Aprendemos y enseñamos siempre

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Van dos por el camino…necesariamente, uno enseña al otro  (P. Osorio)

Han transcurrido 5 meses desde la entrada anterior. Y es que la vida me puso muchas lecciones importantes  por aprender, lecciones de las que iré escribiendo en sucesivas entregas. He aprendido tanto y con tanta hondura, que dudo al pensar en cómo empezar. Será como se dice popularmente “empezaré por el principio”.

La vida es en realidad una gran escuela donde venimos a aprender muchas cosas que necesita nuestro ser, nuestro espíritu. Pero, el principal aprendizaje es el amor. Aprender a amarnos y a amar incondicionalmente es la gran tarea. La vida nos va colocando maestros de todo tipo, dependiendo lo que necesitamos. Como adultos, tenemos, tal vez muchas herramientas para poder “pasar” las pruebas, sin embargo, en muchos casos no lo logramos y quedamos heridos emocionalmente, conteniendo energía negativa con la que seguimos andando y que no nos permite dar lo mejor de nosotros mismos. Las pérdidas, las decepciones, las enfermedades graves, etc. nos afectan según cómo hayamos aprendido a sobrepasarlas o comprenderlas. Pero, como personas aún en aprendizaje, no podemos extraernos al dolor que nos producen.

Los docentes que viven con esas heridas a flor de piel, difícilmente pueden dar amor al enseñar en las aulas, en realidad es imposible salvo que se cuente con un talento o un don. Por eso, es tan importante sanar esas heridas, trabajar con ellas e ir superando la mella que situaciones dolorosas provocan en la autoestima y el amor propio. Se sabe que uno está sin sanar cuando trata mal a sus estudiantes, cuando no encuentra alegría en su trabajo, cuando no se entusiasma proponiendo innovaciones, cuando se siente muchas ganas de terminar e irse sin más.

Somos personas, por tanto es crucial cuidar nuestro desarrollo personal, nuestra dimensión emocional. Eso nos permitirá enseñar desplegando todo nuestro potencial, con más alegría y, por ende, con mayor calidad…calidad humana.

Podemos empezar a cuidarnos retomando una práctica sencilla y poderosa: sonreír. Sonriámos primero frente al espejo cada día y hagamos el esfuerzo consciente de regalar sonrisas a los demás.

Seguimos aprendiendo…

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