La economía rural, antes que el hombre en el Perú inicie el uso de las máquinas, se movía por la energía muscular y la fuerza de los animales de tiro, así como por el aprovechamiento de caídas de agua y pendientes para el cultivo de plantas. Para obtener energía calórica, se quemaba leña de árboles, chamusca de montes y rastrojos. Las construcciones de las viviendas, se hacían con materiales en su estado natural como la piedra, el caso de los incas o, la tierra que se mezclaba con agua, aglomerantes y adherentes para obtener adobes como el caso de las ciudadelas de la costa en Pachacámac y Chanchan. En la selva utilizaban empalizadas y los Uros en el lago Titicaca solamente la enea. Esto es, para obtener y utilizar estos materiales, no se quemaba combustibles fósiles o fuego al quemar leña para cambiarles sus propiedades. Esto ocurría, solamente, para cocer arcilla con la cual hacían ollas y vasijas, en las cuales preparaban los alimentos y almacenaban agua.
Era una economía rural no contaminante del aire, el suelo y el agua, que se propagaba de generación en generación a través de una educación sustentada en la observación. En la práctica diaria de niños, adolescentes y jóvenes, durante el proceso educativo de observación, de aprender haciendo participando en los procesos productivos, se formaban los valores de responsabilidad, honestidad, laboriosidad y de respeto a la naturaleza. En este ambiente de convivencia, era impensable que se arrojara una sustancia venenosa al suelo y al agua de los ríos, lagos y mares que eliminara la vida natural; menos aún, que se hiciera daño con humos y polvo a los niños, que las gentes aún, sin conocer sus efectos dañinos, pero que para evitar la molestia que les causaba, hacían los fogones al aire libre. Los campos se fertilizaban con el estiércol de los animales, las semillas eran potenciadas con hormonas en baños de estiércol de murciélagos, además que tenían la sabiduría de utilizar las tierras fértiles, aquellas que por millones de años recibieron la acumulación de hojas, tallos y raíces, formando una capa rica en humus, que respetaban, por tal razón las construcciones de sus viviendas, los hacían en las zonas rocosas o arenosas.
Las urbes, son el producto del uso de las máquinas, que iban cambiando el estilo de vida del hombre rural. Las máquinas, casi en su totalidad, se hicieron para funcionar quemando combustibles fósiles. Asimismo, los procesos para transformar los materiales de construcción con la finalidad de darles resistencia y durabilidad se hacen quemando dichos combustibles. Se descubrieron el petróleo, el carbón de piedra, el gas natural, convirtiéndose en una fuente de energía baratísima, cuyo consumo permitía reducir o eliminar el esfuerzo muscular agotador, y permitía mover grandes masas de tierras, hacer caminos, transportar pesos grandes; así como, moler piedras y obtener cemento, cocer ladrillos crudos, fundir piedra ferrosa y obtener acero o arena de sílice y obtener vidrio, etc. Apareció un estilo de vida nuevo, caracterizado por las aglomeraciones de un gran número de personas. Las generaciones, ahora, crecían sin tener contacto con los elementos naturales, el cultivo de plantas, la crianza de animales; sino, solamente viven haciendo actividades derivadas del uso de energía barata contaminante en el transporte, construcciones, cocina, etc. Hoy día, es un reto a la imaginación, encontrar un producto o construcción, que ha hecho cómoda la vida en una urbe, que en su proceso de obtención, no haya sido utilizada energía contaminante, proveniente del quemado de combustible fósiles.
Así se dio paso, utilizando la ciencia y la tecnología, que hizo la vida fácil en las urbes, a un nuevo estilo de vida, cuya base y sustento es el uso de la energía contaminante. Quién en mayor cantidad utiliza energía contaminante, es decir posee una casa de vidrio, acero y recubierta de cerámicos, utiliza un auto para uso personal, las calles son de asfalto o de concreto armado con fierro, tiene canalizado gas para cocinar, y otros lujos; es vista como una persona que ha alcanzado el esplendor de su desarrollo y progreso. Con esta forma de vida, los niños y adolescentes crecen y se educan, formando una escala de valores de derroche, despilfarro e irrespeto a la naturaleza. Es el estilo de vida urbano, que ha dado origen a una educación para destruir la vida en la Tierra, y por tanto rechaza el estilo de vida rural, a los que se les inculca visitar solamente en viajes de paseo de turismo vivencial, pero que, llevan un impulso vanidoso de exhibir sus adelantos a las personas atrasadas que todavía mantienen un estilo de vida rural. Se ha establecido una colisión de dos estilos de vida. El uno de ida en el tiempo y la historia y, el otro que es promovido por todos los medios, incluso desde el gobierno. Recordemos la idea del Presidente Alan García, que si se juntaban unas cien familias dispersadas por los andes, agrupando sus casas, construía una escuela y una posta de salud.
Existen muchos argumentos en el sentido, que para superar esta etapa negra de contaminación en el desarrollo humano, y que amenaza con lo extinción, por primera vez proveniente del mismo hombre, requiere un nuevo estilo de vida, que no sea el rural, de casas dispersas, que no aplica los conocimientos científicos y tecnológicos, pero que utiliza energía limpia; pero tampoco sería el urbano, de casas aglomeradas, que utiliza los avances científicos y tecnológicos y usa energía contaminante. El primero es un estilo de vida duro y sacrificado, el segundo es un estilo de vida cómodo y fácil. ¿Cómo debe ser este nuevo estilo de vida? La respuesta es sencilla, debe ser un estilo de vida que use energía limpia, pero que incorpore el uso de los conocimientos de ciencia y tecnología en ese sentido. Por supuesto, ya no serán las urbes, con sus madrigueras de casas duraderas, vehículos, pistas de asfalto y cemento, ruidos, humos, congestión visual y malos olores; pero tampoco serán la vida rural de vida asilada, incomodidad y de sufrimiento que producen enfrentar día a día los rigores de los elementos agresivos de la naturaleza al hombre.
Así como hoy, existen miles de casitas dispersas, abandonadas en el campo porque las personas migraron a las urbes, buscando desarrollo y no lo encontraron; mas temprano de lo que parece, las urbes serán abandonadas y será un recuerdo las madrigueras de fierro y cemento, por que los hombres se fueron a zonas donde surge un nuevo estilo de vida de calidad sin contaminación, que se sustenta en una nueva educación, capaz de recuperar los valores de laboriosidad, honestidad y de respeto a la naturaleza que no se podrá lograr con el tipo de escuela inmersa en el estilo de vida urbano actual.