Day: 8 julio, 2009

Cerca de 95% de los homicidas en todo el mundo son hombres… ¿Por qué las mujeres matan menos?

Margarita Rodriguez
BBC Mundo
20 octubre 2016

Al principio sentí que mi pregunta era un poco tonta.
“La violencia en todo el mundo es perpetrada predominantemente por hombres jóvenes. Eso lo sabe todo el mundo”, me respondió un profesor de criminología y estadísticas de una reconocida universidad de Estados Unidos.
Pero la segunda parte de su respuesta me devolvió la confianza para investigar por qué las mujeres, que son poco más del 50% de la población mundial, cometen sustancialmente menos homicidios que los hombres.
“Nadie sabe realmente por qué. Pero hay mucha especulación que va desde la testosterona hasta la socialización. No tengo conocimiento para opinar sobre esto. Lo siento”, me dijo.

Y aunque no quiso ser entrevistado, me dio luces de una realidad cuyas estadísticas son contundentes.
De acuerdo con el más reciente estudio mundial sobre el homicidio de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), publicado en 2014, cerca de 95% de los homicidas a nivel global son hombres.

Ese porcentaje me impresionó y no fui la única.
“La diferencia es enorme y fue impactante para mí también. Me quedé muy sorprendida”, señala en conversación con BBC Mundo Caron Gentry, académica especializada en género y terrorismo de la Universidad de St Andrews, en Escocia.
“Me gustaría tener más información cualitativa. ¿Qué hay detrás de esos números? Si entrevistas a las mujeres que han cometido un homicidio o si ves las circunstancias de las vidas de esas mujeres ¿qué está pasando ahí?”, dice la experta.
Y agrega “me pregunto si hay datos que no están a la luz. ¿No arrestamos tantas mujeres porque pensamos que ellas no son capaces (de asesinar) o porque sus actos violentos se registran de una forma diferente? No estoy segura”.
Un asunto de hombres
Los porcentajes del estudio de UNODC son más o menos constantes “de país a país y entre regiones, independientemente de la tipología del homicidio o del arma empleada”.

“Los homicidios son principalmente un problema de hombres, desde la perspectiva no sólo de los perpetradores sino de las víctimas, y en su mayoría involucra a menores de 30 años”, le dice a BBC Mundo Enrico Bisogno, jefe de la unidad de desarrollo de datos de la UNODC.
La aterradora manera en que los adolescentes están muriendo en América Latina
En un informe publicado en marzo por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas sobre las tendencias de la delincuencia a nivel mundial, se afirma que alrededor del 80% de las víctimas de homicidio intencional en todo el planeta son hombres.
Y añade: “el 90% de quienes cometen homicidio en el mundo son hombres, y la tasa es similar en todas las regiones”, indica el reporte.

Según Bisogno, los homicidios cometidos en los espacios públicos son generalmente perpetrados por hombres contra hombres, mientras que en la esfera doméstica en la mayoría de los casos las víctimas son mujeres, asesinadas por sus parejas, exparejas o familiares.

“Mientras que los hombres son asesinados por alguien que ni siquiera conocen, casi la mitad de todas las mujeres víctimas son asesinadas por las personas más cercanas a ellas”, señala un comunicado de la UNODC.

