Trenzado imaginario de fibras sonoras de un aquí y un allá

Javier Ampuero Albarracín 6 noviembre, 2017

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A mediados de octubre realicé un viaje de trabajo a Bolivia. Estábamos empezando una investigación exploratoria con la finalidad de diseñar un proyecto de comunicación y eduentretenimiento en torno a los derechos sexuales y reproductivos de adolescentes y jóvenes.

A diferencia de los últimos ocho años, en 2017 pude realizar mi trabajo sin ausentarme de Lima. Eso favoreció el desarrollo de nuevas rutinas relacionadas con el estudio y las clases de la maestría que empecé este año, y también me permitió disfrutar de más tiempo de juego y vida familiar con Pilar, mi esposa, y Joaquín, mi hijo de cinco años. Por eso, este breve viaje a Bolivia, rememoró sensaciones y tristezas que había olvidado.

El itinerario de mi estancia en Bolivia fue bastante intenso. Amanecí un lunes en La Paz, donde me reuní con mis colegas. Al mediodía del martes, tomamos un avión hacia Santa Cruz de la Sierra y, esa noche, mientras la selección peruana jugaba con la selección de Colombia, nuestro bus partió con destino a Puerto Suárez. Llegamos al amanecer del miércoles. Durante la mañana recorrimos las instalaciones del hospital, realizamos entrevistas colectivas con adolescentes y nos reunimos con autoridades y funcionarios locales. Por la tarde, hicimos lo mismo en Puerto Quijarro, una localidad boliviana ubicada en la frontera con Brasil. Y esa misma noche, tomamos el bus de regreso a Santa Cruz. Llegamos el jueves en la madrugada. Y antes del mediodía, estábamos volando hacia Cochabamba.

Habíamos planeado realizar la siguiente fase del itinerario en camioneta, lo que nos permitiría manejar con autonomía horarios y desplazamientos. Sin embargo, algo imprevisto modificó nuestros planes. Cuando estábamos por salir de Cochabamba para tomar la carretera hacia Oruro, mi colega que conducía la camioneta, se percató que tenía vencida su licencia de conducir. Hubiese sido muy arriesgado viajar en camioneta, pues en cualquiera de las próximas garitas de control, nos podrían haber detenido. Entonces, improvisamos un nuevo plan: dejamos la camioneta, tomamos un taxi hacia el Terminal de Buses de Cochabamaba y buscamos el bus que saliera lo más pronto posible con destino a Oruro.

Cuando experiencia y ensoñación se entretejen sonoramente 

Elaboré mi Cartografía de Sonido a partir de este cambio en el plan para realizar nuestro itinerario de trabajo que se iniciaría en Cochabamba, llegaría a Oruro, para concluir en Llallagua, y de ahí, regresar a Oruro, y retornar finalmente a Cochabamba.

Mi cartografía de sonido es un ejercicio que documenta paisajes sonoros registrados en tres espacios públicos diferentes –el terminal de buses de Cochabamba, un paradero informal de cousters en Oruro y el terminal de buses de Oruro- que cumplen una misma función: congregar durante un tiempo breve a personas que –partiendo hacia o llegando de otro lugar- comparten experiencias relacionadas con situaciones potencialmente memorables: reencuentros, rupturas, partidas, retornos o reconciliaciones.

Sonoramente, estos lugares se caracterizan por el flujo constante de personas, familias, parejas o grupos. Sus pasos se sienten a veces agitados, en otros casos, desconsolados o, también, se puede percibir la indiferencia del viajero rutinario. Se escucha a quienes proveen el servicio de transporte voceando, con una entonación muy local, los destinos de sus buses.

Estos tres paisajes sonoros los trencé con un imaginario registro auditivo de mis pensamientos y estado de ánimo durante algunos momentos del viaje, representados por algunas sesiones de juego de mi hijo Joaquín en casa. He buscado expresar la siguiente idea: ¿dónde se encontraban mis pensamientos y sentimientos, mientras mi cuerpo recorría esos terminales de buses, procurando concluir las tareas de este viaje de trabajo?

