Vie, 05/11/2010 – 05:00

La curiosa historia de los filmes que antecedieron a las películas XXX. El cine porno mudo es el origen de esas películas triple equis que usted guarda bien al fondo de su mesita de noche. Pero, ¿cómo hacían nuestros abuelos para verlo? Aquí se lo contamos.

No siempre el cine porno fue una apabullante exhibición de enormes penes, gigantescos pechos y entrepiernas depiladas. A inicios del siglo XX, cuando el sonido era una utopía, comenzaron a asomar, tímidamente, brevísimos cortos de escotes profundos y tobillos fugaces bajo la ropa.

Fue en los años veinte, cuando el cine mudo y Charles Chaplin estaban en su esplendor, que en el subsuelo de la industria comenzaron a producirse las primeras películas propiamente eróticas, las antecesoras de las triple equis de nuestros días.

Los actores y actrices de esos cortos no tenían nada que ver con los musculosos galanes ni las siliconeadas divas porno de nuestros días. No solo porque el concepto de belleza era diferente, sino porque quienes actuaban en los filmes eran prostitutas o marginales que las hacían por necesidad.

“La mayoría de las actrices eran orondas señoras y los caballeros presentaban un aspecto escuálido, casi desnutrido”, detalló hace poco a BBCMundo Paco Gisbert, experto en cine porno, quien participó de un curso sobre el tema en la Universidad Complutense de Madrid.

Durante los años veinte, el porno mudo se expandió por Europa y Estados Unidos. En Francia se le conocía como “cinema polisson” (cine atrevido) o películas azules que eran proyectadas en burdeles o distribuidas entre clientes adinerados, puesto que había pena de cárcel para quien las viera.

“En Estados Unidos recibieron el nombre de “smokers” (fumadores), ya que se exhibían en clubes privados donde además se fumaba opio. Más adelante se les llamó “stag films” (despedidas de solteros)”, acota Gisbert.

En cuanto a las temáticas, era muy diferente el porno europeo del norteamericano. En el primer caso, la presencia de temas religiosos era muy fuerte, especialmente en España, donde las creencias católicas eran tan fuertes que generaban una especie de rebelión en la naciente industria del porno.

El cine porno francés era semejante, pero más pervertido. En L’abbé Bitt au couvent (El abad Bitt en el convento), un corto de cinco minutos, dos monjas se besan mientras un monje les espía. De repente, el abad sorprende al monje y comienza a penetrarle.

Fueron los norteamericanos los primeros que introdujeron (valga el término) temas cotidianos en las tramas, tendencia que ha proseguido hasta hoy. Solían estar llenos de intertítulos que narraban la historia, y contaban cosas comunes, como la visita de un médico o del gasfitero, que terminaban en sexo desenfrenado.

Aunque se considera que el cine porno propiamente dicho nació en Francia, también se cree que fue en Buenos Aires, Argentina, donde se generó una industria clandestina que produjo algunos filmes, como El Sartario, que se centra en los juegos eróticos de un demonio y una ninfa, y que podría ser la película porno más antigua, de 1907.

En general, se considera que la primera película pornográfica (exceptuando las escenas eróticas de los primeros años) de la que se conoce fecha es la francesa A L’Ecu d’Or ou la bonne auberge (El buen albergue), de 1908, que narra el encuentro de un soldado y una doncella en un albergue.

Pero, sin duda, una de las joyitas más difundidas fue el corto norteamericano Buried Treasure (El Tesoro escondido), que cuenta la historia de un hombrecillo esclavizado por los impulsos de su pene que le empuja hacia un tesoro. Se cree que su autor fue Walter Lance, el creador del Pájaro Loco y otros conocidos dibujos animados. Quién lo hubiera dicho.

Fuente: La Repùblica

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