La Plaza Tahrir, símbolo del nuevo Egipto

EL VIERNES 11 DE FEBRERO, A LAS SEIS DE LA TARDE Y UN MINUTO, EL CAIRO SE ESTREMECIÓ EN UN TERREMOTO DE JÚBILO, UN LLANTO, UN REZO, UN ABRAZO ENLOQUECIDO, UNA ALEGRÍA ORGULLOSA CON SABOR A GLORIA. SE ALZÓ LA VOZ SOBRECOGEDORA DE LOS LIBRES. DESPUÉS DE TREINTA AÑOS DE LEYES DE EXCEPCIÓN, Y 18 DÍAS DE IMPENITENTES PROTESTAS EN LA CALLE, EL ‘RAIS’ NI SIQUIERA DIO LA CARA ANTE EL PUEBLO EN ESTE ADIÓS PARA LA HISTORIA.

Los enfrentamientos de los últimos días entre manifestantes y los llamados grupos pro Mubarak han tenido como escenario principal la PLAZA DE TAHRIR. En este lugar emblemático se mide el pulso del país. Su nombre significa, literalmente, liberación.

Plaza Tahrir - ImagenesGoogle

El escritor Samir Raafat resumía su importancia en la revista Cairo Times: “Midan Tahrir no puede estar quieta. Ya sea para reflejar los humores de la ciudad o la agenda política de la dirigencia, la plaza más importante de la nación ha pasado de ser desde un falso Campo de Marte hasta un explanada estaliniana. Cuando un nuevo régimen siente que la capital necesita una nueva apariencia, Tahrir es el primer lugar donde comienza”.

Fue una plaza estratégica desde el siglo XIII, conocida en el siglo XIX como Midan (plaza) Ismailia, que fue renombrada en 1954 por los militares que terminaron con la monarquía egipcia en 1952. Los mismos que dieron pie a la República Árabe de Egipto y cuya presidencia sólo ha pasado en la práctica por tres personas provenientes de sus filas: Gamal Abdel Nasser, Anuar Sadat y Hosni Mubarak.

Por Tahrir entra uno al centro moderno de la capital egipcia, aquél construido por el Khedive Ismail y sus arquitectos franceses en el siglo XIX, y puede uno continuar hacia la plaza de la ópera y más adelante a El Cairo islámico. En Tahrir guarda Egipto parte de su pasado más remoto. Allí se encuentra el Museo Egipcio de Antigüedades, que alberga la máscara de Tutankamón y alrededor del cual se formó el pasado 28 de enero un cinturón humano de civiles para defender el patrimonio del país. Y a un costado del museo, un símbolo del presente tumultuoso del país, el cuartel general del Partido Nacional Democrático, que fue incendiado el mismo día.

También desde Tahrir sale uno de los puentes más simbólicos e importantes, Kasr el Nil, con sus cuatro leones de bronce que flanquean la entrada y salida del puente sobre el Nilo. Ahí fue donde el viernes 28 de enero se dio el primer enfrentamiento frontal entre manifestantes y las fuerzas policiales.

Hay muchas otras plazas cairotas para manifestarse y, sobre todo, para hacer marchas antagonistas. Pero se dice que quien controla Tahrir, controla la capital; y quien domina El Cairo lo hace en el resto del país.

La claudicación de Mubarak llegó como un ciclón de oxígeno en un momento en que la capital estaba a punto de atragantarse masticando la furia por el engaño del día anterior. Cuando un ‘rais’ desconectado de la realidad salió en pantalla con nocturnidad, con el mundo entero dando por hecho su renuncia. Y repitió desafiante que él era el jefe, que iba a hacer reformas, pero marcando su ritmo, la misma perorata que el pueblo lleva oyendo tres décadas.

A Mubarak se lo ha llevado por delante un tsunami espontáneo de ciudadanos de a pie. Jóvenes veinteañeros que emprendieron una cruzada clandestina contra la represión en las redes sociales, auténticos guerreros on line, que el 25 de enero saltaban a la calle inspirados por el precedente de Túnez, para arrastrar con ellos a una sociedad exhausta de puño de hierro y de falta de derechos.

Juraron no dar marcha atrás, a pesar de que su presidente les lanzó la brutalidad de una carga antidisturbios que a punto estuvo de asfixiarles en una nube de gases lacrimógenos. A pesar de que después les arrolló con un regimiento de bandoleros a sueldo, caballistas con látigos y matones que sembraron el terror en El Cairo. A pesar de que trató de seducirles con los cantos de sirena de reformas a medias pilotadas por los de siempre, les amenazó con mano dura militar, propaganda negra en la televisión estatal, golpes de Estado, la pesadilla de las detenciones masivas y el fantasma del islamismo.

Hoy día, no hay más protagonismo que el de los egipcios rompiéndose la garganta a mil decibelios de felicidad, en una fanfarria ruidosa que anoche todavía continuaba. La PLAZA DE TAHRIR se estremecía anoche de emoción. Han ganado.■

FUENTE:
BBC Mundo
ABC Internacional

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