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El primer paisaje sonoro (00:00 a 1:34) corresponde a ese anochecer de jueves en el Terminal de Buses de Cochabamba. Es un registro que se inicia en el pasillo donde ubicamos a la vendedora de boletos. Como ella, otras mujeres y hombres recorren los pasillos del terminal voceando los destinos de los boletos que venden. Luego, el registro sonoro acompaña nuestro recorrido por los pasillos del terminal –sonidos encerrados que rebotan constantemente- hasta llegar al lugar de embarque de nuestro bus –ambiente exterior donde los sonidos pueden fluir libremente-.

Los superhéroes entablan una lucha con los villanos (1:34 a 2:09), en un ‘mundo’ que Joaquín instala en su cuarto de juegos, distribuyendo en el piso y en algunos muebles, edificios, faros, camiones y grúas construidas con piezas de Lego, así como dinosaurios, insectos gigantes y otros seres amenazantes. Joaquín reproduce efectos sonoros de la batalla.  

Llegamos la medianoche de ese jueves a Oruro y nos instalamos en un hotel frente a la plaza principal. Luego de dormir, la madrugada del viernes fuimos hasta una calle frente al terminal de buses de Oruro donde, según nos indicaron, podríamos tomar una combi hacia Llallagua. Sin embargo, casi todos los buses y colectivos del lugar se dirigían a otra localidad llamada Challapata. Registré el segundo paisaje sonoro (2:10 a 2:58) en esta calle, temprano por la mañana. Se siente el paso de los autos por la calle, los bocinazos provenientes del tráfico vehicular y los voceadores ubicados en diferentes puntos de la calle –en sucesivos planos sonoros- llamando a potenciales pasajeros indicando su destino ofertado. Afortunadamente, luego de mucho buscar, conseguimos que una couster nos llevara a Llallagua.

La batalla entre superhéroes y villanos prosigue en el mundo creado por Joaquín (2:59 a 3:29), la lucha cuerpo a cuerpo ha dado paso a un combate aéreo con naves y artillería con las que intentan impedir el avance de dinosaurios e insectos gigantes. Algunos superhéroes caen heridos en el fragor de la pelea.  

Viajamos por un par de horas en nuestra couster salvadora y llegamos a Llallagua esa mañana. Sostuvimos una reunión con madres de familia (para variar, los padres no acudieron), luego recorrimos el hospital y visitamos las instalaciones de una importante emisora de radio. Pasado el mediodía, realizamos entrevistas colectivas con dos grupos de jóvenes líderes y al atardecer, la misma couster nos llevó de regreso a Oruro. Esa noche llegamos directo al terminal a buscar un bus que saliera lo más pronto posible hacia Cochabamba. El tercer paisaje sonoro (3:30 a 4:28) corresponde a esa noche de viernes, en el interior del terminal de buses de Oruro. En este registro se percibe no solo el ambiente del terminal, con los sonidos capturados en un interior y las incansables voceadoras anunciando los destinos de los buses, sino también el inicio de la negociación para la compra de nuestros boletos de retorno a Cochabamba, un paso más cerca del regreso a Lima.

La batalla está por terminar (4:29 a 4:59). Se escuchan firmes advertencias, pedidos de auxilio, nuevos efectos sonoros del combate… Entonces, inesperadamente, la realidad irrumpe en el mundo imaginario: en un tercer plano sonoro se escucha la voz de Pilar llamando a Joaquín. Él detiene el juego, se levanta y se aleja con dirección a donde su mamá se encuentra, comentándole –otra evidente irrupción de la realidad- que la arena que estaba escondida en su bolsillo ha caído al suelo de su cuarto de juegos.

