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Dicen
que los mimos no gritan igual;
que cuando los obligan a hacer gárgaras con su existencia
la garganta les arde
por todo lo que les obligaron callar;
y se tragan gotas de sangre
por cada una de las veces
que prefirieron el silencio.

Los mimos mueren porque se quedaron callados;
no porque el grito los haya ahogado
sino porque lo único de lo que se alimentan
es de las gotas de sangre
que se derraman de sus propios cuerpos
desangrándolos de a pocos.

Y hasta darse por muertos
ven todo en blanco y negro;
incluso las películas,
que son, por supuesto, mudas.

No tengo qué decirles constantes agonizantes;
no tengo cómo pronunciar palabras que no sean
en su núcleo más puro un grito.

No se cómo hablarles
y si me alejo de ustedes es por eso,
porque no se qué le dices a alguien que sólo sabe callar.

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Un pensamiento en “

  1. Jim

    Pero mucha gente q habla más de lo es saludable oír, tiende a tornar sus palabras en incoherencias cuasi delebles. Charlatanes, nada más.

    Me identifico más con los mimos.

    🙂

    Y el post me encantó, Fabi.

    C=

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