La Razón de los Indígenas

Todos sabemos que la verdadera causa de la guerra de Iraq fue el petróleo. George W. Bush desató esa guerra aduciendo que había allí armas de destrucción masiva, y no las había.
Las verdaderas razones de esa guerra fueron el asegurarse el control de las enormes reservas petroleras de Iraq, y de paso convencer a algunos millones de estadounidenses a que votaran nuevamente por Bush.

No ha sido, sin duda, la primera guerra del petróleo. Se cuentan por docenas los conflictos armados causados por el oro negro. Lo que se ha discutido poco en el Perú es que nuestro último gran conflicto interno, el de los pueblos indígenas de nuestra Amazona, tiene esa misma razón.

El gran reclamo de esos pueblos amazónicos es la derogatoria de una serie de decretos legislativos que permiten que los territorios donde esos pueblos viven, sean expoliados de sus recursos con mayor facilidad. Tratando a los indígenas como “perros del hortelano”, los decretos facilitan que sus bosques sean depredados y sus aguas contaminadas.

ES EL PETRÓLEO

Pero el asunto de fondo es el empecinamiento de Alan García en explotar todo el petróleo que hay allí, a como dé lugar, rápidamente.

A raíz de la entrega acelerada de concesiones petroleras realizada por este gobierno (petroaudios y “faenón” de por medio), 72% de nuestra amazonía está cubierta por lotes de hidrocarburos (49 millones de hectáreas). Brasil, cuya área amazónica es mucho mayor que la nuestra, no tiene concesiones petroleras ni por la sétima parte que el Perú. La entrega de concesiones petroleras se ha hecho violentando el Convenio 169 de la OIT, suscrito por el Perú, que establece la obligación de obtener un consentimiento previo de las poblaciones indígenas.

Este remate acelerado de nuestro petróleo no es la mejor estrategia económica. El petróleo sólo puede extraerse una vez. Se agota. Podríamos sacar el petróleo y luego invertirlo en favor de las generaciones actuales y futuras, pero cuando todo ese dinero está en manos de nuestros gobernantes, puede desaparecer con facilidad.

En torno al petróleo ha habido algunos de los grandes casos de corrupción en el Perú, desde la “página 11” hasta los petroaudios de Rómulo León y el “faenón”. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, ha escrito que “el subsuelo puede ser el mejor sitio para guardar esta riqueza, sobre todo si existe el riesgo de que el gobierno use esos ingresos para sus propósitos antes que para el bien público”.

Haber concesionario de golpe enormes territorios es otro gran error. Imagínese, amigo lector, que usted fuera dueño de 50 casas. ¿Las remataría todas en un solo día, vendiendo al precio que le den sin importar cuán bajo fuera? Pero ese remate acelerado es precisamente lo que hizo este gobierno en el “faenón” del petróleo.

Además, la explotación petrolera viene generando costos ambientales, con enormes efectos sobre la salud de los pueblos indígenas. Por ejemplo, entre noviembre de 2006 y marzo de 2009 ha habido 48 derrames de petróleo en los lotes 8 y 1 AB de Pluspetrol, afectando los ríos Tigres y Corrientes. En las 34 comunidades nativas de la zona, el Ministerio de Salud encontró que el 98% de menores sobrepasan los límites aceptables de cadmio en la sangre y el 66% los de plomo. En muchas zonas, la explotación petrolera o maderera ha afectado la pesca y la caza, actividades básicas para la sobrevivencia de estos pueblos.

Por cierto, lo que pasa con el petróleo en la selva es parecido a lo que pasa en gran parte de la sierra con la minería: fierro a fondo con la explotación, aunque eso se haga violentando leyes, afectando a los pueblos allí asentados y con enormes costos ambientales y de salud. En varios casos, los mismos decretos legislativos también favorecen ese proceso con la minería.

LA RAZÓN INDÍGENA

La anterior huelga amazónica logró la derogatoria de los decretos legislativos 1015 y 1073 que legalizaban y profundizaban la política de otorgar concesiones sin diálogo con los pueblos indígenas. Pero siguen vigentes otros decretos, como el Decreto Legislativo 1089 que permite que vía Cofopri sus tierras les sean arrebatadas (lo que también le puede suceder a los campesinos de la sierra). En la anterior huelga, el Gobierno prometió revisar estos decretos. Sólo tras ardua lucha, este martes se logró que la Comisión de Constitución del Congreso aprobara la inconstitucionalidad del DL 1090, pero los parlamentarios apristas han maniobrado para demorar su discusión y voto en el Pleno.

El principal reclamo de los indígenas de nuestra amazonía es que los territorios sobre los que tienen derechos, el bosque del que depende su supervivencia, sea respetado. Engañados por el Gobierno y enfrentados a una situación extrema, la fuerza de su movilización sólo puede asombrar a quienes quieren cerrar los ojos a la realidad. ¿Hasta cuándo en el Perú los pueblos indígenas esperarán por el respeto que se merecen como cualquier otro ciudadano?

La actual protesta indígena se explica porque su salud y su vida están amenazadas, y tienen la ley de su parte. Pero reconocer que tienen la razón facilitaría además promover otras opciones de desarrollo amazónico basadas en el aprovechamiento del agua, el bosque y la biodiversidad en alternativas como el turismo ecológico, la venta de la captura de gases invernadero y los bionegocios.

Cosa que este Gobierno, con grandes señales de corrupción asociada a las inmensas riquezas de nuestros recursos naturales, y con falta de respeto a las comunidades campesinas y nativas a quienes con desprecio llama “perros del hortelano” no está dispuesto a hacer. Hace falta otro gobierno en el que la economía sea puesta al servicio de la persona humana y no como está ocurriendo hoy. ■

PEDRO FRANCKE. «La verdadera causa del conflicto amazónico». Artículo publicado en el suplemento SEMANA –del Diario EL TIEMPO-, el 24/05/2009. © Pedro Francke.

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