A lo largo de la historia de la humanidad, han compulsado dos formas de entender la educación: como trasmisión de los conocimientos y la moral de la generación adulta a las nuevas generaciones y por el otro lado como un proceso de adquisición de conocimientos y de moral propia de las nuevas generaciones haciendo ejercicio de la libertad.
Se ha observado que las nuevas generaciones vienen con su propia cultura. También, se constata que los descubrimientos, inventos y las grandes obras de la humanidad han sido realizados por hombres que rompieron los “esquemas” de la generación adulta y se atrevieron a ejercer la libertad.
En la trasmisión de los conocimientos, generalmente no ha existido un enfrentamiento de la generación adulta con la nueva generación. La mayor tensión en esta confrontación se ha dado, cuando las generaciones adultas han trasmitido la moral a las nuevas generaciones. Para hacer esta trasmisión, la generación adulta ha diseñado modelos educativos formales (escuela) e informales generalmente a través de los medios de comunicación. Estos modelos tienen en común atentar contra la libertad de las nuevas generaciones, u obligarlos a elegir entre opciones definidas.
Entonces, el modelo educativo que permita formar al hombre libre, está por desarrollarse. Hay muchos avances en esta dirección. Desde quienes propugnan que los padres tutelen el crecimiento de sus hijos respondiendo a sus propias interrogantes, hasta escuelas que han eliminado horarios e implementado currículo en función de los intereses de los estudiantes.
En el otro extremo, están las escuelas cercadas con rejas para aislar a los estudiantes del mundo externo. Los horarios rigurosos para disciplinarlos. Las aulas están alineadas y las carpetas formadas. Existe un espacio desde el cual se ejerce la autoridad: la dirección de la escuela. Los profesores están uniformados y los estudiantes también. Las relaciones son verticales por que los estudiantes están obligados a saludar con el sobrenombre de profesor (a). El currículo es determinado desde la óptica solamente del profesor considerando al estudiante como recipiente vacío a llenar. Y otras características más. Se argumenta que todo este orden es con la única finalidad de inculcar el respeto de los estudiantes a los mayores y los demás valores de la generación adulta.
En estos modelos de escuela, está presenta la confrontación generacional. Prima la concepción que los estudiantes logren el respeto a través de la práctica de la sumisión a un orden establecido. La generación adulta impone su moral a la nueva generación, por tanto, esta última no tiene el espacio para expresar con naturalidad la cultura con la que viene. De esta manera surge la confrontación entre opiniones, creencias, concepciones, por un lado, de quienes tienen un respeto que ha surgido en el ejercicio de la libertad, y por el otro de quienes tienen un respeto aprendido en la sumisión. Ambos respetos son totalmente contrapuestos, aunque el término sea el mismo. Se ha sembrado por un lado el bien y por el otro el mal, que pugnan. La semilla de la violencia, está esperando las condiciones sociales para manifestarse.
Para formar el hombre libre, pienso, se puede empezar en la escuela cuyo currículo sea solamente la interrogante ¿Por qué? Los niños la expresan espontáneamente, los profesores no necesitan generarla. Luego, se puede ampliar el currículo a dos preguntas juntas ¿Por qué? ¿Cómo? Para enfrentar este desafío se requiere un tipo de profesor diferente al prototipo que se forma actualmente. El magisterio no está formado para trabajar con este currículo tan sencillo.
Para el desarrollo moral de las nuevas generaciones, principalmente el problema de como formar la cultura del respeto, garantía de la convivencia en paz, y que esta a la vez es garantía para la práctica de la auténtica libertad; pienso, que la alternativa es un proceso formativo inmerso en la actividad productiva. La hipótesis de trabajo es “los niños se formarán en su propia cultura (con la que vienen) y en la cultura del respeto si interactúan durante su crecimiento en forma permanente con los elementos de acuerdo a su edad que les permite producir un bien o un servicio” Sin embargo, la escuela de hoy no está diseñada para que los niños crezcan inmersos en la producción. ¿Cómo sería la escuela para verificar la hipótesis planteada?
En conclusión, los modelos de escuela actual que predominan en el país, no forman el hombre libre y tampoco están formulados para el desarrollo moral que permita a las nuevas generaciones el florecimiento de la cultura con la que vienen y la consolidación de una cultura del respeto.
La formación del hombre libre, es la esencia para el desarrollo de la creatividad humana cuyos frutos se expresan en el bienestar de una comunidad, cuyos integrantes son saludables, tienen calidad de vida en confort y poseen una cultura de la información generalizada. Las instituciones de formación superior deberán perfilar este prototipo de hombre. En tal sentido, las universidades, los institutos y el profesorado deberán orientarse a investigar para crear y aplicar nuevos modelos educativos con esta orientación.