Se crea en EEUU el Instituto de Mediación para el Entretenimiento (EMI).

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Se crea en EEUU el Instituto de Mediación para el Entretenimiento (EMI).

Es algo difícil capturar en español en una única palabra el término “entertainment” ya que, en inglés, identifica en un único vocablo la totalidad de la actividad artística –y no tan artística— dirigida al público en general para su ocio y entretenimiento en toda su amplitud. El nombre de esta nueva entidad en inglés es Entertainment Mediation Institute (EMI).

El EMI podría parecer una entidad de ámbito nacional, pero no lo es. Sus fundadores y miembros son todos californianos –del sur de California para ser más exactos— entre los que se encuentran abogados de renombre en este sector y el Senador Charles M. Calderon. La sede social de este Instituto está situada en Beverly Hills, una zona quizás comparable al madrileño El Viso, pero con palmeras y mansiones algo más grandes.

EMI se dedicará a mediar conflictos en ciertos ámbitos del ámbito del ocio, no en todos; a saber: cine, teatro, televisión, música, deportes y producción literaria. Lo que sí es cierto es que esta es la primera vez que se constituye una entidad de mediación tan especializada en el ámbito del ocio en general y con semejante elenco de pesos tan superpesados en este sector. Estas personas son o han sido máximos ejecutivos de TriStar Pictures, Columbia Pictures, Disney/ABC Cable Networks Group, etc.

En declaraciones de sus fundadores, encontramos las mismas declaraciones que se encuentran en el lanzamiento de cualquier entidad de mediación: se constituye para abaratar costes frente al litigio ordinario y para preservar relaciones.

Lo que va a resultar francamente difícil es el asunto de imparcialidad e independencia. Los mediadores fundadores conocen a todo el mundo en el sector y todo el sector los conoce a ellos. Más que mediadores, serán brokers de acuerdos; ¿y qué si lo son?

Que estos mediadores sean más brokers que mediadores no preocupa a nadie, excepto a los mediadores que querrían entrar en este selecto club de mediadores. Sin embargo, nadie en el sector confiaría en alguien ajeno al sector a quien nadie conoce. La declaración de imparcialidad la imaginamos “conozco a menganito desde hace 20 años y soy padrino de su hija, y conozco a fulanito con quien me voy de vacaciones a Mallorca todos los años desde hace 15 años”. La respuesta de las partes mediadas ante semejante declaración será algo así: “Por eso te hemos escogido”.

¿Aberrante? No; normal, lógico, y muy humano. Por este motivo sorprenden leyes que impidan la actuación mediadora de algunas personas cuando se den ciertas circunstancias como la descrita a efectos de independencia e imparcialidad.

Una ley se debe limitar a obligar a declarar circunstancias para que sean las partes las que decidan una vez sabedoras de éstas o cualquier otra circunstancia. Una cosa es mediación; otra, la dictadura y tiranía de la mediación.

Seamos claros: ADR debiera ser auténticamente opcional, no casi necesario para evitar acudir a poderes judiciales plagados de las mismas ineficiencias desde hace siglos.
Tomado de Aryme.

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