Day: 8 julio, 2009

El piropo, un controvertido patrimonio masculino

28.04.2011 | OPINIÓN

http://www.youtube.com/watch?v=Xua-XZfEttQ

¿Es siempre un halago, un arma de seducción? ¿Por qué a veces lo sentimos como algo violento, como invasión? ¿Es un estímulo erótico o lo contrario? ¿Por qué sólo piropea el varón?
Lic. Adriana Arias

Lo primero que me sorprendió al investigar sobre el tema es la cantidad de sinónimos que tiene el verbo “piropear”: requebrar, galantear, florear, lisonjear, alabar, adular, elogiar, arrullar, camelar, florear, galantear. Cumplido, sobre todo el que dirige un hombre a una mujer con la intención de halagarla. Sin duda se trata de un recurso valioso a la hora del cortejo y como arma de seducción ya que, en estos casos, resalta los valores estéticos estimulando la autoestima de la destinataria, propiciando su entrega y ganando su voluntad. Es entonces cuando el piropo es elogio, confirmación, estímulo erótico y tiene una direccionalidad hacia un sujeto elegido y hacia un objetivo amoroso. Es el piropo de intercambio, es aceptado por ambos y suma en la comunicación inicial de una pareja.

Sin embargo, el piropo nos encuentra comúnmente en situaciones de diferente naturaleza. Es aquel comentario que nos sorprende mientras caminamos por la vereda y surge abruptamente de un edificio en construcción, o cuando estamos por cruzar la calle y aparece detrás de la ventanilla de un auto de boca de un perfecto desconocido o nos viene de atrás, susurrante e intrusivo, y tantas situaciones más. En estos casos el piropo no establece diferencias, no hay singularidad, nos universaliza convirtiéndonos en objeto del deseo del otro. En muchos casos pueden también resultar ofensivos y materializar la dominación simbólica masculina, incluso el acoso sexual.

Nos abruma, nos descoloca. Muchas veces lo vivimos como una real amenaza, nos obliga a apurar el paso o cruzarnos de vereda. Nos impotentiza ante el hecho de no poder responder al mismo al encontrarnos en inferioridad de condiciones. En estas situaciones el “piropo” se transforma en un hecho violatorio de nuestra intimidad en el punto de que se apropia de nosotras sin nuestra menor participación. Sin duda, se trata de una extensión de lo que le sucede al “otro” naturalizando un supuesto derecho a descargar sobre nosotras su lascivia. Nos encontramos con situaciones en las que el piropo se parece más a una descarga resentida de quien sabe que no tiene posibilidades de empatizar o conseguir respuesta alguna del sujeto a quien lo dirige.

Desde ya que reconocemos las diferencias entre este tipo de piropos y aquellos que proponen una gracia, una simpática apreciación positiva que generalmente se comparte ante pares y se satisface con el solo hecho de ser dicha. En estos casos la diferencia reside en el estilo de la mujer que lo recibe, bien puede disponerse al mismo, tomar una actitud desplegada para recibirlo y agradecida por ser destinataria o bien puede vivir la escena como incómoda y desagradable. Esta diferencia se basa tanto en la forma en que el piropo fue dicho como en la tolerancia y entrega al mismo de quien lo recibe.

Como vemos, una de las singularidades del piropo es que es casi siempre material del varón hacia la mujer; si bien últimamente las mujeres nos permitimos esa licencia, lo esperable es que sea el varón quien piropee y la mujer quien reciba el piropo. De hecho, podemos imaginar a una mujer piropeando a un varón pero en todo caso será siempre de manera positiva aprobando sus valores y en un espacio de privacidad.

Los piropos guarros y desmedidos quedan siempre del lado de los varones. Recuerdo un cuento de Susana Torres Molina en el que la protagonista, luego de soportar la insistencia de un varón que la perseguía con declaraciones abusivas sobre su cuerpo y sobre las intenciones sexuales sobre el mismo decidió dar la vuelta a la esquina y comenzar a hacer lo mismo detrás de él consiguiendo que el tipo saliera corriendo azorado. Un buen ejemplo de cuando las diferencias se transforman en desigualdades.

