Carlos Germán Belli

Oh Hada Cibernética
cuándo harás que los huesos de mis manos
se muevan alegremente
para escribir al fin lo que yo desee
a la hora que me venga en gana
y los encajes de mis órganos secretos
tengan facciones sosegadas
en las últimas horas del día
mientras la sangre circule como un bálsamo a lo largo de mi cuerpo


A la noche*

Abridme vuestras piernas
y pecho y boca y brazos para siempre,
que aburrido ya estoy
de las ninfas del alba y del crepúsculo,
y reposar las sienes quiero al fin
sobre la Cruz del Sur
de vuestro pubis aún desconocido,
para fortalecerme
con el secreto ardor de los milenios.
Yo os vengo contemplando
de cuando abrí los ojos sin pensarlo,
y no obstante el tiempo ido
en verdad ni siquiera un palmo así
de vuestro cuerpo y alma yo poseo,
que más que los noctámbulos
con creces sí merezco, y lo proclamo,
pues de vos de la mano
asido en firme nudo llegué al orbe.
Entre largos bostezos,
de mi origen me olvido y pesadamente
cual un edificio caigo,
de ciento veinte pisos cada día,
antes de que ceñir pueda los senos
de las oscuridades,
dejando en vil descrédito mi fama
de nocturnal varón,
que fiero caco envidia cuando vela.
Mas antes morir,
anheloso con vos la boda espero,
¡oh misteriosa ninfa!,
en medio del silencio del planeta,
al pie de la primera encina verde,
en cuyo leño escriba
vuestro nombre y el mío juntamente,
y hasta la aurora fúlgida,
como Rubén Darío asaz folgando.
* Publicado en 1970 en el poemario Sextina y otros Poemas


A Filis*

Un nudo por eterno no de hilos
contigo, Filis mía, ni de cintas
ni menos hecho de livianas cuerdas,
mas sí anudados yo y tú por las aguas,
por largas lenguas de ardoroso fuego
y movimientos sin cesar del aire.
Así en nudo de fuego y agua y aire,
cuya cuerda es un digno y puro hilo
más purpurado que los propios fuegos,
más fino que la fibra de las cintas,
y dentro yo y tú como pez en agua,
tal dos hilos juntos en una cuerda.
Ninguno desatar podrá las cuerdas
con que firme nos ha anudado el aire,
ni tampoco al ligazón del agua,
que en uno y otro caso es vital hilo,
soldándonos como umbilical cinta,
entremezclada de aire y agua y fuego.
Ondas etéreas, ondas de gran fuego,
ondas líquidas, Filis, como cuerdas,
o perpetuamente adhesivas cintas,
nos ciñen hasta más allá del aire,
atándonos con delicados hilos
a los senos del cielo, suelo y agua.
Si juntos no nacimos en el agua,
juntos sí nos enlazarán los fuegos
de las redes de eléctricos mil hilos
conectados al cabo de las cuerdas,
que nos sostienen a ambos en el aire,
como al planeta las celestes cintas.
Esta acuática, aérea y montés cinta
ligándonos debajo de las aguas,
entre las capas próximas del aire
y en la entraña de todo dulce fuego,
del cual nos hala la postrera cuerda
y a donde nos regresa el primer hilo.
No por cuerdas atados ni por cintas,
mas un hilo ya somos, Filis, de agua,
soplo ya de aire, lengua ya de fuego

* Publicado en 1979 en el poemario En Alabanza del Bolo Alimenticio.


Los libros desairados

No, no es un rimero cualquiera,
sino una gran torre de libros
cuya cima los cielos toca,
y la base aquí al lado de uno,
justamente de modo estrecho,
siendo mañana, tarde, noche
un solo todo palpitante
con aquel que los congregó
como un bibliómano empeñoso
e indeclinable pese al tiempo.