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El registro sonoro de un lugar abre nuevas posibilidades para aproximarnos y comprender la importancia que tienen para las personas los espacios como escenarios de sus dramas y vidas. Habitualmente uno se relaciona con los lugares desde lo visual: observa la disposición espacial, la apariencia de los otros sujetos, sus prácticas visibles, sus expresiones gestuales y corporales, etc. Sin embargo, se suele prestar poca atención a la dimensión sonora de un espacio. Es recomendable realizar el ejercicio de cerrar los ojos para que nuestro oído guíe nuestra relación sensorial con un sitio, nuestra comprensión de lo que allí ocurre, y de lo que puede estar pasando incluso al interior de las personas presentes, explorando más allá de lo evidente, de lo visible.

La decisión de documentar sonoramente los terminales de buses surgió precisamente porque me encontraba, luego de algún tiempo, fuera de casa realizando un viaje de trabajo. Explorar, por un inesperado cambio en los planes, tres sitios como estos donde se condensan las experiencias del desplazamiento, la ausencia o el desarraigo, fue como encontrar escenarios para dramatizar –en el sentido de enfatizar- el momento anímico en el que me encontraba. Esta experiencia me confirma que recoger la dimensión sonora de un ambiente –diferente al audio de una conversación, donde las palabras y sus significados neutralizan cualquier despliegue sensorial- nos puede acercar al mundo de las emociones y sensaciones de amplio espectro interpretativo.

Suele considerarse como valioso únicamente aquel sonido que tiene significado preciso y uso establecido (música, conversaciones, mensajes). Sin embargo, como investigadores, necesitamos ampliar nuestra comprensión de los sonidos. No considerarlos meros ‘textos’ o inscripciones para ser leídos e interpretados, sino valorarlos como experiencias audibles para ser sentidas y vividas.

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4 Comentarios

e20173838

9 noviembre, 2017

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Me pareció maravilloso el resultado. El entrecruce de temporalidades y contextos evidencia la situación de tránsito y estancia; de premura y parsimonia. Técnicamente, el montaje es suave y preciso enlazando cada paisaje sonoro a través de percepciones sonoras similares y que de alguna forma me plantean la ubicuidad del sonido que va más allá y circula entre espacios y tiempos.

10586787

9 noviembre, 2017

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No sé si es mi conectividad o la del servidor de blog.pucp, pero no puedo escuchar el audio :(

08717493

10 noviembre, 2017

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Justamente esa es la ventaja, en mi opinión, del sonido sobre lo visual. La imagen te comunica existencia, por su cualidad mimética. Pero el sonido te envuelve y te transporta a la interacción y de allí a la vivencia. Y creo que el sonido siempre ha sido tomado en cuenta como dato que ha sido interpretado y vivido. La estancia de los antropólogos en el campo lo hacía no solo valioso sino inevitable. Por eso es que no me queda claro qué es lo nuevo, más allá de la tecnología, sobre el uso del sonido dentro de la investigación. Me pregunto por Westerkamp y sus creaciones. ¿Son eso arte? ¿comunicación ? Obvio que sí. Como este trabajo con el que nos has mostrado tu vivencia. Pero¿cómo queda esto dentro de lo epistemológico? Esa es mi gran duda.

DIEGO CONTRERAS MORALES

14 noviembre, 2017

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Hola Javier, me gustó mucho tu trabajo. Me hizo recordar cuando era un niño y construía constantemente narrativas a partir de mis juguetes, pero más importante aún, la necesidad de crear sonido, voz, efectos, guión, nombres a los personajes del juego. De alguna manera siento que sin sonido, el juego sería muy aburrido, carecería de vida. Es como si estuviéramos dándole vida a los juguetes a través del sonido. Por otro lado, esa suerte de contrato y obediencia que pueden cumplir padres e hijos y que se resuelve rápidamente con una voz, una palabra, un tono. Me deja pensando, ya que al también tienes esta bulliciosa ciudad, este lugar de tránsito, como si de alguna manera tu esposa y tu crearan un límite con su presencia. Mi madre siempre fue muy protectora, pero esa protección, creaba una suerte de campo de seguridad, un "campo de fuerza" para que yo pudiera introducirme a mi mundo, al mundo de mis juegos y narrativas sin tener que preocuparme de cosas de adultos. Saludos, Diego.

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