Publicado el : 2 Diciembre 2011 – 11:42 de la mañana
| Por Marta Garrido (Foto: YouTube)

Hasta la fecha, se conoce que veinte mujeres han sido rociadas con ácido en Colombia; todas víctimas de violencia de género. Sin embargo, la inoperatividad del sistema judicial colombiano hace que la mayoría de los culpables no reciban castigo.

Érica, Gina, María, Gloria… y dieciséis mujeres más han sido quemadas con ácido como consecuencia de la violencia de sus compañeros sentimentales. Una realidad que “se va instalando como práctica en la sociedad”, según cuenta a Radio Nederland Liliana Silva, abogada de la Casa de la Mujer en Colombia.
Sin embargo, según el hospital Simón Bolívar de Bogotá, que registra la mayoría de los casos de mujeres jóvenes agredidas con sustancias químicas, la mayor parte queda en la impunidad porque las autoridades no encuentran culpables, o dicen no hallar pruebas para castigar al acusado.

Hay leyes, pero no se cumplen
“Las penas para los agresores de las mujeres quemadas dependen del nivel de daños que sufra la víctima: si la agresión genera una incapacidad menor o mayor de 30 días, si pierde movilidad en órganos del cuerpo o si la incapacidad es tan alta que esta víctima no va a poder realizar su vida de manera normal. La pena puede llegar a ser de ocho años de prisión”, dice Silva.

Pero aunque exista una ley, la tradicional cultura machista de Colombia supone un freno para muchas de las personas que deben obligar a cumplirla. “El sistema de justicia colombiano tiene serios problemas para investigar los delitos, por ejemplo no tiene personal suficiente. Además, parte de ese personal no es sensible a estos casos y pueden pensar que una mujer provocó que la agredieran con su actitud, porque ella fue coqueta y puso celosa a su pareja, por ejemplo”, explica la abogada de la Casa de la Mujer.
Así, Liliana Silva asegura que en muchos de estos casos los agresores quedan libres. “Hace cuatro meses, una mujer fue quemada con ácido, el presunto agresor fue capturado, lo llevaron ante el juez y éste lo dejó en libertad porque consideró que el hombre no es un peligro para la sociedad, algo que es gravísimo”, dice.

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Si no es mía, no es de nadie
Bajo el argumento de que “si no es mía, no es de nadie”, los maltratadores utilizan este tipo de violencia de género para que su víctima, desfigurada por el ácido, sufra cada minuto. “Esta agresión causa mucho daño a la vida de la víctima porque es una marca permanente, y además del daño psicológico, cuesta mucho dinero recuperarse”, comenta Silva.

“Además a las mujeres no las queman en la espalda sino en la cara, que requiere tratamientos muy costosos. Y una víctima queda muy marcada, al verse todos los días. En una sociedad donde se considera que las mujeres deben ser bonitas y cuidarse, ésta es una marca mucho más gruesa”, dice Silva.

Mientras que el ácido sulfúrico o clorhídrico que utilizan para desfigurar a las mujeres puede comprarse en “almacenes en el mismo centro de Bogotá”, acceder a mecanismos de reparación de la piel es una dura gestión, según Liliana Silva. “Además el Estado no tiene un papel de subsidiariedad frente a esa reparación. Entonces una víctima, frente a un agresor que no tiene ningún recurso para reparar su daño, se ve en una situación muy compleja para adelantar los tratamientos que necesita para recuperar su piel o mejorar su condición”, añade.

Según la Casa de la Mujer, este tipo de agresiones en Colombia están ligadas “a lo que llaman, de una manera muy errática, crimen pasional. Pero eso no es un crimen pasional sino odio contra las mujeres, que no tiene nada que ver con el amor”.

Fuente: radio Nederland

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