Pero la insólita verdad
es que son vistos de reojo
por quien paradójicamente
ama los libros con pasión,
aunque no intenta devorarlos
o por la nociva pereza
o porque es tal el mar de páginas
que prácticamente lo ahoga,
hasta mudarlo en pececillo
difunto en la arenosa orilla.

Y tales seres desairados
urden su venganza en silencio
y en consecuencias cada libro
que con supremo afán escribe
el dueño de esta biblioteca
ni una hoja siquiera es leída
como una justiciera acción,
pues no leer a otro lo paga
con los frutos de sus entrañas;
que en menos también son tenidos.

Allá, allá recónditamente
las mil páginas del bibliómano,
donde en cuerpo y alma él se vuelca,
y no obstante el sincero ímpetu
ni una mínima línea palpa
la microscópica polilla,
no por mantenerlas incólumes,
mas sí como un descortés gesto
conforme al designio del hado
respecto a los sensibles libros.

Y codo con codo están juntos
en cada estante terrenal,
como las tumbas alineadas
en un cementerio infinito,
y helos los unos y los otros
en verdad qué apesadumbrados
bajo el olvido irremediable
del ayer, el hoy y el mañana,
que están menospreciablemente
como unas inservibles cosas.


EL AVISO LAS SEÑALES

Yo espero una bengala de aviso
tantas veces he escrito la clave en un papel
la he grabado sobre un grano de arena
con la fuerza del hambre
iluminado por un haz de luz
como cuando cruza un navío delante de los acantilados
o se incendia de repente la carpa del circo
en la noche oscura
cuando arrojan a las tribus antiguas
hacia las alamedas de yacimientos de hulla
y los tigres inclinados al borde de los estanques
electrizan con su piel
los menudos ojos de los peces
es así que yo espero un silbido de aviso
entre arroyos con mimbre
y la opulencia de una hilera de mesas de noche
yo te busco en todos los rincones
con una fogata
para alumbrar los vidrios
y ver las señales mágicas de tu vaho
cuando no te dejan cruzar el umbral del puente de mi río
o no me dejan seguir en los caminos
las líneas secretas de las rocas de tu valle


ALGUN DIA EL AMOR

Algún día el amor yo al fin alcanzaré,
tal como es entre mis mayores muertos:
no dentro de los ojos, sino fuera,
invisible, mas perenne,
si de fuego no, de aire.


¡ABAJO LAS LONJAS!

¡Uh Hada Cibernética!
cuándo de un soplo asolarás las lonjas,
que cautivo me tienen,
y me libres al fin
para que yo entonces pueda
dedicarme a buscar una mujer
dulce como el azúcar,
suave como la seda,
y comérmela en pedacitos,
y gritar después:
“¡abajo la lonja del azúcar,
abajo la lonja de la seda!”

(De ¡Oh Hada Cibernética!)


Qué hago con este aposento,
Este cuero,
Este seso,
Si nadie los codicia
Un poco,
Papá,
Mamá,
Y me pregunto si ha sido en vano
Que me habéis prestado
este aposento
este cuero
este seso
Papá,
Mamá.


¡CUÁNTA EXISTENCIA MENOS…!

¡Cuánta existencia menos cada vez,
tanto en la alondra, en el risco o en la ova,
cual en mi ojo, en mi vientre o en mis pies!,
pues en cada linaje
el deterioro ejerce su dominio
por culpa de la propiedad privada,
que  miro y aborrezco;
mas ¿por qué decidido yo no busco
de la alondra la dulce compañía,
y juntamente con las verdes ovas,
y el solitario risco,
unirnos contra quien nos daña,
al fin en un linaje solamente?


