A propósito del Congreso Nacional de Magistrados

El último fin de semana en Piura se han reunido cerca de trescientos magistrados de todo el Perú para analizar y reflexionar sobre los grandes problemas del Poder Judicial y, evidentemente, uno de los álgidos ha sido la mala imagen de este poder del Estado. Ciertamente, hemos pasado de un imperceptible control de la conducta del magistrado a un control exhaustivo de lo que hace en su vida personal y más aún en su actuación como juez, la cual ha traído como consecuencia que en las encuestas se proyecte una mala imagen.

Pero parte de esa mala imagen, no parte de la actuación del juez, sino de un exacerbado sentimiento de rechazo a lo que representa el Poder Judicial.

Los medios de comunicación en su mayoría han informado con marcado énfasis los casos de corrupción y el poco sustento de algunos fallos judiciales que, evidentemente, involucra a malos jueces, pero el problema es que se ha generalizado ese mal proceder a todos los jueces, perjudicando con ello la imagen colectiva del Poder Judicial, propiciando en cierta forma la institucionalización de la mala imagen del Poder Judicial. Por ello ahora es fácil relacionar Poder Judicial con corrupción o ineficiencia. Con esa percepción negativa, lo único que se ha logrado hasta la fecha es deslegitimarlo y debilitarlo en su institucionalidad. Sin embargo, contradictoriamente, se reclama un Poder Judicial fuerte y eficiente.

A pesar de que los otros poderes del Estado reconocen que el Poder Judicial es la garantía definitiva de la vigencia de los derechos constitucionales y del orden democrático en el Perú, poco o casi nada hace para fortalecer su institucionalidad, ni qué decirlo de la sociedad civil en la que participan los medios de comunicación, los cuales muchas veces vierten informaciones distorsionadas de un caso judicial, logrando con ello debilitar más la alicaída imagen del Poder Judicial. Es evidente que debemos reconocer que existen malos jueces y trabajadores, quienes con su nefasta actuación perjudican no sólo al Poder Judicial como institución, sino a la propia justicia. Pero ello no puede servir de pretexto para realizar afirmaciones generalizadas sobre la actuación más integral del Poder Judicial.

El Poder Judicial, si bien representa al valor supremo de la justicia, no debemos olvidar que está integrado por personas, quienes encarnan a seres humanos que tienen sus propias ideas, su historia, sus problemas y sus sentimientos. Seres humanos dotados de características inherentes a su condición. Sin embargo, en algunas oportunidades se ha pretendido deshumanizar al juez intentando despojarlo de sus ideas y de su naturaleza, para convertirlo en un aparato de producción de sentencias en número insuperable y con alta calidad.

Es evidente que en las actuales circunstancias ser juez no es nada fácil porque se exige un alto perfil no solo profesional y personal. Se llegan a programar metas muy altas, pero se olvidan que para lograrlas, no solo se necesita un buen juez, sino de una adecuada infraestructura y logística que permita una justicia oportuna. En el contexto anterior existe una percepción que el buen juez es un juez deshumanizado incapaz de lograr su propio cambio y que depende de otros para lograr sus metas y aceptación social, pero al mismo tiempo existe una sensación de desazón al interior de la institución, porque se exige mayores retos y no se recibe una motivación proporcional a las exigencias. No olvidemos que personas motivadas hacen suyo los grandes retos, personas criticadas y debilitadas cumplen los retos que otros plantean. Es necesario tomar conciencia que los buenos jueces tienen que fortalecerse desde el interior para luego actuar hacia el exterior, así sumando esfuerzos se logrará una imagen más humana de lo que encarna el Poder Judicial.

Artículo «El Poder Judicial humano», escrito por la abogada ©Jacqueline Sarmiento Rojas, y publicado en el diario El Tiempo, en su edición del 22 de noviembre de 2009.

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