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Conversamos con Luis Pásara, abogado y autor del libro Una reforma imposible. La justicia latinoamericana en el banquillo, sobre cuál es la situación de la justicia en el Perú y en Latinoamérica. En este post les compartimos sus interesantes reflexiones.

¿Qué es la justicia?

Es una palabra que tiene dos significados. Por un lado, es un valor; por ejemplo, cuando decimos “esto no es justo” estamos usando una noción de justicia que es personal, muy subjetiva. Lo que usted considera justo puede que no sea lo que yo considero justo; eso es normal en la humanidad. Pero existe otro sentido de justicia, en el que están involucrados los jueces, los fiscales, los abogados, entre otros, que hacen cosas que la gente no entiende o no sabe en qué consisten. En general, para el ciudadano promedio, el Poder Judicial es un aparato misterioso que produce determinados resultados, con los cuales a menudo no está conforme. Creo y sostengo en el libro que el ciudadano debe estar educado desde el colegio en conceptos básicos como qué es un juez, un fiscal, cuándo y por qué una persona va a la corte, etc.

¿Se tendría que incorporar este contenido a la currícula?

Claro que sí. Si bien teóricamente existe el curso de Educación Cívica, que yo sepa, el Ministerio de Educación nunca ha introducido contenidos básicos sobre la justicia en la formación de los alumnos. A duras penas se estudia la Constitución, pero los alumnos no saben qué es un fiscal y en qué se diferencia de un juez, por ejemplo. Y esto es muy sencillo; no estamos hablando de algo misterioso. Se podría enseñar en los tres niveles: primaria, secundaria y en la universidad.

¿Cuál es el papel de los abogados en el sistema judicial peruano?

En el libro llamo la atención sobre este tema porque es uno de los problemas que se percibe poco. Siempre se echa toda la culpa sobre jueces y fiscales –no digo que no la tengan–, pero casi nunca se atribuye el problema a la ineptitud o la desatención del trabajo por parte de los abogados en los diferentes procesos que tienen a su cargo. Esta gestión mediocre también es responsable del resultado. Muchas veces es el mismo abogado quien engaña a su cliente diciéndole, ante un resultado adverso, que el juez era incapaz o que era corrupto.  En el estado de la justicia los abogados tienen una enorme responsabilidad, que ellos disimulan y que no ha sido suficientemente señalada. Pude descubrirlo investigando expedientes. He visto que, en la mayor parte de procesos, los abogados no hacen nada o no hacen nada que sirva a su patrocinado. Presentan un recurso de equis páginas, pero uno se da cuenta que no tiene relevancia, no significa nada en el caso. Este rol perverso del abogado, que se  aprovecha de la ignorancia de su cliente que no tiene información ni criterio propio, es un componente fatal del sistema.

¿Es la justicia en el Perú un privilegio que disfrutan solo aquellos que la pueden pagar o es un mal sistémico para todas las clases?

Es verdad que quien puede pagar un abogado confiable —que es una minoría de la ciudadanía— tiene un acceso claramente superior al que puede lograr la mayoría. Pero me parece que incluso ese sector, relativamente privilegiado, no disfruta propiamente de la justicia, que requiere la igualdad de las partes como un eje fundamental. Cualquiera puede tener que vérselas con quien teniendo más poder o más dinero puede hacerlos valer con éxito en el sistema de justicia, echando mano a recursos legales o ilegales.

Las estadísticas demuestran que el ciudadano peruano no confía en la justicia, ¿qué ha hecho el Gobierno para cambiar esta realidad?

La mayor parte de los gobiernos no ha hecho nada, pero sí ha habido algunos esfuerzos de reforma. El primero, en Perú y en América Latina, fue el del gobierno militar de Velasco y el segundo fue el de Fujimori. Ha habido otros intentos, el más importante de los cuales fue la comisión que se denominó CERIAJUS; fue muy importante pero no tuvo respaldo político. En resumen, los dos grandes intentos son el de Velasco, que terminó frustrado, y el de Fujimori, que se hizo con propósitos delictivos para controlar a los jueces y someterlos a un sistema de de decisiones políticas y de corrupción.

Ya hemos visto que aumentar el sueldo a los jueces no ha sido una solución para combatir la corrupción en el Poder Judicial, ¿por qué esta medida al parecer no ha dado resultados a pesar de que era lo que ellos reclamaban?

