Es un artículo aprecido en el diario La República que merece prestar atención para sacar las conclusiones, tal vez contrastando con la experiencia personal

Vie, 20/08/2010 – 00:00

Algunos hombres se sienten lastimados en su orgullo. Un estudio presentado esta semana ha puesto al descubierto que en aquellas parejas donde la mujer es la que más gana el hombre es más proclive a sacar los pies del plato conyugal.

En estos tiempos en que es frecuente que ellas sean las auténticas proveedoras del hogar, un nuevo peligro se cierne sobre las relaciones de pareja: aquellos hombres que ganan menos que sus mujeres son más propensos a la infidelidad.

¿El pretexto? Según un estudio presentado el martes ante la Sociedad Norteamericana de Sociología, ser infiel, en estos casos, es una manera de restablecer su identidad de género, es decir, su maltratado orgullo masculino.

¡Qué tal conc… iencia!, exclamará usted, que se desloma trabajando para que su familia supere el trance del desempleo o el bajo sueldo de su consorte. Y eso que aún no sabe que, en los casos en los que el hombre depende totalmente del dinero de la pareja, hay cinco veces más posibilidades de que saque los pies del plato.

“Ganar menos que la pareja mujer puede amenazar la identidad de género de los hombres, al poner en tela de juicio la noción tradicional del hombre como sostén de la familia”, indica Christin Munsch, autora del estudio y candidata a un doctorado en Sociología de la universidad de Cornell.

Pero la peor noticia para las mujeres latinas viene aquí, pues, según Munsch “esta relación puede ser particularmente fuerte en ciertos subgrupos para los que la masculinidad tiene tradicionalmente gran valor, como los hombres latinoamericanos”.

La situación resulta un callejón sin salida para las mujeres, pues el mismo estudio muestra que los hombres cuyas parejas son más dependientes de ellos, también son más proclives a ser infieles.

No obstante, es diferente en el caso de ellas. Si una mujer es el sostén económico de la familia, también será más propensa a engañar a su pareja –tal parece que las relaciones donde las mujeres ganan más están condenadas–, mientras que, si es ella la que depende de su marido, es menos probable que le sea infiel.

En general, las mujeres son la mitad de propensas a engañar a sus parejas, cualesquiera sean las circunstancias, según descubrió Munsch al examinar los resultados de una encuesta nacional realizada entre nueve mil personas, que comenzó en 1997, cuando eran niños.

La estudiosa se enfocó en los resultados entre el 2001 y el 2007, cuando estaban entre los 17 y 27 años, y descubrió que el 6,7% de los hombres en Estados Unidos fueron infieles a sus mujeres en ese período, contra 3,3 de las mujeres.

“La feminidad de las mujeres no está definida por su estatus económico y tampoco por sus conquistas sexuales. Por tanto, la dependencia económica no es una amenaza a esa feminidad”, dice Munsch y agrega: “Más bien, dada la doble moral sexual, es probable que la dependencia económica lleve a la mujer a ser más fiel”.

El otro descubrimiento del estudio fue que los negros y los hispanos –en los Estados Unidos, aunque la tendencia se puede extender a cualquier lugar del mundo– eran más propensos a compensar la baja autoestima derivada de ganar menos que la pareja con una infidelidad.

También se descubrió que “a mayor educación, menos probabilidad de que él o ella sean infieles”. Es decir, si su pareja tiene un doctorado, usted tiene menos riesgos de lucir unos pintorescos cuernos.

Lo mismo puede decirse en el caso de la religiosidad del varón que gana menos. Cuando más firmes principios religiosos tenga su pareja, menos infiel será, aunque tenga que mantenerlo toda su vida. Aaamén.

La República

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