El siguiente texto es obra del ingeniero civil y economista agrario alemán Reinhard Seifert, quien trabaja en el Perú desde hace más de treinta años. Graduado de ingeniero en la especialidad de Agrimensura en Frankfort, tiene Maestría de Economista Agrario por La Soborna. Ha investigado y trabajado en Alemania, Inglaterra y el Perú. Entre sus libros figuran: Cajamarca. Vía Campesina y Cuenca Lechera; Yanacocha ¿el sueño dorado? (que le costó campañas mediáticas adversas y diez procesos judiciales) y, de próxima publicación, Agua es Vida. Problemática del Agua en las tres cuencas de Lima, (ríos Chillón, Rímac y Lurín). Entre otras funciones, desempeña la de Presidente del Frente Único en Defensa de la Vida, del Medio Ambiente y de los Intereses de Cajamarca.

Conocido es el pensamiento neoliberal de Hernando de Soto. El problema -según él- radica en la debilidad del capitalismo popular y el desarrollo se resume en la tesis de la formalización de la propiedad privada. Sólo hace falta inscribir la propiedad e iniciar una empresa. Luego, por arte de magia, comienza la acumulación de capitales y de tierras, supuestamente tan importantes ahora para el desarrollo de la selva.

En ningún modo este pensamiento ha privilegiado el análisis de los factores políticos que sirven de sostén para el capital y de la superestructura. En resumen, ésta es una visión muy simple de la problemática.

Otro asunto es la permanente mixtura de conceptos teóricos. Describe muchos; sin embargo, en pocos profundiza. Mejor hubiera sido que resaltara uno solo para descender en algo más concreto.

En su artículo, De Soto mezcla varios conceptos: el racismo, un Estado sobrerreglamentado y centralista y la falta de iniciativa propia de los peruanos. Para desarrollar la selva, según él, es suficiente una mejora en la normatividad para que la economía allí instalada empiece a florecer. Su visión del problema se ha reducido a un problema legal, cuando en el Perú lo que más sobran son las leyes y normas, que ya son alrededor de 30 mil.

No dudo de que haya estado estudiando el tema de la selva y el porqué de los conflictos sociales, y cuáles son las posibles causas. Sin embargo, con las miras puestas –de antemano- en la búsqueda de los mecanismos legales, en realidad repite aquí exactamente su tesis ya publicada en su famoso libro El otro sendero, con lo cual su mirada le impide penetrar más a fondo en la realidad económica y política. De esta manera, él solito se está manipulando ideológicamente y se impide abrir más los ojos. Se constata una miopía bastante extendida. Asimismo, faltan mayores explicaciones económicas sobre el origen de la pobreza en la selva, que se suponía era su idea “fuerza”.

En este sentido, lo que él no explica es cómo encontrar los cuellos de botella que sí pueden ser “rotos” por los campesinos/peruanos de la selva, cómo tener a su alcance los medios de producción nuevos, replicables, que permiten avanzar, y cómo mejorar el sistema de producción existente. Es decir, introducir las mejoras en el sistema agrario para dar el salto cualitativo. Hay alternativas, y muy buenas .

Es difícil exigir a un campesino de la selva arriesgar su ya precaria economía. Y por supuesto –aquí coincidimos en algo– el aparente retorno a una propiedad comunal es una utopía. Lo que prevalece es la economía campesina familiar . Esta parte importante que no toca en su análisis no tiene nada que ver –otra vez – con la ideología subliminal que recuerda cuando nos habla de las razas como una posible explicación del abandono de la selva. O sea, en sus palabras, los peruanos que viven en la selva, por ser “otra raza”, son incapaces de salir adelante. Ya no debería usar el término “indígena”. Hace falta recordar que al inicio de los años veinte y treinta en el Perú se hablaba en demasía de la cuestión indígena y de “los indios”. En realidad, los términos indio e indígena hoy suenan como términos racistas. Los de la selva no son seres inferiores.

En pleno siglo XXI deberíamos solo respetarnos de igual a igual, democráticamente, dentro de un régimen democrático y no recurrir a estos calificativos. Éstos deben ser desterrados para siempre cuando resaltan cierta superioridad de los intrusos en tierras ajenas, o sea de los intelectuales que han colaborado con su artículo, y que se creen los salvadores de los “indígenas”. Esto se ha visto tanto en la película “Avatar” como en la ideología fascista de “nuestro” Presidente Alan García, quién trató de inventar una nueva raza canina.