La concentración de asesinatos entre hombres es una de las constantes más firmes de la criminología, señala en comunicación con BBC Mundo el director del Instituto de Criminología de la Universidad de Cambridge, Lawrence Sherman.
Para ilustrar ese punto, el profesor de criminología cita los hallazgos del historiador urbano estadounidense Eric Monkkonnen, quien es considerado una autoridad en la historia del crimen.
Monkkonnen analizó exhaustivamente las estadísticas de homicidios en algunas ciudades. Lo que halló cuando examinó las de Londres y Nueva York es impresionante:
Homicidios en Londres
En 137 años (entre 1719 y 1856)
85%
de los asesinos detectados fueron hombres
Homicidios en Nueva York
93%
de los asesinos detectados entre 1797 y 1875 (en 78 años) fueron hombres
93%
de los asesinos detectados entre 1968 y 1994 (en 26 años) fueron hombres
Homicidios en Nueva York
En 2 siglos (entre 1800 y 1999)
82,1%
de las víctimas fueron hombres
17,9% de las víctimas fueron mujeres
Un enigma
Aunque hay evidencia de que a nivel global los hombres cometen más crímenes violentos que las mujeres, las razones no lo son.
“Hay una gran incógnita sobre por qué pasa y no hay una explicación. Los criminólogos, los psicólogos y todos los que se han acercado al fenómeno no han sido capaces de dar una respuesta satisfactoria (…) Hay más disenso que consenso”, le dice a BBC Mundo Antonio Andrés Pueyo, profesor de Psicología y Criminología de la Universidad de Barcelona.

Para Bisogno, es importante ir más allá de lo que pudiese parecer obvio: los roles del hombre y la mujer en ciertas sociedades, el consumo de alcohol, el acceso a armas de fuego, la tendencia masculina a participar en pandillas o en actividades del crimen organizado.
Sin embargo, en muchos casos esos factores son los detonantes.
Y es que de acuerdo con la UNODC, “el consumo de alcohol y/o drogas ilícitas aumenta el riesgo de cometer un homicidio. En algunos países, más de la mitad de los homicidas actuaron bajo la influencia del alcohol”.
“Las armas de fuego son las armas homicidas más utilizadas, al causar 4 de cada 10 homicidios a nivel mundial, mientras que una cuarta parte de las víctimas son asesinadas con cuchillos y objetos punzantes”.
La tesis de la testosterona
Investigadores como Martin Daly y Margo Wilson, autores de “Homicide: Foundations of Human Behavior” (“Homicidio: Fundamentos del comportamiento humano”), exploran una “psicología biológica evolutiva del homicidio que toma en cuenta las diferencias de género”, señala Sherman.
Entre esas diferencias, explica el académico, están las biológicas subyacentes, incluyendo la testosterona.

De acuerdo con Pueyo, cuando uno observa que los hombres son más violentos físicamente, más agresivos que las mujeres, “naturalmente lo que más sobresale desde el punto de vista hormonal es la preponderancia de la testosterona”.
Y es que la testosterona, explica el profesor de la Universidad de Barcelona, tiene una relación directa con la competitividad “y a veces la violencia es el último paso de la competitividad”.
“El tipo de asesinato más frecuente entre los hombres es el que acontece en el marco de la pelea, en el contexto del ocio o de bandas que compiten en el ámbito de la delincuencia”, señala.

Para el experto español, la testosterona pudiese tener cierta influencia, pero no es lo determinante.
“La testosterona parece explicar en parte que la mayoría de los asesinatos los cometen hombres jóvenes. Pero en otros casos, como por ejemplo los asesinatos de pareja, pesan otros factores no tan biológicos”, indica el docente desde Barcelona.
Y no es el único, el profesor Sherman, en Inglaterra, considera que existen factores culturales, sociales y políticos que se correlacionan para incidir en la inmensa diferencia en las tasas de homicidios cometidos por hombres y mujeres.
Rayita
En la calle: la experiencia de un policía
Carlos es un sargento de la policía en Colombia que prefiere no ser identificado.
En sus 30 años de experiencia ha estado en diferentes regiones del país y en diversas unidades.
La violencia no le es ajena, no solo por integrar una de las fuerzas de seguridad del país que tiene el conflicto armado más antiguo del hemisferio occidental, sino porque combatió los carteles de la droga cuando Pablo Escobar tenía en jaque al país.
Claro que las mujeres matan, sino que generalmente lo hacen en defensa propia”
Un policía colombiano
A sus 50 años y sin haber leído el reporte de las Naciones Unidas, hay algo que tiene muy claro:
“Yo diría que aquí 93% de los homicidios son cometidos por hombres y 7% por mujeres”, le dice a BBC Mundo.
“Siempre encuentro lo mismo: nuestra cultura machista hace que los hombres sean más dominantes, más fuertes, que quieran defender lo suyo a capa y espada y que -como dicen aquí- ‘no se la dejen montar de nadie’. Y si a eso se suma el uso de sustancias estupefacientes y la promesa de dinero fácil y rápido en zonas de mucha pobreza, el hombre tiende a ser más violento”.
“Aquí vulgarmente se dice que las mujeres son el sexo débil porque son más maternales y conservadoras. Pero claro que las mujeres matan, sino que generalmente lo hacen en defensa propia”.
Una rayita
Lo que hace la sociedad
La experiencia en la calle de un sargento en Colombia no está muy lejos de confirmar lo que los estudios demuestran.
“Tomos de investigaciones sociológicas demuestran que los niños y los hombres son socialmente recompensados por ser físicamente fuertes y dominantes y socialmente ridiculizados si se muestran débiles o sumisos”, le explica a BBC Mundo la profesora de Sociología de la Universidad de Harvard, Jocelyn Viterna.

