iniciado por Adam Smith el mercado es el mecanismo revelador de preferencias ideal, y que la competencia perfecta se da cuando confluyen muchas ofertas y mucha demanda, pero que a veces hay “fallas de mercado” y ese ideal no se forma y entonces que debe entrar en acción el Estado quien presenta las denominadas “fallas del Estado” . De un modo subliminal me dijeron que lo mejor era el mercado y que el Estado solo era el complemento, lo supletorio, y por tanto la gestión privada era mejor que la pública, y que ésta debía asimilarse a la privada. Yo no creo que sea así, pero lo que si me interesa es saber tu opinión al respecto, pues siempre hay algo que aprender.

Luego de una intensa búsqueda bibliográfica no he encontrado ninguna referencia a un caso concreto en el mundo donde se haya acreditado la existencia de un mercado perfecto de modo permanente y significativo. Lo que sí encontré en dicha abundante bibliografía es que, a modo de dogma de fe, se continúa invocando a Adam Smith para sostener que cuando cada uno de nosotros, de los emprendedores o de los empresarios busca el logro de sus intereses particulares, especiales, de algún modo dicha competencia conduce a los individuos, también, a buscar el interés público “como si fueran guiados por una mano invisible” .

Este razonamiento de la “mano invisible” considera también que los hombres se guían por una lógica racional basada en el interés propio: cada hombre es el único capaz de ordenar sus diversos intereses y preferencias en búsqueda de satisfacer sus necesidades personales . En la empresa privada el papel de “hombre racional” lo desempeñaba el líder, siendo él quien debía establecer los objetivos organizacionales, el diseño organizacional y el cumplimiento de sus instrucciones para lograrlos, por lo que la empresa privada desarrollo una noción fuerte de liderazgo (principio de autoridad, unidad de mando, etc.

Con esta afirmación de “una mano invisible” se pretende sostener que la competencia entre individuos con solo conduce a la construcción de un mercado para la satisfacción a los intereses individuales sino también deriva finalmente en satisfacer los intereses públicos, como pueden ser el bien común, el bienestar social, la equidad.

Nosotros discrepamos con las referidas afirmaciones pues, aunque suena razonables y racionales creemos que es muy elemental y optimista, ya que los parámetros de eficacia y eficiencia que se utilizan en el sector privado (básicamente el superávit que se logra en base al precio que se forma en base a la relación oferta-demanda) no siempre se pueden trasladar al sector público, donde generalmente no opera una lógica lucrativa o de rentabilidad, y más bien nos presenta casos de “necesidades preferentes” que no son atractivas al sector privado.
Además de lo anterior, algunos autores que discrepan con Adam Smith sostienen también que: “La Gestión Pública, pese a las innegables similitudes, se distancia bastante de la llevada a cabo en el seno de las organizaciones privadas. Ni la política de personal (seleccion y promoción del mismo), ni la retributiva se someten a las mismas reglas. Ni tampoco son siempre asimilables los objetivos que orientan su actuación, ni cómo se lleva a cabo ésta”(1) Y el caso peruano es un ejemplo, pues mientras en la empresa privada uno puede contratar libremente a quien quiere ciñéndose al D. Legislativo N° 728, en la administración pública uno entra a laborar mediante el concurso público para asegurar la meritocracia, tanto como CAS (Contrato de Administración de Servicios) o también como trabajador en planilla con el D. Leg. N° 728.

Debe agregarse que el accionar de los gestores y funcionarios públicos se presenta como un accionar complicado por qué deben de responder a grandes cambios en los valores, pues del estricto cumplimiento de las normas y cumplimiento de los procedimientos se está pasando a una cultura que reclama confianza y legitimidad ciudadana, mientras que en el accionar privado lo que importa finalmente es la rentabilidad económica, aunque ahora ello esté encubierto de criterios tales como “Responsabilidad Social Empresarial”, “Calidad Total”, “Atención al cliente”, etc.

