Archivo del Autor: Fabiola Arce

Señoras y señores, con ustedes… Lima Photo 2013

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Publicidad necesaria… Allí nos vemos.

Lima Photo 2013: feria internacional de galerías de arte especializadas en fotografía.

apertura VIP (solo con Invitación) 7 de agosto
fecha 7 – 11 de agosto 2013
horario 2 – 9 pm
dirección Av. 28 de Julio 815, Miraflores
informes deleau@artealdia.com
prensa rocio.braga@yahoo.com
entrada general S/.20
entrada reducida S/.10

* De la foto: Juan DoffoNiebla de lo real I, 2000. 130 x 92 cm. Toma directa. En: http://limaphoto.com.pe/galerias/rubbers/juan.html

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El Queirolo

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Por si les apetece un pisco y me perdonan la ausencia; la cita es en la noche del Jueves 20 en un lugar que no requiere presentación.
Hasta donde se estaremos juntos: Paolo Sosa, Sebastian Aragon, Luis Salvatierra, Hora Zero , El Lado Oscuro del Pisco y yo.
Aunque claro… en realidad para pasar por el Queirolo no se necesitan pretextos.
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Hermann Hesse

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“For me, trees have always been the most penetrating preachers. I revere them when they live in tribes and families, in forests and groves. And even more I revere them when they stand alone. They are like lonely persons. Not like hermits who have stolen away out of some weakness, but like great, solitary men, like Beethoven and Nietzsche. In their highest boughs the world rustles, their roots rest in infinity; but they do not lose themselves there, they struggle with all the force of their lives for one thing only: to fulfil themselves according to their own laws, to build up their own form, to represent themselves. Nothing is holier, nothing is more exemplary than a beautiful, strong tree. When a tree is cut down and reveals its naked death-wound to the sun, one can read its whole history in the luminous, inscribed disk of its trunk: in the rings of its years, its scars, all the struggle, all the suffering, all the sickness, all the happiness and prosperity stand truly written, the narrow years and the luxurious years, the attacks withstood, the storms endured. And every young farmboy knows that the hardest and noblest wood has the narrowest rings, that high on the mountains and in continuing danger the most indestructible, the strongest, the ideal trees grow.

Trees are sanctuaries. Whoever knows how to speak to them, whoever knows how to listen to them, can learn the truth. They do not preach learning and precepts, they preach, undeterred by particulars, the ancient law of life.

A tree says: A kernel is hidden in me, a spark, a thought, I am life from eternal life. The attempt and the risk that the eternal mother took with me is unique, unique the form and veins of my skin, unique the smallest play of leaves in my branches and the smallest scar on my bark. I was made to form and reveal the eternal in my smallest special detail.

A tree says: My strength is trust. I know nothing about my fathers, I know nothing about the thousand children that every year spring out of me. I live out the secret of my seed to the very end, and I care for nothing else. I trust that God is in me. I trust that my labor is holy. Out of this trust I live.

When we are stricken and cannot bear our lives any longer, then a tree has something to say to us: Be still! Be still! Look at me! Life is not easy, life is not difficult. Those are childish thoughts. Let God speak within you, and your thoughts will grow silent. You are anxious because your path leads away from mother and home. But every step and every day lead you back again to the mother. Home is neither here nor there. Home is within you, or home is nowhere at all.

A longing to wander tears my heart when I hear trees rustling in the wind at evening. If one listens to them silently for a long time, this longing reveals its kernel, its meaning. It is not so much a matter of escaping from one’s suffering, though it may seem to be so. It is a longing for home, for a memory of the mother, for new metaphors for life. It leads home. Every path leads homeward, every step is birth, every step is death, every grave is mother.

So the tree rustles in the evening, when we stand uneasy before our own childish thoughts: Trees have long thoughts, long-breathing and restful, just as they have longer lives than ours. They are wiser than we are, as long as we do not listen to them. But when we have learned how to listen to trees, then the brevity and the quickness and the childlike hastiness of our thoughts achieve an incomparable joy. Whoever has learned how to listen to trees no longer wants to be a tree. He wants to be nothing except what he is. That is home. That is happiness.”

— Hermann Hesse Sigue leyendo

¡Salud por la libertad!

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Les dejo el saludo que escribi para Amnistia Internacional por sus 50 años:
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Cada vez que pienso en Amnistía Internacional vuelvo a más de cuatro años atrás y vuelvo a ver la escena de “El Jardinero Fiel” en que vi por primera vez la revista de Amnistía. Aún no sé por qué esa escena, por qué esa película o por qué en ese momento y a estas alturas estoy casi convencida de que ese motivo, cualquiera que sea, ha configurado parte de mi historia y en tanto el por qué quizás ya no importa, lo que importa es lo que viene después.

