Por: Jesús Santos Oñate.

Siempre se ha dicho, y yo estoy de acuerdo con ello, que uno de los aspectos más atrayentes del trabajo de los habilitados nacionales o estatales, que cada uno elija el que más le guste o le convenga, es la capacidad de sorpresa y las novedades diarias que aporta a quienes lo desempeñamos, y que nos aleja de esos puestos rutinarios con funciones repetitivas y nada creativas. Pero hay sorpresas y novedades que se convierten en rutinarias, dado el número de veces que se repiten a lo largo de nuestra trayectoria profesional, y la verdad, a fuerza de ser sincero, cada día me agotan más y me hacen desear un poco más de automatismo en mi quehacer diario.

Analicemos o imaginemos una situación que, por desgracia, se produce con demasiada frecuencia. Hagamos examen de conciencia y que cada uno extraiga sus propias conclusiones, pues estoy convencido de que a muchos de nosotros nos ha ocurrido algo parecido en su más diversas y disparatadas variantes.

Debe hacerse constar que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.

Hace poco que has llegado al Ayuntamiento [Municipio, en el caso peruano] y cuando, tras consultar en internet los boletines oficiales y los emails dirigidos al Ayuntamiento, te estás organizando para intentar avanzar con algún expediente o informe en los que no hay forma de profundizar, pero que requieren ser despachados para adjudicar un contrato o responder un recurso.

Suena el teléfono de tu despacho y compruebas que se trata de una llamada interna procedente del despacho de la Alcaldía o del concejal de turno.
Ven para mi despacho que hay unos señores que quieren proponernos un tema muy interesante, te dicen. Tu, contestas: No me habías dicho nada. No?, te responden, bueno, no importa, vente para acá de todas formas.
Te haces una pequeña comprobación personal y te alegras de que esta mañana se te haya ocurrido ponerte chaqueta y corbata, por aquello de la primera impresión y aparentar ser un serio y respetable profesional del derecho.

Cuando entras en el despacho de la Alcaldía o en la Sala de reuniones ves al fondo, en torno a la mesa redonda que siempre existe en estas piezas y que en tu despacho no cabe, pero no importa, al fin y al cabo tú no tienes reuniones importantes, un grupo de personas inmersas en una amigable conversación como si se conocieran de toda la vida, aunque tú no conoces a nadie, salvo, claro está, a tu Alcalde o Concejal de turno.

Aquí cabe una variante, y, en alguna ocasión, reconoces entre los presentes a Pocholo II, aquel futbolista que fue pichichi en la liga 98/99 (¿o fue en la liga 97/98? Bueno no importa, piensas, comprobaré el dato esta tarde) que mira con cara de póker unos planos, extendidos sobre la mesa, que alguien le explica con sumo interés, pues, no en vano, él es quien financiaría la posible operación.

Te hacen un hueco en la mesa redonda, y compruebas que todos aquellos desconocidos, que por cierto visten trajes impecables y con pinta de caros, tienen delante suyo unos artilugios que tardas en identificar como teléfonos móviles de ultimísima generación (tengo que intentar ponerme más al día en las nuevas tecnologías, piensas). Tú estás tentado de poner también tu móvil sobre la mesa, ya que lo notas en el bolsillo de tu pantalón y te molesta, pero recuerdas que es de los gratuitos de los del programa de puntos de tu operadora, así que decides aguantarte con él en el bolsillo.

Hechas las presentaciones, los abogados del promotor inmobiliario, unos de los desconocidos, dicen que tenían mucho interés en que estuviera presente en la reunión el secretario del Ayuntamiento que, como jurista de prestigio, podrá asesorar a todos sobre la propuesta que, a continuación, pasarán a exponer, porque su intención es que todo se haga dentro de la más absoluta legalidad y transparencia.

A ti, que ya tienes el colmillo un poco retorcido, estas palabras, en vez de halagarte, te hacen removerte incomodo en tu asiento, mientras piensas: ¡Vaya¡ Ahora me van a examinar sobre un tema que estos abogados tienen calentito.