Para la docente, “la impresionante diferencia en las tasas de homicidio por género es, desde un punto de vista sociológico, claramente enraizado en la socialización de género”.
“Las mujeres, en contraste, son premiadas socialmente por su comportamiento tranquilo, subordinado y pacífico. Debido a que se espera que los hombres sean violentos y las mujeres pacíficas, hay hombres y mujeres que viven para satisfacer esas expectativas”.
“Para ilustrar cuán arraigado está eso en nuestra sociedad, piensa por un minuto cómo los hombres se alientan para ser más agresivos o más dominantes físicamente, ya sea en un campo de fútbol o en el ejército o en una pelea en el bar”.

Se dicen que no actúen como niñas, como mujeres, lo cual deja muy claro que el comportamiento no agresivo es un atributo femenino, no de un hombre “real”, señala la académica.
Para Gentry, quien junto a Laura Sjoberg, es autora del libro: “Mothers, Monsters, Whores: Women’s Violence in Global Politics” (“Madres, monstruos, putas: la violencia de las mujeres en la política global”), las razones que explican por qué hay mayor cantidad de hombres que mujeres homicidas podrían tener raíces sociales y culturales y no tanto biológicas.
“Las mujeres en la mayoría de las sociedades, si es que no en todas las sociedades, no tienen acceso igualitario al poder. Quizás tienen acceso a las armas, pero no necesariamente al poder y a la dinámica social que les dan la habilidad de cometer un asesinato”.
Rayita
La violencia masculina: una visión antropológica
“Los hombres inventaron la guerra y me refiero a los varones”, le dice a BBC Mundo la doctora Florence Rosemberg, profesora de Antropología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México.
“Desde el neolítico, desde el surgimiento de las primeras ciudades, del poder y del Estado teocrático y militar, los varones empiezan a conquistar otros espacios y así inventan la guerra”, señala la antropóloga social.

Y es muy bien sabido que cuando los hombres llegan a conquistar otros lugares, roban o violan a las mujeres, usan la violencia”.
“Eso ha sido parte de la historia en los últimos 5.000, 6.000 años”.
Cuando las armas de fuego empiezan a producirse a gran escala, se convierten “una vez más” en elementos de dominio masculino y por ende en instrumentos para imponer su fuerza, indica.
Paradójicamente, el hecho de que estas armas sean fáciles de usar permitió que las mujeres también tuvieran acceso a ellas.
Rayita
Cuando las mujeres matan
Al hablar de la personalidad de un homicida, explica Pueyo, hay dos factores que son clave: su actitud hacia la violencia y su impulsividad o temperamento.
Ambos elementos se dan indistintamente en hombres y mujeres: “cuando la persona ya sea por venganza, por celos, por envidia o por cualquier otra razón cree que el homicidio es tolerable, justificable”.