Lic. Adriana Arias, psicóloga y sexóloga, co-autora de los libros Locas y Fuertes y Bichos y Bichas del Cortejo, junto a Cristina Lobaiza (Del Nuevo Extremo)

Fuente: http://www.entremujeres.com/pareja-y-sexo/piropo-deseo-erotico-sexo_0_301769835.html (más…)

Infidelidad mental: ¿existe la traición sin sexo?

Fantaseás con una persona que no es tu pareja estable. Te imaginás cómo sería tenerlo cerca, en la intimidad. Pero abrís los ojos y a tu lado sigue ese hombre que, desde hace tiempo, comparte con vos alegrías y tristezas. ¿Es infidelidad?

Merlina Meiler

Fantaseás con una persona que no es tu pareja estable. Por un lado, tenés pensamientos recurrentes que incluyen salidas a solas, intimidad, cercanía. Imaginás cómo sería el contacto de tu piel con la del hombre que te está desvelando. Albergás dentro de tu alma algo diferente que no permite que te concentres y te dediques a tus actividades como lo hacías anteriormente.

Pero también tenés sentimientos encontrados ya que, en tu casa, la situación no se ha modificado, al menos por fuera. Cuando abrís los ojos y volvés a conectarte con tu realidad, sigue a tu lado aquel ser que te acompaña desde hace tiempo, que comparte con vos alegrías y tristezas, salud y enfermedad, momentos buenos y malos. En fin, la vida, lo real, lo de todos los días.

Sentís el agobio de tener que fingir una sonrisa o un encuentro sexual, mientras por tu cabeza pasan imágenes de lo que sería tener entre tus brazos a quien tanto deseás. ¿Esto es infidelidad?

Para muchas personas es tan sólo una fantasía que no reviste mayor importancia, salvo que la concreten. Si hay contacto íntimo, entonces sí que se consideraría “una metida de cuernos”. Por el contrario, hay mujeres que se sienten mortificadas por pensar constantemente en otro, de una manera que hace mucho no les pasa con su compañero actual (o no les pasó nunca).

Usá tu propio prisma para decidir si lo que te está sucediendo está provocado por el aburrimiento (en cuyo caso, de vos también depende ponerle una pizca de pimienta a tu relación para que salgan juntos del tedio), por una atracción pasajera (¿quién no ha suspirado por una estrella de cine? Lo mismo puede pasar con un vecino o con un compañero de trabajo, por ejemplo) o si hay algo más y tu vínculo necesita desesperadamente que le prestes atención para dilucidar qué sucede (o qué no sucede) y así tomar medidas que te permitan recuperar la felicidad perdida.

Según mi punto de vista, si no hay sexo físico con otra persona, no hay infidelidad. Es lógico en algún momento, en especial en relaciones de varios años y que pasan por diversas etapas (noviazgo, casamiento, llegada de hijos, cambios laborales o en el status económico, etc.), sentir cierta atracción por alguien distinto: tenemos ojos y sentidos y, por alguna razón, puede pasar que nos sintamos muy a gusto con alguien y se nos disparen ideas de distinto tenor.

Si sólo se trata de pensamientos y queda enmarcado allí, significaría que nuestra pareja es sólida y estamos ante una atracción que se generó, meramente, por nuestra condición de seres humanos. Como adultas, la observamos y la dejamos pasar porque estamos conscientes de que es lo mejor para nosotros y para quienes nos rodean. Ahora, si el deseo comienza a volverse inmanejable e interfiere en nuestra vida diaria, el problema, lógicamente, es otro y radica en nuestro vínculo de pareja, no en lo que pensamos o sentimos.

Por Merlina Meiler, coaching emocional y autora del blog Mejora emocional. En Twitter, @merlinameiler.

¿Creés que la infidelidad mental está al mismo nivel que la física?

Fuente: diario Clarin (más…)