Por: Rodrigo Montoya Rojas

Publicado: Sábado 04 de febrero del 2012
Ocurre que ahora todas las fuerzas de la derecha lamentan que los jóvenes sepan muy poco o nada de lo que hicieron los senderistas y que el nombre de Abimael Guzmán sea prácticamente desconocido para ellos.

Cuando la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) presentó su Informe final, las Fuerzas Armadas y policiales, el fujimontesinismo, el APRA, Acción Popular, el PPC y la cúpula oficial de la Iglesia católica, se opusieron rotundamente a ese informe y defendieron la tesis del olvido. En ninguna parte de la Constitución hay una norma que diga, “merecen un ascenso quienes torturan, violan y matan para defender la democracia”. Víctimas de su ceguera querían que solo se persiga y castigue a los senderistas y emerretistas. Con su cristianísima concepción siguen dividiendo a los seres humanos entre ángeles que merecen el cielo y demonios que van directamente a los infiernos. Debieran saber ellos y ellas que el cielo y el infierno son parte de la misma gran ficción.

Desde el poder colonial se implementa una política firme y constante para olvidar. En la orilla contraria, por donde pasa La Libertad, la memoria es un recurso indispensable para que los huesos de las víctimas hablen e identifiquen a los responsables de sus muertes. Después de señalar las responsabilidades se juzga y castiga a los culpables y -sobre ese fondo de justicia- tienen sentido el perdón y la reconciliación. Los católicos de derecha lo saben, pero no les importa porque en la defensa de sus intereses, el olvido cuenta más que la memoria. Clamaron por el olvido y ahora lamentan que los jóvenes no sepan qué pasó en el Perú. Les piden que recuerden los crímenes de los senderistas y emerretistas y que no se enteren de los crímenes de las Fuerzas Armadas y policiales. Exigen que se les cuente la historia de Abimael pero que el Informe de la Comisión de la Verdad siga sepultado. Por eso tenemos el deber moral de examinarlos y condenarlos al mismo tiempo.

Habrá tiempo, después, de volver sobre los grandes problemas de la Educación oficial y nuestra historia. El olvido deseado e impuesto de lo ocurrido entre 1980 y 2000, es solo un fragmento minúsculo. ¿Quiénes decidieron disminuir el peso de los cursos de historia hasta casi desaparecerlos?, ¿Por qué no hay un curso en el que se enseñe los derechos que como ciudadanos tenemos, se revisen las constituciones del país y se les compare con las constituciones de los países vecinos, por ejemplo?, ¿Cuándo será posible que el curso de religión deje de ser un monopolio católico o desaparezca?, ¿Por qué los principios andinos de solidaridad, reciprocidad, respeto de la Pachamama, y el valor del trabajo-alegría-fiesta no entran ni por una rendija en los textos escolares?, ¿Hasta cuándo la revolución nacional de Túpac Amaru seguirá siendo considerada como una pequeña protesta contra los abusos de algunas malas autoridades y no como LA PRIMERA gran rebelión indígena contra la monarquía española?, ¿No fue importante para el país el levantamiento victorioso de Juan Santos Atahualpa, como Inca-Rey? Cuando será posible que los jóvenes sepan cómo y por qué la sociedad inca resolvió problemas de alimentación para doce millones de personas como caso único en la historia del mundo de ese momento?, ¿Qué pasó con el curso de literatura peruana?

Lamentablemente, no es posible discutir y debatir ideas sobre estos temas y problemas, porque los voceros de eso que se llama ahora Derecha Bruta y Achorada (DBA) solo insultan, agreden, descalifican y empobrecen su ya elemental castellano con abundantes groserías. Observen lectoras y lectores el diario limeño Correo, como la tribuna de quienes escriben desde el hígado y los intestinos, con una u otra excepción.

Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com (más…)