Y es así como mujeres y hombres llegan a mostrar la misma crueldad.
“Asumimos que las mujeres son más pacíficas, más gentiles, más dadas a criar, a educar, y (como sociedad) no sabemos cómo reaccionar cuando no son así, pero las mujeres han estado envueltas en genocidios, las mujeres violan, las mujeres cometen actos de terrorismo, torturan. Abu Ghraib es un ejemplo de ello”, señala Gentry.

En muchos casos, las mujeres matan para defenderse o para proteger a sus hijos.
Sin embargo, si nos concentráramos en los infanticidios encontraríamos que la balanza del sexo de los perpetradores cambia, advierte Pueyo.
“Las mujeres son más autoras de infanticidios, especialmente de bebés, que los hombres. Parece fácil la explicación: ella son las que están a cargo de su cuidado”

FUENTE. BBC MUNDO

FORUM: DEMOCRAIA PARA EL DESARROLLO

Gestión del agua y cambio climáticoclima

LUGAR: AUDITORIO DE COLEGIO DE INGINIEROS DE iCA
INGRESO LIBRE

Mi padre me inyectó VIH cuando yo era un bebé

Lucy Hancock
BBC

Cuando el padre de Brryan Jackson le inyectó sangre infectada con VIH esperaba nunca verlo crecer. No imaginó que 24 años después estaría enfrentándolo en tribunales, los que han debido escuchar los detalles de su impactante y devastador crimen.
Es hora de almuerzo en el Departamento de Cárceles de Misuri. Brryan Jackson está nervioso y es es llevado desde la ruidosa entrada de la sala de espera hasta una sala blanca y tranquila.
Del otro lado, un hombre que viste un uniforme blanco de prisionero lo está esperando. Es su padre, Bryan Stewart, a quien no ve desde que era un bebé.
Jackson está aquí para leer una declaración que asegure que su padre permanezca tras las rejas por el mayor tiempo posible. Un conjunto de palabras que no creía iba a tener la oportunidad de leer desde que, en 1992, fuera diagnosticado con sida avanzado y desahuciado.
Aferrándose a una sola hoja de papel impreso, Jackson se ubica calmadamente al lado de su madre, a cinco asientos del hombre. “Traté de mantener la mirada hacia delante, no quería hacer contacto visual con él”, cuenta.
Sin embargo, lo puede ver de reojo y por un segundo visualiza su cara.
“Lo reconocí por su foto de prontuario, pero no tengo ninguna conexión con él”, dice Jackson. “Ni siquiera lo reconozco como mi padre”.
La comisión de libertad bajo palabra lo llama a leer su declaración de víctima. Jackson hace una pausa.
“En ese momento me pregunté si estaba haciendo lo correcto, pero mi madre siempre me enseñó a ser valiente”.
“Traté de recordarme que Dios siempre está conmigo. Cualquiera sea el resultado de la audiencia. Dios es más grande que yo, más grande que mi padre, más grande que esa sala e incluso más grande que el Departamento de Justicia”.
Respira hondo, fija sus ojos en la comisión y comienza su relato.
El raro caso de los niños con VIH que no llegaron a desarrollar el sida
Lo que el desierto se llevó
Comienza hablando sobre cuando sus padres se conocieron en dependencias militares en Misuri, donde ambos estudiaron medicina.
Se mudaron a vivir juntos y cinco meses después, en 1991, su madre quedó embarazada.
“Cuando nací, mi padre estaba muy entusiasmado. Pero todo cambió cuando se fue a la operación ‘Tormenta del desierto’ (la ofensiva aliada en la Guerra del Golfo) y cuando volvió de Arabia Saudita su actitud era completamente distinta”, asegura Jackson.
Stewart comenzó a desconocer a Jackson como su hijo, pidió pruebas de ADN y comenzó a maltratar verbal y físicamente a su madre.
Cuando finalmente ella lo dejó, la pareja se enfrascó en un amargo conflicto por la manutención de sus hijos, la que Stewart se negó a pagar. Durante esas peleas, Stewart hacía siniestras amenazas.