Nunca seguro yo jamás, ¿por qué?
y diciéndome solo,
contrastando mi corazón desierto
al del felice bético pastor,
¿qué dulce mano al fin deslazará
mi cautiva cerviz,
o a qué cardinal punto dirigir
el desconcierto de mi paso mísero?
Y dígome cuán infalible yo
en el seno sería de las aras
del Amor dulces o del Azar lúcidas,
porque por el jamás finible fuego
de mis entrañas hondas,
pintiparado, de cuidado exento,
discurrido allí hubiera,
como pez en el agua;
mas cuánta veda de los hados cruda
hubo contra mí, aborrecido y mustio,
tal oscuro gusano,
que nunca en los mercados
discurrir puede de la seda acerbos.


Yo en nada ya me fío

Yo en nada ya me fío,
ni en un grano estribar medroso puedo
de arena mi pie flaco,
pues a más fiera usura
del no inga varón cruel,
con menos ansias cuento
y menos ocio y menos dulce amor;
¡oh enriscado orbe!, abridme
vuestra farmacia entonces,
para que entre la niebla pueda alzar
algún trocisco yo,
que me libere, bien que breve sea,
desta escafandra de mil miedos fija
al ras del cráneo mío mal mi grado,
que no sólo del agua me distancia,
sino del aire y del fuego y de todo.


AMANUENSE

Ya descuajeringándome, ya hipando
hasta las cachas de cansado ya,
inmensos montes todo el día alzando
de acá para acullá de bofes voy,
fuera cien mil palmos con mi lengua,
cayéndome a pedazos tal mis padres,
aunque en verdad yo por mi seso raso,
y aun por lonjas y levas y mandones,
que a la zaga me van dejando estable
ya a más hasta el gollete no poder,
al pie de mis hijuelas avergonzado,
cual un pobre amanuense del Perú.


Sextina de los desiguales 

Un asno soy ahora, y miro a yegua,
bocado del caballo y no del asno,
y después rozo un pétalo de rosa,
con estas ramas cuando mudo en olmo,
en tanto que mi lumbre de gran día,
el pubis ilumina de la noche.

Desde siempre amé a la secreta noche,
exactamente igual como a la yegua,
una esquiva por ser yo siempre día,
y la otra por mirarme no más asno,
que ni cuando me cambio en ufano olmo,
conquistar puedo a la exquisita rosa.

Cuánto he soñado por ceñir a rosa,
o adentrarme en el alma de la noche,
mas solitario como día u olmo
he quedado y aun ante rauda yegua,
inalcanzable en mis momentos de asno,
tan desvalido como el propio día.

Si noche huye mi ardiente luz de día,
y por pobre olmo olvídame la rosa,
¿cómo me las veré luciendo en asno?
Que sea como fuere, ajena noche,
no huyáis del día; ni del asno, ¡oh yegua!;
ni vos, flor, del eterno inmóvil olmo.

Mas sé bien que la rosa nunca a olmo
pertenecerá ni la noche al día, ni un
híbrido de mí querrá la yegua; y sólo
alcanzo espinas de la rosa, en tanto que
la impenetrable noche,
me esquiva por ser día y olmo y asno.

Aunque mil atributos tengo de asno,
en mi destino pienso siendo olmo,
ante la orilla misma de la noche;
pues si fugaz mi paso cuando día,
o inmóvil punto al lado de la rosa,
que vivo y muero por la fina yegua.

¡Ay! ni olmo a la medida de la rosa,
y aun menos asno de la esquiva yegua,
mas yo día ando siempre tras la noche.


Este corazón que duro se toma
por quítame esas pajas de repente,
cuando lo baña el agua de tu amor.
perdónalo te pido, mujer mía.
que su seno abollado sin par yace
con la memoria del desdén humano;
y en vez de carne cálida y jugosa,
o mármol, aunque frío, cuán hermoso,
argamasa es de hidráulicas calizas,
que al contacto del líquido elemento
endurécese mas y ya se toma
una bola cardíaca, no de carne,
mas de cal y cemento para siempre.