Europa basó su desarrollo material y espiritual en el desarrollo de la agricultura para su posterior industrialización. Campesinos pobres que migraron a Estados Unidos llevando consigo su conocimiento y destreza engrandecieron luego a esta nación, de la cual proviene la mayoría de las empresas transnacionales. Estudios al respecto abundan en Europa; lamentablemente, muy a menudo no son traducidos y no aterrizan en el Perú. Como economista, De Soto debe saber que la economía se mide con resultados. Sus postulados imaginarios o teóricos, en su artículo en que describe teóricamente cómo funciona una empresa, son algo que un campesino no práctica. Agricultura es praxis, sobre todo, no teoría. Una praxis milenaria comprobada que se adaptó permanentemente al sistema agrario y que ha dado resultados tangibles y conocidos.

El otro tema ausente y soslayado en gran parte es el funcionamiento interno del estado peruano. Quizás nos une aquí una pequeña coincidencia. El Estado debería ser más ágil, menos burocrático y más eficiente; algo que por ahora no es más que un deseo. La realidad palpable es que prácticamente todos los gobiernos durante los últimos 40 años han inflado el aparato del Estado, sin que el ciudadano “de a pie” obtenga de eso un beneficio real.

Los estudios sobre las nuevas clases sociales indican que la clase media se ha desarrollado sin el apoyo de ese Estado paquidérmico. Se ha hecho desde abajo, sin la ayuda del Estado. El análisis de adónde van las nuevas clases sociales no aparece en el pensamiento neoliberal de Hernando de Soto.

La gente –hoy– del Perú, reclama y exige un Estado mucho más eficaz, que solucione principalmente la problemática de la salud, la Educación, del transporte, entre otros. La presión de las nuevas clases sociales en el futuro marcha en este sentido.

Algo muy substancial para que funcione una economía de mercado es el combate a la corrupción, que es el eje central de una lucha social. Hasta las elites antiguas y la nueva burguesía, pasando por los empresarios, se atreven últimamente a declarar que esta lacra tiene que ser combatida sin piedad. Si no se logra reducir los niveles de corrupción, la economía no crecerá.

Hernando de Soto sabe muy bien que las grandes empresas transnacionales tienen a su favor a este Estado débil, corrupto, excluyente, para instalarse en la selva. Tienen el Estado a su servicio y no al revés. Se sirven de él, con la ayuda de muchos funcionarios corruptos y operadores políticos.

Por otro lado, no quieren ningún peruano que se oponga al modelo neoliberal. Pensar que una empresa esté en el mismo nivel de decisión que un peruano de la selva es desconocer los criterios básicos de lo que significa la equidad. No es igual poner en la misma mesa a un grupo de peruanos que defienden sus bosques frente a una empresa minera que maneja miles de millones de dólares. Otra vez, la corrupción y la compra de conciencias. Para ellos resulta más barato que apoyar, como buenos samaritanos, que los campesinos se formalicen. Esta buena intención está empedrada con las piedras que conducen al infierno, como en la película Avatar.

Sugiero que Hernando de Soto haga el ejercicio intelectual de entender mejor al sistema agrario y los sistemas de producción, y que ayude en la búsqueda de entregar no tanto los instrumentos legales, sino los nuevos medios de producción y facilitar una nueva superestructura que permita el desarrollo armónico de la selva. No queremos a las empresas transnacionales saqueadoras que ahora tienen su aliado principal en Hernando de Soto, que con su lenguaje modernizante surge como el nuevo conquistador. Queremos un Hernando de Soto como un aliado de la no destrucción de la selva y de la biodiversidad.

Durante los últimos 20 años el estado peruano se ha cimentado bajo la tutela de los intereses de las grandes corporaciones, desconociendo los derechos civiles de la población y de los que menos tienen, en términos materiales, claro está, los de la selva. No son pobres porque quieren ser pobres. Son pobres porque el Estado y las políticas y los sucesivos gobiernos han estado orientados al modelo económico primario exportador y no al mercado interno.

Un corajudo gobierno -obviamente más peruano y no proyanqui- tiene que desarrollar el mercado interno, instalar un nuevo modelo económico y preocuparse por el Perú profundo en la sierra y en la selva. Además, debe profundizar el proceso de regionalización. Esto pasa necesariamente por una reforma radical del estado peruano, con políticas estatales a mediano y largo plazo que hagan realidad la inclusión. Se requiere un Estado menos corrupto y más servicial. Para esto necesitamos apenas cinco mil peruanas y peruanos de confianza. Los tenemos, y de los buenos.

Reinhard Seifert
Colaborador

Fuente: La Primera

Puntuación: 2.50 / Votos: 2