Secta Pancho Fierro

Miguel Sánchez Flores, docente del Departamento de Comunicaciones, ha ganado el 8vo Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro con su obra “Secta Pancho Fierro”. A continuación, les compartimos una breve entrevista y les recordamos que pueden comprar la novela en la librería de nuestra Universidad.

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Usted ha estudiado una maestría en Historia del arte al igual que el protagonista, ¿cómo se relacionó el proceso creativo con el proceso intelectual al momento de construir esta obra?

Se me ocurren dos procesos complementarios, pero bastante distintos. Lo curioso es que escribí esta novela casi a la par de mi tesis de maestría. Si bien son procesos intelectuales parecidos a nivel de resolución, en realidad, no lo son. La tesis de maestría supone una sistematización (partes de una hipótesis, haces trabajo empírico, revisas archivos), mientras que en la novela, por otro lado, los insumos son otros. Se establecen a partir de experiencias, recuerdos, lecturas. Y, claro, en la tesis uno tiene que ser riguroso, sobre todo con la verdad. No es que puedas ponerte a ficcionar. O sea, si asumes algo es porque lo has leído, porque le has preguntado a alguien o porque lo has demostrado. La novela es un campo de más libertad y eso no quiere decir que no sea verosímil (el lector tiene que asumir que lo es), pero a nivel de escritura es mucho más libre, menos riguroso en el sentido académico. Pero, de todas maneras, ambos son procesos igual de complejos. En una tesis sabes a dónde ir; tienes un abc. En la novela a veces como que no sabes muy bien hacia dónde vas, por lo menos yo. Imagino que hay otros escritores que lo tienen claro siempre. Entonces el proceso intelectual es un proceso complementario para el caso de la novela. De hecho, me sirvió un montón porque, finalmente, el protagonista es alguien que, como yo, estaba haciendo su tesis de maestría.

¿Cómo logró tal hazaña?

Escribir la novela a la mismo tiempo que escribir la tesis fue una locura y fue desgastante totalmente. Habían días que escribía una parte de la tesis y otros que escribía parte de la novela. Pero sentía que de alguna manera me había podido a disciplinar en cuanto a horarios. Entonces sabía que contaba con cuatro horas o cinco horas al día. Creo que me funcionó en tanto pude adquirir una regularidad de trabajo. No importaba qué escribiera, sino que tenía que concentrarme en esas horas, que a veces eran menos o a veces más, para producir. Creo que eso es bien interesante. Antes me cuestionaba sobre mi propio proceso de escritura. Tenía cuestionamientos sobre mi propia imagen o mi pulsión de escritor. Era bien difícil querer ser escritor sin escribir. En esa época tenía más tiempo libre. Entonces sentía que desaprovechaba el tiempo. A medida que han ido pasando los años y aumentando mis responsabilidades, el tiempo que dispongo para el propio proceso de escritura ha ido disminuyendo. Pero, a la par, la producción ha ido aumentando. Por lo menos para mí, mientras más tiempo disponga menos posibilidad haya de que sea productivo. En cambio, cuando tengo menos tiempo, sé que a esas dos, tres o cuatro horas tengo que sacarles todo el provecho y me ha funcionado. Ahora que no tengo esta presión de entregar una novela de entregar o unas tesis, trabajo de otra manera. Hay días que escribo dos páginas. Hay semanas que no escribo ni una. Entonces es un poco más difícil para mí organizarme. Es una lucha constante para adquirir cierta regularidad. Creo que esa es la palabra clave: la regularidad.

¿Cuánto de historia tiene la obra?

No es una novela histórica, sino que se desarrolla en la actualidad. Incluso muchas partes de la novela ocurren en esta universidad. El profesor estudia aquí, va a la biblioteca, a la sala de profesores, se encuentra con gente en la misma universidad. Entonces no es una novela histórica en el sentido propio de la palabra. No está ambientado en el siglo XIX. Pancho Fierro y todo eso es una excusa. El profesor trabaja con materiales actuales; ve las estampas de Pancho Fierro en la actualidad. Y sí hay una revisión, una preocupación por el legado de Pancho Fierro y por lo que significó, pero es, sobre todo, una preocupación muy moderna. Al profesor Manuel Fontana, el protagonista, le interesa saber cómo se ha estado escribiendo la historia del arte peruano. Y, a partir de las estampas de Pancho Fierro, construye una hipótesis en la que sostiene que la historia del arte se ha estado escribiendo de una manera apócrifa ¿Por qué? Porque se ha estado basando en evidencias, en materiales y en estampas de Pancho Fierro que eran falsas. Eso le permite elucubrar una teoría más amplia en la que se cuestiona si toda la historia del arte peruano ha sido escrita de esa manera también. Entonces sus aspiraciones son mayores; y en esa pretensión, que roza con la obsesión, deja de ser un investigador académico y se convierte en un detective policial.

¿Qué planes tiene a futuro?

Me gustaría seguir escribiendo. Definitivamente, seguir de publicando, no sé si novelas o cuentos, pero de hecho me interesa seguir produciendo creación narrativa. Bueno, para eso hay que buscar temas, tener una disciplina, organizarse a todo nivel. Ahora estoy escribiendo algo que no sé muy bien hacia dónde va. Estoy tratando de establecerle alguna relación. Pero sí me interesan algunos temas ahora, no sé si con Fontana o no. Es curioso, como que uno tiene bastante tiempo para escribir su primer libro. Después tienes poco tiempo para escribir el segundo, menos para el tercero. Y, claro, uno tiene que aprender a manejar esa presión. Hasta ahora nunca he sentido presión para escribir. Pero, después de un segundo libro, es natural o normal que la gente me pregunte: ¿Qué se viene? Es la primera vez que me siento así, con una presión. No sé si sea buena o sea mala. Me gustaría publicar. Ojalá lo pueda hacer pronto.

¿Qué comentarios ha recibido sobre la novela?

He tenido de todo. Pero algo muy común que me han dicho es que cuando han empezado a leerla, no les ha dado tregua y han querido seguir hasta terminar. Creo a nivel de lo que uno quiere como escritor, está bien resuelto. Cuando escribes quieres que el lector empiece a leer y nunca termine. Atraparlo, seducirlo. Es uno de los primeros objetivos que se tiene como escritor y sí era una preocupación. Creo que la novela se plantea bien en ese aspecto. Sin embargo, también tiene un segundo plano de acción. El primero es el policial en el mayor sentido de la palabra. El segundo, que es el que me interesaba y que me lo han señalado, es que es una reflexión sobre el propio proceso de escritura, con el oficio del escritor, con cómo se construyen las historias. A medida que uno va avanzando en la novela, se va dando cuenta (o espero que se hayan dado cuenta) de que el personaje principal se cuestiona mucho sobre la tensión que existe entre la ficción y la realidad, en cómo a partir de mentiras incluso se puede construir una ficción verosímil, a partir de qué se escriben las historias o de qué se vale uno para escribir. Me interesaba ir por ese camino medio difuso, ese intersticio entre la ficción y la realidad. Jugar con eso, no solo conmigo como escritor sino con el lector, era lo que me interesaba. ¿Cómo se construye una ficción en la actualidad? Era una pregunta bien interesante sobre todo en un momento en el que los espectadores dudamos de todo. Vemos en la tele cosas y decimos: “Ah. Eso está armado”. Creo que es más difícil construir, a partir de la ficción, espacios verosímiles. Es un reto de la escritura o así me lo planteé.

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