Debemos tener en cuenta dos argumentos: El primero es Con sueldos más altos se evita la corrupción. Esto es falso. La corrupción no depende de los sueldos. Cuando hay un sistema de justicia corrupto en una sociedad cor
rupta, no importa el nivel de sueldos: se puede pagar a un juez un sol o cien mil e igual se corromperá. Cuando los sueldos son más altos, la tarifa de la corrupción es más cara.  El segundo argumento es  El cargo de juez tiene que ser relativamente competitivo en el mercado profesional. Esto es totalmente válido. No se le puede pedir al juez, como se la ha pedido en el Perú durante muchos años, que tenga vocación de servicio y entonces haga un sacrificio, es decir, que gane una miseria. Eso no puede ser. Un juez tiene que ganar un sueldo que le permita vivir tranquilamente.

En el Perú, la profesión de juez ha sufrido un desprestigio de tal naturaleza, que hace que los mejores profesionales del derecho no quieran ser jueces por más que se les doble el sueldo. Es debido a la falta de prestigio social de ser juez —o fiscal— que el argumento “para tener mejores jueces hay que tener sueldos respetables”  no llega a plasmarse en la realidad.

Una-Reforma-imposibleEn el proceso electoral reciente hemos podido observar que más de un aspirante a la alcaldía de algún distrito o región ha tenido problemas con la justicia,  ¿cómo influye la manipulación política en el Poder Judicial actualmente? 

Ahora estos problemas se están haciendo visibles pero esta situación no es reciente; viene de hace años. Los grupos dedicados al narcotráfico y a la minería ilegal que operan en el país están tratando de obtener cargos públicos. Tenemos el caso de la región de Ancash en el que claramente se ve de qué manera gran parte del aparato de justicia está tomado por esta mafia que controla la región. Es solo el ejemplo hoy visible pero temo que no sea el único caso. El ejercicio del poder es un lugar al cual estos grupos ilegales, de la misma manera que los políticos, aspiran a llegar. Evidentemente, los jueces tienen mucho poder: poder  de detener a una persona, de condenarla, de quitarle su propiedad, etc. Por eso es que el crimen organizado mira a los tribunales con interés, como lugar a ser ocupado.

Somos una sociedad corrupta…

A veces se es injusto con la justicia, porque se le reclama que sea lo que la sociedad no es. Para bien o para mal, la justicia no puede ser muy distinta a su sociedad. Por ejemplo, a una persona común y corriente lo detiene el policía por alguna falta de tránsito y este individuo está dispuesto a poner veinte soles junto con los documentos  para “no pasar a mayores y no perder tiempo”. Esta misma persona se indigna cuando en el Poder Judicial alguien le pide plata para agilizar un trámite. Es decir, nosotros alimentamos un mecanismo de corrupción en el día a día, con toda naturalidad, pero nos llama la atención que ocurra en el Poder Judicial.

¿Alguno de los países de la región tiene un modelo de justicia que nos sirva como experiencia de éxito? 

Lo que hay que advertir es que ninguna experiencia ajena nos puede servir de modelo. Como experiencia nos pueden servir varias, para analizar tanto errores o fallas como aciertos. Los países en América Latina en los que se entiende que funciona mejor la justicia son Costa Rica y Uruguay. Y es verdad que un país puede aprender algo de esas experiencias, pero no puede y no debe copiarlas. Esto es algo que no se ha tenido en cuenta, pues seguimos copiando leyes y reformas. Lo que hemos hecho es: si algo funcionó bien en tal lugar, traigámoslo y apliquémoslo, pero no analizamos qué sucede en ese país, que es una sociedad distinta a la nuestra.

El título del libro suena desalentador, pero ¿es realmente imposible reformar la justicia en Latinoamérica?

El título busca llamar la atención del lector potencial. Una parte del libro está dedicada a mostrar las dificultades, no porque tenga el objetivo de desalentar, sino porque busca comunicar y explicar a cualquier persona interesada en el tema por qué la justicia es un problema que parece no tener solución. La percepción de las personas es que no hay manera de reformar la justicia; por eso, en el libro pongo énfasis en que, si bien el problema es complicado, se puede realizar cambios significativos.

Sobre el autor:

Luis Pásara es doctor en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde ejerció la docencia entre 1967 y 1976. Fundó el Centro de Estudios de Derecho y Sociedad (CEDYS), del que fue director e investigador durante diez años. Como sociólogo del derecho ha investigado sobre el sistema de justicia en Argentina, Costa Rica, Chile, Guatemala, México y Perú. Ha realizado estancias académicas en el Woodrow Wilson International Center for Scholars (Washington DC) y en el Helen Kellogg Institute de la Universidad de Notre Dame. Entre 2002 y 2004 fue investigador visitante en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en México DF. De 2004 a 2011 fue investigador del Instituto de Estudios de Iberoamérica, Universidad de Salamanca. Actualmente, es senior fellow en Due Process of Law Foundation.

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“La justicia no puede ser muy distinta a su sociedad”, dice Luis Pásara
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