El ansia de saber todo

Este seso que vergonzoso va
rodando por la esférica corteza.
que ni una vez siquiera
ascender pudo a la celeste bóveda,
ahora desde la corporal cárcel
mira con infinita envidia siempre
el don alado ajeno.
lejos como la luz de las estrellas;
y aunque ya poco tiempo por delante.
a lo menos alguna vez volar
entre aquellas montañas empinadas
de antiguos libros de la ciencia humana.
y saber qué es un triángulo equilátero:
pues la caducidad
en el vientre se esconde de un gusano.
mientras éste vacila
si carcome los libros finalmente,
o bien al lector lerdo sin remedio.

Allá hacia el éter el entendimiento
sobre las altas nubes venturoso,
emprende raudo vuelo
como un ave que de onda en onda sube
las alturas del firmamento intrépida,
hasta observar la cúspide invisible
que emerge de los reinos
del terrena) planeta misterioso.
y enterarse de todo de una vez:
cuál es la fuente y cuál es el Leleo,
y en que punto del universo azul
la inalcanzable ninfa será hallada
(aún no vista por la mente obtusa);
y antes de oír atónito
el ruin ruido del río tenebroso,
por último saber
si el amor que acá empieza en cuerpo y alma.
en tal estado seguirá en la muerte.

Quizás es mucho codiciadas alas,
tras vivir como inmóvil topo abajo,
que basta ser la rama
por el suelo reptando con sigilo,
y los cimientos descubrir del orbe.
donde el trébol es un vestigio extraño
que crece solitario;
y el tronco de la mente ya madure;
como la planta que por vez primera
prende en el Edén y perdura siempre,
y sea el tallo del saber erecto
penetrando la carne de la vida.
y el soplo que lo anima sin cesar,
bríos incandescentes
del deleite que ayer esquivo fuera,
saturando hondamente
los días que aun faltan discurrir.
leyendo y copulando como nunca.

Entonces he aquí un arbolado cráneo
y largas ramas que se multiplican
por las extremidades,
al soplo de los vientos transparentes,
en varias direcciones al instante.
como si subsanaran lo perdido;
que los bienes huidizos
asidos serán por los verdes miembros,
entretejiendo el cuerpo y alma y mundo
en perfecta guirnalda hasta la muerte,
y ciñendo por último la vida
en el disfrute de la carne frágil
y del eterno espíritu voraz.
entre el suelo y los ciclos,
en un girar continuo (y viceversa),
que a lo menos haber
desde ahora un atisbo luminoso
de dónde, porqué acá y adonde vamos.

Mas las extremidades no de planta,
sino aquellos tentáculos de pulpo.
día y noche afilados
por el mental tridente poderoso
y empecinado en el correr del tiempo
por entrar en el reino de los mares;
y fiero osar entonces
contra el ultraje del arcano acuático.
que sus ricos tesoros los reserva
para los primogénitos del hado;
y mediante los vividos tentáculos
sacar las ricas prendas de los antros.
por mil mantas de erizos encubiertas;
y la frente adornar
de la invisible ninfa inteligible,
con agrisadas perlas,
tan recónditas como refulgentes,
y no con ovas por el mar echadas.

Pues tentacularmente por entero,
para entrar en el insondable océano.
y saber con certeza
si principio y final de todo sea,
cuando el río acarrea las cenizas
al valle submarino inexpugnable:
y dejar ya la obtusa
escafandra al pie del acantilado,
por artificial y perecedera.
que nunca ha descendido hasta los fondos,
en donde bulto de color rojísimo,
como un arbusto en llamas bajo el agua.
o enigmático émulo sin par
del sumo don sanguíneo,
que tal es el coral resplandeciente,
cuya encendida copa
no solo raíz, del terrenal árbol.
mas espejo también de ardiente amor.