“Solía decir cosas como: ‘Tu hijo no vivirá más allá de los 5 años’ y ‘Cuando te deje, no va a quedar ningún vínculo entre nosotros'”.
Por esa época Stewart, quien consiguió trabajo tomando muestras para un laboratorio, comenzó secretamente a guardar en su casa muestras de sangre infectadas, algo que los investigadores descubrirían tiempo después.
Brryan Jackson con su padreImage copyrightJACKSON FAMILY
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Jackson, a la derecha, con su padre.
“Solía bromear con sus colegas y decir: “Si quisiera infectar a alguien con estos virus, nunca sabrían quién lo hizo”, contó Jackson.
Para cuando Jackson tenía 11 meses, sus padres habían perdido completamente contacto. Pero cuando Jackson cayó en el hospital por un ataque de asma, su madre tomó el teléfono.
“Mi madre llamó a mi padre y le contó. Asumió que le interesaría saber que su hijo estaba enfermo. Cuando lo llamó, sus colegas le dijeron: ‘Bryan Stewart no tiene hijos'”.
El día que estaba siendo dado de alta, Stewart se apareció inesperadamente.
“No era un padre muy presente, así que a todos les extrañó que apareciera”, dice Jackson.
“Mandó a mi mamá a la cafetería por un café, así podía estar a solas conmigo”.
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Y cuando no hubo moros en la costa, Stewart tomó una jeringa con sangre contaminada con VIH y se la inyectó.
“Esperaba que me muriera, así no tenía que pagar mi mantención”, dice Jackson.
Su madre volvió y lo encontró gritando en los brazos de su padre. “Mis signos vitales estaban todos alterados porque no sólo me inyectó sangre contaminada con VIH, sino también incompatible con mi grupo sanguíneo”.
Los doctores no entendían nada. Sin tener idea del virus mortal que corría por sus venas, le restablecieron el pulso, la temperatura, la respiración y lo mandaron a casa.
Pero en las semanas que siguieron, la madre de Jackson vio cómo el cuerpo de su hijo comenzó a deteriorarse frente a sus ojos.
Desesperada por un diagnóstico, durante cuatro años “me llevó a un sinnúmero de citas médicas rogándoles averiguar por qué me estaba muriendo”, relata Jackson.
Ninguna de las pruebas que le hacían arrojaba alguna pista.
Si bien era un niño, Jackson se daba cuenta de que la situación era aterradora. “Me acuerdo de despertar en medio de la noche gritando: ‘Mamá, por favor, no dejes que me muera'”, cuenta.
El terrible diagnóstico
Una noche, después de haberle realizado todas las pruebas habidas y por haber, su pediatra despertó de una pesadilla, llamó al hospital y les pidió que le hicieran un test de VIH.
“Cuando llegaron los resultados fui diagnosticado con sida avanzado y tres infecciones oportunistas”.
Los doctores llegaron a la conclusión de que no había posibilidad de que sobreviviera.
“Querían que tuviera la vida más normal que pudiera”, dice. “Así que me dieron cinco meses de vida y me mandaron a casa”.
A pesar del diagnóstico, los médicos siguieron tratando a Jackson con todos los medicamentos disponibles.
Bryan Jackson con su madre.Image copyrightJACKSON FAMILY
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Bryan Jackson con su madre.
Durante su infancia, mantenerse vivo ya era un gran logro. “Un día estaba bien y a la hora siguiente me tenían que llevar de urgencias al hospital por otra infección”, relata.
Quedó con deficiencias auditivas producto de los medicamentos.
Pero mientras otros niños que Jackson había conocido en el hospital no sobrevivían, la salud de Jackson comenzó a mejorar, ante la sorpresa de sus doctores.
De pronto estaba lo suficientemente saludable como para ir al colegio, así que comenzó a ir a clases media jornada, con la mochila llena de remedios y una sonda intravenosa a cuestas.
