La filosofía de los chistes

Por: Slavoj Zisek

Uno de los mitos más extendidos de la última época de los regímenes comunistas de Europa del Este era que existía un departamento de la policía secreta cuya función era (no reunir, sino) inventar y poner en circulación chistes políticos contra el régimen y sus representantes, pues eran conscientes de la positiva función estabilizadora de los chistes (los chistes políticos le proporcionan a la gente corriente de una manera fácil y tolerable de desahogarse, de mitigar sus frustraciones).

Aunque se trata de un mito atractivo, pasa por alto un rasgo rara vez mencionado pero sin embargo crucial de los chistes: parece que siempre carecen de autor, como si la pregunta: «Quién es el autor de este chiste?» fuera imposible.

En su origen, los chistes «se cuentan», siempre ocurre que ya se han «oído» (recordemos la proverbial expresión «¿Sabes el chiste de…?»). Ahí reside su misterio: son idiosincrásicos, representan una singular creatividad del lenguaje, y sin embargo son «colectivos», anónimos, sin autor, de repente aparecen de la nada. La idea de que tiene que existir un autor es convenientemente paranoica: significa que tiene que haber «Otro del Otro», del anónimo orden simbólico, como si el mismísimo poder generativo del lenguaje, contingente e insondable, tuviera que personalizarse, localizado en un agente que lo controla y en secreto maneja los hilos.

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Por eso, desde la perspectiva teológica, Dios es el bromista supremo. Ésa es la tesis del delicioso relato de Isaac Asimov, «El bromista», acerca de un grupo de historiadores del lenguaje que, a fin de sustentar la hipótesis de que Dios creó al hombre a partir de los monos contándoles a éstos un chiste (les contó a los monos, que hasta ese momento simplemente habían intercambiado signos animales, el primer chiste que hizo nacer el espíritu), intentan reconstruir ese chiste, la «madre de todos los chistes».

(Por cierto, para un miembro de la tradición judeo-cristiana, esta labor es superflua, puesto que todos sabemos cuál era ese chiste: «¡No comas del árbol del conocimiento!», la primera prohibición que claramente es un chiste, una desconcertante tentación cuyo sentido no está claro.)

CHISTES CON FILOSOFÍA

1.- UN CHISTE DE PRINCIPIOS DE LOS AÑOS SESENTA nos trasmite perfectamente la paradoja de las creencias que se dan por supuestas. Después de que Yuri Gagarin, el primer cosmonauta, lleve a cabo su visita al espacio, es recibido por Nikita Kruschev, el secretario general del Partido Comunista, al que le dice, de manera confidencial: «¿Sabe, camarada, que allí arriba, en el espacio, ví el cielo, con Dios y los ángeles? ¡El cristianismo tenía razón!» Kruschev le responde en un susurro: «¡Lo sé, lo sé, pero no diga nada, no se lo cuente a nadie!» A la semana siguiente, Gagarin visita el Vaticano y es recibido por el Papa, al que le confiesa: «Sabe, Santo Padre, he estado en el cielo, y no he visto ni a Dios ni a los ángeles….» «Lo sé, lo sé», le interrumpe el Papa, «¡pero no diga nada, no se lo cuente a nadie!»

2.- EN UN VIEJO CHISTE YUGOSLAVO que se burla de la corrupción policial, un agente regresa a su casa por sorpresa y se encuentra a su mujer desnuda en el lecho conyugal, evidentemente caliente y excitada. Sospechando que la ha sorprendido con un amante, empieza a mirar por toda la habitación en busca de un hombre escondido. La mujer palidece cuando el agente se inclina y mira debajo de la cama; pero, tras un breve diálogo entre susurros, el marido se incorpora con una sonrisa petulante y satisfecha: «Lo siento, amor mío, falsa alarma. No hay nadie debajo de la cama», dice, mientras en su mano aprieta un par de billetes de los grandes.

3.- LA FALTA O IMPERFECCIÓN del (gran) Otro la transmite de una manera maravillosamente simple un chiste acerca de dos amigos que juegan a acertarle a una lata con una pelota. Después de repetidos chuts, uno de ellos dice: «¡Por todos los demonios, no hay manera de acertar!». Su amigo, que es un fanático religioso, comenta: «¡Cómo te atreves a hablar así! ¡Esto es una blasfemia! ¡Qué Dios te lance un rayo como castigo!». Unos segundos después, cae un rayo, pero da en el fanático religioso, el cual, todavía temblando y medio muerto, levanta la mirada al cielo y pregunta: «¿Por qué has lanzado un rayo contra mí, Señor, y no contra el culpable?». Una voz profunda resuena desde lo alto: «¡Por todos los demonios, he fallado».

4.- LOS MENSAJES A TRAVÉS DE UNA DOBLE NEGACIÓN, son interesantes: Podríamos imaginar un diálogo entre los Estados Unidos y Europa a finales del 2002, cuando se estaba preparando la invasión de Irak. Los Estados Unidos le dicen a Europa: «¿Les gustaría unirse a nuestro ataque a Irak para encontrar las armas de destrucción masiva?»; Europa contesta: «Es que no tenemos medios para buscar armas de destrucción masiva.» A lo que Rumsfeld contesta: «No pasa nada; tampoco hay armas de destrucción masiva en Irak.»

5.- EL DESPLAZAMIENTO CRUCIAL EN LA «NEGACIÓN DE LA NEGACIÓN» es, por tanto, un cambio inesperado del mismísimo terreno: este cambio socava la posición del sujeto, y lo implica en la acción de una manera nueva y mucho más directa. He aquí una interesante muestra de uno de esos cambios: en una reunión del Partido Comunista local en Moscú, Petrov está leyendo un informe interminable. Cuando observa a un hombre evidentemente aburrido en la primera fila, le pregunta: «Eh, tú, ¿sabes quién es este tal Bulianov de quien estoy hablando?» «No tengo ni idea de quien es», le contesta el hombre, y Petrov le espeta: «¡Ves, si vinieras más a menudo a las reuniones del partido y prestaras más atención, sabrías quién es Bulianov!» Entonces el hombre le contesta en el mismo tono: «Y tú, Petrov, ¿sabes quién es Andréiev?» Petrov le contesta: «No, no sé quién es Andréiev.» El hombre concluye sin perder la calma: «Si no asistieras tanto a las reuniones del partido y escucharas con más atención lo que ocurre en tu casa, ¡sabrías que Andréiev es el tipo que se está follando a tu mujer mientras tú pronuncias tus aburridos discursos!»■

FUENTE: «Mis chistes, mi filosofía» (A modo de introducción), obra del escritor esloveno Slavoj Zizek. Editorial Anagrama S.A., marzo 2015. 170 Págs.

EDICIÓN: Francisco Córdova Sánchez

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