Mis noches se han hecho profanas desde tus besos,
desde los fluidos de amor destilando de tu cuerpo.
Mis noches se han vuelto profanas
desde tus días inertes,
desde mi cuerpo enjaulado
en sus límites.

En los latidos de tu sien,
allí se profanaron mis noches,
desde la triste naturaleza
de los laberintos de tu pensamiento,
desde la sangre que ya no distingo
en tu cuerpo o en el mío.

Mis noches se han profanado en dos segundos
y tú mueres luego,
en el tercer segundo del apogeo de la dicha;
y yo, me doy un tiempo
y en el quinto
también muero.
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Los días son solo noches
simulando luz, son burdas imitaciones de las noches
que me ciegan los ojos con falso resplandor,
que me intentan hacer vivir como máquina
cuando todas las personas simulan ser gente.

Lo único real es la noche
mis noches, las suyas no lo sé.

Lo único real es el cielo oscuro cuando no se observa nada,
cuando de lejos no se sabe a quién se ve,
cuando la luna con dificultad alumbra un cielo que no siente suyo;
en el que está de alojada.

Lo único real son mis noches
cuando la luna intenta besar al mar de camino a la nada,
cuando se articulan los respiros de nadie,
cuando nada más que el silencio importa
porque las personas han dejado de simular ser gente,
porque la luna no corre su carrera diaria
por correr.

Lo real es cuando ustedes todos se apagan
cuando el mundo muere a tramos en la quinta etapa del sueño.

Hasta “despertarnos” todos luego de algunas horas
de nuevo al amanecer de lo iluso
en el que somos gente o pretendemos serlo,
en el que no hay algo real
en el que somos todos, máquinas dispuestas a la sociedad.

Volvemos de lo único real sin haberlo visto.

Y es, que nos quedamos dormidos.
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