Como el niño sociable que era, no se daba cuenta del estigma que rodeaba su enfermedad.
“En los ’90 la gente pensaba que podías pegarte el sida por usar el mismo baño. Una vez leí un texto que decía que podías contagiarte incluso por hacer contacto visual”.
No eran los niños los que le tenían miedo, sino sus padres. No lo invitaban a sus cumpleaños, de hecho, no invitaban ni siquiera a su media hermana. Pero a medida que fueron creciendo, los niños empezaron a adoptar los prejuicios de sus padres.
“Me decían cosas como ‘el sidoso, el gay’. Fue entonces cuando comencé a sentirme aislado y solo. Sentía que no había lugar en el mundo para mí”.
El crimen se revela
Cuando tenía 10 años, los cabos sueltos de su enfermedad comenzaron a atarse. Y apuntaron a su padre.
Le tomó años darse cuenta de la magnitud de lo que su padre había hecho.
“Al principio estaba enojado, amargado. Crecí mirando películas donde los padres aman a sus hijos. No podía dejar de pensar en cómo mi propio padre había sido capaz de hacerme algo así”.
“No sólo trató de matarme, sino que cambió mi vida para siempre. Él es el responsable de los abusos, de las burlas, de todos los años de hospital. Él es la razón por la que debo estar constantemente preocupado de mi salud”.
Cuando tenía 13 años y estudiando solo la Biblia en su habitación se dio cuenta de que a través de la fe podía perdonar a su padre.
“Perdonar no es fácil, pero no quiero rebajarme a su nivel”.
A pesar de que nació como Bryan Stewart junior, el año pasado le agregó una “R” a su nombre y adoptó el apellido de su madre.
VIHImage copyrightSPL
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36,7 millones de pesonas viven con VIH, según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud de 2015.
Justicia
“Durante la audiencia él se refirió a mí como su hijo. Traté de alzar mi mano para pedir que se refiriera a mí como su víctima. ¿En qué momento había sido yo su hijo? ¿Era su hijo cuando intencionalmente me inyectó VIH?
En julio, Jackson recibió una carta de la Oficina de Cárceles de Misuri. Le informaba que, considerando la audiencia, se le había negado la libertad bajo palabra a su padre por otros cinco años.
“Todo lo que podía hacer en la audiencia era leer mi declaración y rogar porque se hiciera justicia. Pero ese veredicto me da mucha fuerza”.
“A veces tengo pesadillas con que vendrá a terminar el trabajo que empezó”, cuenta. “Puede que lo haya perdonado, pero creo que debe pagar por lo que hizo”.
Su padre argumentó en su defensa que sufría de trastorno por estrés postraumático luego de su paso por Arabia Saudita. Sin embargo, Bryan no le cree. Dice que él estuvo en reservas militares y que nunca vivió el combate.
La paternidad
Por ahora, Jackson sigue superando todas las expectativas médicas.
“¡Estoy sano como un caballo! ¡Más que un caballo!”, dice.
“En este momento mi conteo de células T es superior a la media. Eso significa que prácticamente no hay ninguna posibilidad de que transmita el virus. Pasé de tomar 23 pastillas al día a una sola. No sé lo que hice, pero por ahora mi VIH es ‘indetectable'”.
“Igual todavía tengo sida”, comenta sin perder la alegría. “Un diagnóstico de VIH es siempre un diagnóstico de VIH”.
Y a pesar de haber tenido un mal padre, no pierde la esperanza de ser uno bueno él mismo.
“Me gustaría ser un padre”, dice.
“Un padre es una de las cosas en la vida para las que siento que estoy destinado”.
Me gustaría criar a mis hijos con esperanza. Darles una visión de que el mundo es un lugar lleno de paz y que siempre estaré allí para protegerlos”, asegura.
“De las cosas malas pueden surgir grandes cosas”.

Fuente:BBC Mundo