Y sobre estos punto quiero detenerme, pues actualmente el ciudadano parece estar acostumbrado a la lógica del mercado , éste ahora reclama mayor información, mayor calidad, mayor agilidad en la atención de los servicios públicos que recibe del Estado al cual tributa. Este acostumbramiento hace que el ciudadano compare los servicios públicos que recibe, con criterios “de mercado” y encuentra que hay una brecha en la calidad y cantidad de productos y servicios que el Estado le brinda y por lo que tributa. Así, es comprensible que, en la actualidad, el ciudadano no entienda ni califique al Estado por los nobles fines que éste persigue (el logro del bien común y la justicia social, etc.) sino por los bienes y servicios concretos que éste le proporciona a cambio de sus tributos, pero eso no lo limita a la calidad de mero usuario o cliente. En todo es un ciudadano-usuario, o ciudadano-cliente, es decir el ciudadano siempre es algo más.

Conforme al modelo racional legal burocrático de Max Weber, surgido para servir a un Estado que se desenvolvía en un entorno estable, no competitivo y nada complejo, la administración pública tenía entonces como características la previsibilidad, la rutina o regularidad o continuidad, la neutralidad, la intercambiabilidad de los operarios, los costos monopolísticos ya que la Administración como gran proveedor o el gran comprador (monopsonio), etc. Con la globalización y otras características de un entorno variable y cada vez más competitivo, presenciamos un incremento en las actividades y prestaciones de bienes y servicios que brinda el Estado, donde el modelo racional-legal-burocratico es insuficiente, y por ello compite con otras organizaciones públicas y privadas en la captación de recursos necesarios.

Así , actualmente, en el mundo globalizado en el que el Perú está inmerso, el sector público no sólo administra el erario público, sino también gestiona y por esto último debe estar sometido a ciertos parámetros de control y eficiencia distintos -y superiores- a los de las organizaciones privadas . (En otro momento veremos que las herramientas de la gestión pública deben de ser superiores a las de la gestión privada para brindarle al ciudadano un servicio más eficaz, más eficiente, más celere y de mayor calidad, porque el Estado se alimenta de los impuestos que cobra cohercitivamente al ciudadano!)

Así, por razones propias de la naturaleza de los fines que persigue cada tipo de organización, por razones doctrinales sustentadas en diversa legislación vigente, por el tipo de selección y nombramiento para el desempeño de las funciones, por el campo y el enfoque con el que deberán desarrollar sus funciones, entre otras razones más, creemos que está suficientemente probado que la gestión pública no es mecánicamente asimilable a la gestión privada, y por tanto, las herramientas de la gestión privada no son aplicables mecánicamente a la gestión pública.

Si lo anterior es tan evidente ¿de dónde surge que la administración pública es asimilable a la gestión privada? Pues cuando esa administración pública burocrática de la que nos habla el modelo racional-legal de Weber necesitaba vitalidad, surge una corriente que ahora denominamos “gerencialismo clásico” que postulaba el traslado de las herramientas de la gestión privada a la administración pública para trasladar con ello la eficiencia privada que tanto se necesitaba . Y desde Woodrow Wilson repetimos esos paradigmas, sin darnos cuenta que el Estado tiene un fin más altruista que la mera acumulación patrimonial; que el Estado busca “valor público” es decir la satisfacción de las necesidades humanas de sus ciudadanos y el desarrollo de sus potencialidades, que el Estado no es una empresa donde se trabaja para beneficiar a un directorio o a unos inversionistas (2), sino es una organización que está al servicio de toda la ciudadania.

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1.- GONZALES RABANAL, Miryam de la Concepción.
2008. La acción y los retos del sector público. Una aproximación. Segunda Edición. Madrid. Delta Publicaciones. Página V.

2.- Al respecto se puede leer el artículo de Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008 “Estados Unidos no es una sociedad anónima” Sigue leyendo