Por: Jorge Paredes
Foto: Daniel Giannoni. “David decapitando a Goliat”. Anónimo (Cusco c. 1740).
Si ponemos nuestra historia en perspectiva podemos ver cuatro hechos relevantes: la Conquista, la Independencia, la Guerra con Chile y las dos décadas de violencia política. Todos estos hechos dejaron pasiones, miedos y odios en el camino, que nos han ido modelando y definiendo como sociedad. Bajo esta perspectiva, este libro recoge quince ensayos que plantean un campo de análisis sugerente: cómo a través del odio se puede entender mejor un hecho o proceso histórico: “Al igual que el miedo y otros sentimientos, el odio ha acompañado el devenir de las sociedades y ha tenido influencia en su desarrollo. Por eso, muchos conflictos se arrastran históricamente sin hallar una solución definitiva. Sobre esta base, el historiador debe identificar los odios, su cronología, su origen y manifestaciones. Esta es una tarea de primer orden en un país como el nuestro donde hay fragmentación, conflictos, violencia, problemas de marginalidad y pobreza que son de vieja data”, explica la historiadora Claudia Rosas Lauro, editora del volumen.
En uno de los artículos se afirma que nuestro racismo no es un odio hacia alguien externo, sino es un odio hacia nosotros mismos, esta definición es terrible y encierra categorías sociales y psicológicas
El odio es una experiencia profundamente psicológica y el odio a uno mismo es otra de sus manifestaciones que se expresan a nivel colectivo y se vincula con el problema del racismo y de la identidad nacional. Más aun, porque muchas veces los odios son racionalizados, se justifican y se legitiman socialmente. Por eso, el aporte de psicólogos, psicoanalistas, sociólogos y antropólogos es indispensable para el tratamiento de estos temas.
Uno de los odios más extendidos ha sido el odio al invasor. Nuestra experiencia con Chile de hace 130 años sigue desatando pasiones hasta hoy. ¿Estamos, como diría Braudel, en un odio de larga duración?
El caso de nuestra relación con Chile es un buen ejemplo de cómo pueden evolucionar los odios en la larga duración. No solo se da la división por el odio, como hemos visto, sino también existe la comunión por el odio frente a un enemigo común. El artículo de Iván Millones analiza la evolución de los discursos y las actitudes frente al país vecino y cómo estos oscilaban entre el odio y la venganza, y la paz y la convivencia, de acuerdo a coyunturas políticas y sociales, así como a los intereses del gobernante de turno o de ciertos sectores. Esto nos muestra cómo el odio se explica en las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que le dan vida, y cómo puede surgir o desaparecer al vaivén de sus ritmos.
¿Qué otros odios podemos identificar en la historia pe-ruana? El libro menciona cómo el odio al Apra se ha ido disipando en el tiempo, al punto de que este partido nos ha gobernado ya en dos oportunidades.
El odio, al igual que otros sentimientos colectivos, evoluciona y así como puede ir in crescendo si se lo alimenta, puede también desaparecer a falta de un contexto favorable. Por eso un partido como el Apra, temido y odiado en una época, puede ser aceptado y valorado luego. El odio no necesariamente es espontáneo sino puede ser enseñado o instrumentalizado con fines políticos. Desde la educación se puede enseñar a odiar o a temer al Estado o al país vecino o a grupos sociales o a la plebe, etc. Sería arduo identificar los odios colectivos en nuestra historia. Para dar algunos derroteros, podemos distinguir odios de raigambre religiosa; odios sociales; odios al extranjero o invasor; e inclusive, odios de género como el dirigido a las mujeres escritoras en el siglo XIX. Estos odios muchas veces no aparecen solos, sino que confluyen entre sí.
EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN
“El perdón y la reconciliación son procesos colectivos, pues si las viejas heridas y antiguos agravios no son atendidos pueden rebrotar con mayor fuerza. Por eso la política del silencio o la indiferencia no es buena, sino todo lo contrario. El perdón no debe ser jamás sinónimo de impunidad o de amnistía, sino debe formar parte de un proceso de largo aliento que pasa por la justicia y la reparación”.
*Publicado en El Dominical de El Comercio 6/9/09