Intentas poner en orden tus ideas e identificar cual será la legislación de aplicación a aquella operación que, a continuación, te van a contar, y sobre la que tú, en tu calidad de jurista de prestigio pero con sueldo y categoría de funcionario, móvil por puntos y chaqueta y corbata de El Corte Inglés, debes pronunciarte sobre la marcha sin olvidar que todo lo que digas será tenido en cuenta y podrá ser utilizado en tu contra.

Una vez que los abogados han expuesto los extremos de la compleja operación, parece ser que, resumiendo, se trata de que el Ayuntamiento adjudique directamente unos terrenos municipales industriales a la empresa promotora representada en la reunión y ésta, en pago de los terrenos, ejecute una serie de obras de interés municipal, pero dado que las obras exceden del coste de los terrenos municipales industriales, al incluirse entre las obras la construcción de un centro comercial sobre terrenos también municipales, la promotora se reservaría unos locales comerciales como dación en pago por contraprestación aplazada, para equiparar los costes y beneficios de tan complicada actuación.

Parece ser que al Ayuntamiento no le va a suponer ni un euro.
Mientras intentas digerir la farragosa explicación te maldices por tener tan abandonada la legislación hipotecaria (tengo que intentar ponerme al día en la legislación civil y mercantil, piensas), alguien te pregunta que cual es tu opinión al respecto.

Ante el júbilo que ha despertado una idea tan original y beneficiosa para todos, tú, meneando la cabeza, balbuceas que no lo ves claro, mientras intentas encajar mentalmente todos aquellos negocios jurídicos en la maraña de legislación aplicable, procurando superar esa mala fama de poco flexibles y nada abiertos a la ingeniería jurídica de la que se nos acusa a los funcionarios, pero hay una alarma en tu cabeza que te dice que en alguna parte, aunque ahora no lo recuerdes, leíste una sentencia que anulaba algo similar.

Ante tus reticencias, los letrados de la promotora comentan entre grandes alaracas que la jurisprudencia es clara al respecto y que existen sentencias que han bendecido operaciones similares, aunque a ti te resultará luego imposible localizar en Aranzadi las sentencias mencionadas o comprobarás que, encontradas, han sido torciteramente interpretadas.

Tu actitud ha enfriado los ánimos y te despiden de la reunión pidiéndote, con un cierto tono paternalista, que te estudies la cuestión con todo cariño y sin prejuicios, eso sí, lo antes posible, pues hay un gran interés en acometer la operación lo antes posible.

Vuelves al despacho con el ánimo contrariado sin poder definir qué es lo que te inquieta exactamente. Te sientas ante el expediente o el informe que te miran esperando que te enfrasques en ellos, pero se ha abierto un nuevo frente en tu cabeza que no te va a permitir prestarles la atención deseada.

La mañana ha transcurrido prácticamente sin darte cuenta, pues la reunión sorpresa ha durado más de que hubieras jurado. En la cabeza se te agolpan las tareas pendientes y decides que esta tarde, en vez de destinarla al ocio o a realizar tareas domésticas, te dedicarás a estudiar en profundidad la propuesta de la promotora, aunque, si te pones a ello temprano, quizás también te dé tiempo a comprobar de qué liga fue pichichi Pocholo II; con suerte podrías echar una ojeada a los nuevos móviles que ofrece el mercado, igual con suerte tu operadora tiene en oferta algunos de ellos; y si terminases pronto de estudiar el asunto propuesto por la promotora, podrías ponerte un poco al día en la legislación civil y mercantil actualizada.

Con una gran sensación de cansancio recoges la mesa del despacho y piensas con optimismo infantil que igual mañana, con un poco de suerte, puedes hacer un hueco entre las sorpresas y novedades diarias, para acabar alguno de los trabajos rutinarios pendientes que esperan pacientemente que puedas dedicarles tu tiempo para, tras ser aprobados por el órgano competente, iniciar su último viaje a los archivos municipales.

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