Quizás Amnistía llego a mí de una forma muy poco convencional, interrumpió mi vida en fracciones de segundo, tanto así que cuando vi la escena en que Justin levanta esa revista y le pregunta a Tessa si era allí donde trabaja, no tuve tiempo de ver exactamente de qué se trataba y tuve que comprar la película para poner pausa en esa escena y darme cuenta de que se trataba de Amnistía internacional. Desde entonces me acostumbré a entrar a la biblioteca virtual a verme a mí misma hundiéndome en esa avalancha de información. Vivía en Cusco a solo 15 minutos de situaciones de desigualdad y creo que de algún modo pretendía comprender de qué hablaba cada uno de esos documentos para comprender lo complejo de la sociedad, lo agrio de la injusticia y para llenar el vacío que te dejan las dudas y la tristeza.

Fue por Amnistía que me sentí acompañada de la forma humana más primitiva existente; me sentí acompañada en la indignación, en la rabia del descontento, en el dolor del silencio; pero también me sentí acompañada en la esperanza, en el grito y en la sola y tacita unión del admitir no soy la única que pensó esto ni la única que quiso figurar las soluciones posibles; y definitivamente no soy la única que se paro aquí frente a vacios insolutos de dolor y no supo qué hacer.

El siguiente paso fue prácticamente producto de la inercia. Ya en Lima visite la oficina y todavía recuerdo a Soledad mostrándome la ficha de miembro y hoy tengo la satisfacción de decir que mi primera firma de valor, de ciudadana mayor de edad, esa se la di a Amnistía Internacional.

Tengo 21 años y no sé que es no ser parte de Amnistía; no sé que es no pensar en derechos humanos y felizmente he olvidado sin ningún tipo de melancolía el sentimiento de ahogar el grito. No tengo tampoco ningún temor de afirmar que me incomoda que nos tilden de gente de determinada corriente política o que nos etiqueten de caviares como si los derechos humanos fueran asuntos de izquierda o derecha, como si alguien que lucha por los derechos humanos fuera alguien que se llena la boca de cosas sin ningún tipo de conciencia de aquello por lo que lucha. Los derechos humanos no son una reserva ni un espectro, a los derechos humanos los vemos, los podemos tocar y por sobre todo, los podemos defender.

A mi Amnistía me hizo ciudadana, me hizo reconocer esos derechos que no dejaran nunca de ser esenciales y me dejo ser libre, libre de ser quien soy, libre de creer en lo que creo y libre de luchar por ello.

Amnistía me condujo además a muchas de las personas más valiosas que conozco, me dejo descubrir con ellas muchas capacidades que no imagine reconocer en mi misma y me dejo disfrutar con esas personas de momentos geniales.

Pese a todo esto yo sueño con el día en que Amnistía se quede sin trabajo, quisiera ver el sol sobre un día en que no haga falta velar por el respeto a los derechos humanos y su cumplimiento se de de forma natural, como siempre debió ser; pero sé que entre tanto nos queda mucho por hacer.

Este es mi homenaje de 50 años a la organización que hizo gran parte de quien soy hoy, mi deseo de que ojala nos quedemos sin trabajo; hagamos juntos todo lo posible porque no sean muchos años más.

Brindemos hoy por la libertad y la siguiente vez que el miedo nos paralice… actuemos.

Salud, con el corazón abierto… ¡Salud por la libertad!
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Otro

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O cuando los cielos tocaban las páginas de mi historia. Me canso desde las noches tuyas y mías, en estas conversaciones en las que parece ser todo excesivo, en que todo aparenta un cumulo usual de historias y el diálogo sale a luz casi en un vomito de ideas como ahora, como este ciclo eterno de poesía dolorosa si es que acaso merece ser llamada poesía. Sofía, me canso de darte besos si es que ese cansancio fuera en alguna dimensión posible. Me puede abordar la vida con llagas en los labios doliendo en el fondo del alma. Estoy tremendamente cansado de hacerme de tus historias tan básicas y absurdas y de esperar tus espasmos de locura que evades como si no fuera por ellos que siento que mi vida se arma. Me ponen muy intranquilo las noches en las que te quedas viendo una pantalla intentando ver vidas que no te corresponden y observando los diálogos de mentes que no te toman en cuenta.

Eso es la vida contigo Sofía, una consecuencia de lunas que hieren en la horrenda rutina del cansancio mental, eso es la vida contigo, un ir y venir de rocío en que la humedad piensa más profundamente que tú cuando va cayendo y en que yo me expongo a los rumores del resto, a ser considerado un gran tarado por estar aquí, esperando que vuelvas para hablarle a la persona que acaso quiero que permanezca divagando, siendo más profunda de lo que suele ser, planteándose acordes distintos, cansándose a sí misma de cansarse del resto porque no puede descansar contigo.
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