Educar en lo alto

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A veces andamos quejándonos de nuestras dificultades o de que las cosas no suceden como quiséramos…pero, de pronto, surgen nuevos acontecimientos, nuevos rostros, nuevas vidas que te dicen más que nunca que hay que educar en lo alto, con todo lo que esa frase puede significar.

Fue en Paropata, a casi 4800 msnm (Sicuani – Cusco), que viví una hermosa experiencia junto a niños de primaria. Allá funciona una escuela, “la  088” como le llaman y, Valentín, un esmerado profesor que ya ha ganado mucho premios, nos muestra uno de los mejores logros: su grupo de estudiantes.

Pudimos compartir la visita a una qalqa (especie de almacén de alimentos) en casa de una comunera y escribir textos en quechua y español. Había caminado por viente minutos y sentía que me faltaba el aire, pero los niños me apoyaron todo ese tiempo, me invitaban papitas y me cogían del brazo; luego, en el aula, me atendían y les gustaba que viera sus cuadernos y hojitas.

Durante la caminata, pude ver el paisaje maravilloso rodeada de los apus. Luego, después de observar la sesión y habiendo transcurrido muchas horas, tocaba irme, volver a Sicuani y, después, al aeropuerto de Cusco. Al despedirme, me faltaba el aire también, pero esta vez era  por la tristeza del adiós. Un niño me dijo: “Volverás, seguro, cuando sea hombre”. Y, otro dijo hasta en tres oportunidades, inclusive cuando el auto en el que estaba se encontraba en movimiento: “Volverás, seguro, cuando ya esté muerto”…esta vez me faltaba el aire por otro motivo, sentía un llamado, como cuando miras un rostro que pide amor y compañía.

En Sicuani, le dije a Valentín que volvería. En Lima, les dije a mis hijos que iríamos pronto a Paropata para vivir una experiencia única junto a los niños que conocí. Ellos e preguntaron el por qué y les dije: “vamos a aprender y educar en lo alto”.

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