Estas alas y ramas y tentáculos
con sentimiento abrazan a la vez
el aire, fuego y agua,
en vela y aun durmiendo día a día.
al obrar y pensar avaricioso,
con talante tal por lo menos antes
del fin inoportuno.
que asi pieza por pieza escudriñar
en alegre ejercicio de continuo
de un confín a otro en círculo cerrado
en tu usanza mejor del intelecto,
con persistencia tal que el gran misterio
se revela en la palma de la mano.
anticipadamente,
al penetrar el trifurcado espíritu,
mañana, tarde, noche,
la esférica corteza, el seno acuático.
y del cielo la bóveda celeste.

Canción, si bien en las postrimerías.
y hasta ahora jamás
ni diestra pluma ni ilustrado el numen,
que le procrean en el vasto mundo;
mas de tu padre cuán diferente eres,
y menester no tienes
ni de alas ni tentáculos ni ramas,
que acá te basta honrar
la infelice memoria del perito
en la más pura nada. Sea así.


A una tórtola

¡Oh pobrecilla tórtola!,
qué semejantes somos:
tú frente a ruiseñor y yo ante dama.
cuando en riguroso hielo
tu canto y mi palabra,
pues viviendo sin manifestar nunca
el sentimiento ardiente
que pudoroso yace
en las intimidades
de cada cual metido.
como un filón de plata bajo el suelo,
y no el gran girasol
que florece y revela sus mil dones.

Y así vivir ahora
es ganar la merced
de los benditos días por venir.
cuando la fría nada
sea absoluto todo
del divino placer que acá se alcanza.
hoy poseído sólo
por los afortunados
para quienes mañana
el todo será nada.
y para ti el ajeno triunfo ayer,
mientras mayor beldad
tú tendrás en el cuerpo que le alberga.

No lamentes tu suerte,
que es costumbre primera
la querella con uno mismo ciega.
al írsete la vida
por entre el universo.
cuando tu ruiseñor emprende el vuelo.
sin que tú oses cantar,
como yo enmudecido
por el atroz espanto
que ni un instante breve
correspondido fuera por Aquella,
a quien devotamente
contemplo desde lejos día a día.

Si el inicial estío
resulta cosa triste
y adversa para algunos por entero
es futura licencia
para gozar mañana
uno a uno los bienes hoy esquivos,
que la estación feliz
en un comienzo ajena.
florece finalmente
pletórica de frutos,
cuando las esperanzas ya perdidas
de alcanzar tan sólo uno,
que cuánto escatimados fueron siempre.

El pasado anheloso
engendra buen futuro,
y cuando juntos como yedra y olmo.
al fin con los que amamos.
¡oh filial tortolica!.
el mal pasado en bien presente muda;
y si frente a la muerte,
tal hora no es temible,
pues la señora mía
y el dulce ruiseñor
al cielo nos remontan cada cual.
aunque bajo la tierra
tu canto y mi palabra yazgan mudos.

Eso que en las entrañas allá quede,
nunca es tarde, Canción,
para que por el orbe lo proclames.


VILLANELA

Llevarte quiero dentro de mi piel.
si bien en lontananza aún te acecho.
para rescatar la perdida miel.

Contemplándote como un perro fiel.
en el día te sigo trecho a trecho.
que hnberte quiero dentro de mi piel.

No más el sabor de la cruda hiel.
y en paz quedar conmigo y ya rehecho.
rescatando así la perdida miel.

Ni viva aurora, ni oro, ni clavel.
y en cambio por primera vez el hecho
de llevarle yo dentro de mi piel.

Verte de lejos no es asunto cruel.
sino el raro camino que me he hecho,
para rescatar la perdida miel.

El ojo mío nunca te es infiel.
estando distante de lu pecho,
que haberle quiero dentro de mi piel,
y así rescatar la perdida miel





Título: Los versos juntos : 1946-2008 / Carlos Germán Belli ; pról. de Mario Vargas Llosa
Autor: Belli, Carlos Germán. Pie de imprenta: Sevilla : Sibila : Fundación BBVA, 2008
Descripción física: 650 p.

Puntuación: 0 / Votos: 0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *