Escrito por Paco Abril y Juanjo Compairé

Este artículo pretende describir, con palabras, lo vivido, las emociones que afloraron durante las dos horas de duración del taller; en definitiva, nuestra experiencia personal y la de las 11 internas participantes.

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Una educadora del módulo de mujeres de una prisión catalana que desarrolla un programa con internas condenadas por delitos violentos, nos pidió que, desde la asociación “Homes Igualitaris” (asociada a AHIGE), realizáramos un taller con las internas del programa. Quería que estas mujeres tuvieran otra visión de los hombres. La mayoría había tenido experiencias negativas o muy traumáticas con los hombres de su vida (padres, hermanos, parejas, hijos). Estas experiencias las habían llevado a algunas a agredir o asesinar a estos hombres. Nosotros, como representantes de la asociación, teníamos encomendada la tarea de mostrar que hay hombres que tienen y quieren una relación de respeto y amor por las mujeres, que valoran la aportación de las mujeres a la vida: cuidando a los demás, pero también trabajando, investigando, creando… Nuestro planteamiento personal y como asociación es el rechazo al uso de la violencia y del maltrato en cualquier forma y la promoción y visibilización de otras formas de ser hombre alejadas del machismo.

Con este artículo se pretende reivindicar la necesidad del trabajo emocional y de reflexión personal de las personas que han cometido delitos violentos como forma para enfrentarse a las duras historias personales y encontrar vías que ayuden a reconstruir una vida sin violencia. En este sentido, nos gustaría destacar el trabajo que realizan, muchas veces con recursos escasos, las personas educadoras y psicólogas con las internas.
Los hombres de nuestras vidas

El taller que diseñamos llevaba por título “Los hombres de nuestras vidas”. Los objetivos iniciales trataban de:
* Dejar aflorar los sentimientos de las participantes respecto de los hombres de su entorno (padre, pareja, hijos).
* Recuperar los aspectos positivos de su experiencia con ellos.
* A partir de aquí, mejorar su percepción y expectativas de ellas mismas en relación con los hombres.

Para ello planteamos un taller dividido en dos partes. En la primera, se trataba de visibilizar los valores, opiniones y vivencias en torno a las relaciones de género y la violencia. Cuando les leíamos una serie de frases, ellas expresaban su acuerdo, su desacuerdo o su duda al respecto situándose en un extremo, en otro o en medio de la sala. Este método sociométrico permite elaborar un mapa que señala las tendencias en el grupo. Los resultados eran anotados y después analizados con el grupo. Esto permitió explorar la posición de las participantes en torno a cuatro ejes: la relación con el padre, con la pareja, los hijos varones y los estereotipos de género.

En la segunda parte del taller se propuso una visualización guiada con música de relajación. Esta dinámica ayuda a profundizar en los aspectos explorados en la primera parte del taller, al tiempo que revelan información, nuevas opciones u orientaciones. Nos muestra el pasado, los caminos de reflexión recorridos y puede acelerar la transformación interna. La propuesta consistía en que visualizasen las relaciones que han tenido con los hombres de sus vidas (padres, hermanos, parejas, hijos) y que se imaginasen su vida y relaciones dentro de unos años, fuera ya de la prisión. Después debían expresar en una hoja de papel, mediante dibujos o palabras, lo que habían sentido y vivido durante la visualización.

El taller finalizaba compartiendo la experiencia de cada una de las participantes, siguiendo las pautas de confidencialidad, no juzgar o dar consejos y hablar en primera persona, desde la reflexión personal.

Material que ha emergido

Al inicio del taller, casi la mitad de las participantes se definieron como impulsivas. El impulso puede estar relacionado con la dificultad para gestionar emociones, capacidad de reflexión, etc. Éstas son precisamente las que llevaban la voz cantante en el grupo, las más decididas.
A partir del material del método sociométrico, de la primera parte del taller, se dibuja la figura de un padre tradicional, “hegemónico” (no compartía el cuidado y las tareas domésticas con la madre y en algunos casos había abusado sexual o físicamente) y ausente (porque había estado muchos años en prisión o no ponía límites cuando eran pequeñas y jóvenes).

En tres casos se señaló que la violencia y el abuso era ejercido por la madre. La investigación europea Stamina (2009-2011)4 sobre jóvenes violentos y no violentos en contextos de violencia, parece apuntar que la madre puede ser un elemento clave en la socialización o no de la violencia. Una madre independiente, con autoestima y no violenta es un factor protector de la violencia, favorecedor de la resiliencia, en contextos de violencia. Así como que una madre violenta, tanto como un padre violento, puede ser un catalizador de la violencia.

Parece, sin embargo, que la identificación es con el padre maltratador. Ellas toman el papel del padre y se comportan de forma violenta.
Lo que sí es destacable es que la mayoría ha sufrido abusos y violencia desde la infancia y ese contexto les ha llevado a convertirse en personas violentas o que han hecho uso de la violencia. En otros casos no queda clara la conexión.
Estas mujeres apenas mencionan a la pareja masculina de fuera de la prisión. La mayoría tienen hijos a los que echan en falta (algunas con órdenes de alejamiento), pero apenas hacen referencia a los padres de sus hijos o parejas masculinas. Parece que no tengan necesidad de los hombres. En algunos casos la violencia la han ejercido contra estos hombres.

En todo caso, en la mayoría, en la relación con la pareja masculina ellas afirman tener un papel fuerte (no dejan que ellos tomen solos las decisiones importantes, saben reaccionar cuando les llevan la contraria, no aceptan que las insulten o falten al respecto, no se dejan controlar o son independientes). Estos valores declarados encajan con lo políticamente correcto. El tema es cómo moldear esto en la práctica cuando salgan de la prisión.

Un aspecto destacable son las relaciones afectivo-sexuales que se establecen en los recintos carcelarios. Es bastante habitual que mujeres heterosexuales fuera de la cárcel tengan relaciones de afecto y sexo con otras mujeres. Entre las participantes había parejas que se mostraban abiertamente. Esto muestra la plasticidad del afecto, el sexo e incluso el género.

La diferencia es que las relaciones homosexuales de afecto y sexo son más abiertas y normalizadas entre las internas que entre los hombres presos. Los códigos hegemónicos y homofóbicos entre los internos hacen que el afecto y el sexo homosexual se muevan dentro de la marginalidad.
Los dibujos y escritos que realizaron las participantes al final del taller muestran el mundo interior de estas mujeres. En muchos casos sus deseos y anhelos. Los dibujos representan la naturaleza, soles, árboles, el mar. Las flores, símbolos femeninos, se muestran esplendorosas, coloridas, grandes. Los corazones, a veces rotos, aunque la mayoría de la veces enteros y grandes, hermosos, símbolos de la esperanza y el amor. Las casas que representan el hogar y la familia. Se dibujan de la mano o separadas de otros personajes, en muchos casos los/las hijos/as.

Las frases anhelan la unidad: “Estar algún día unidos porque siempre falta alguien”. Reivindican la fortaleza: “Caer está permitido, levantarse es obligatorio”. Rechazan la violencia: “llegará la paz si con nuestros gestos rechazamos la violencia”.
En algunos casos hay arrepentimiento y conciencia “Ojalá no hubiera ocurrido esto y hubiera sido fuerte y pedir ayuda”; y perdón: “Lo más importante en mi vida son mis dos hijos y siempre los he tratado y los he criado con muchísimo amor. Yo no tuve eso en mi infancia, por esa circunstancia yo no soy como mi padre, el cual un día me pidió perdón y yo lo perdoné y cuando él murió se me fue en aquellos momentos la vida con él”.

A modo de conclusión.

Nos gustaría acabar con el regalo que nos hicieron las participantes, un trébol dibujado en una cartulina. Para los celtas, las tres hojas en forma de corazón representaban las madres triples o los “corazones madres”. Para los ocultistas el trébol de cuatro hojas protege contra la locura y permite ver los demonios hostiles y así escapar de ellos. Se dice que las cuatro hojas significan fe, esperanza, amor y suerte. La pequeñez de esta planta la hace grande porque nos defiende de los miedos que nos acosan.

Si de algo ha de servir esta experiencia-taller con este grupo de internas es que es posible romper con la violencia con un trabajo de autorización, reflexión y terapia. Insistiendo en la autoestima, la dignidad. Que estas mujeres sepan que fuera hay hombres que piensan en ellas con respeto y con cariño.

Para todas ellas este talismán para que las proteja: “El trébol, el humilde trébol, menudo y armonioso se balancea en las praderas, enriqueciendo los campos, devorando el sol y, además de protegernos contra las fuerzas del mal y conferirnos buena suerte, ofrece a nuestros pies una almohada al caminar.”

Notas:
1 Se consideran delitos violentos contra las personas: los homicidios, asesinatos, las lesiones corporales, los robos con violencia, las agresiones sexuales, etc.
2 Paco Abril es sociólogo y Juanjo Compairé professor emérito de secundaria. Ambos son miembros de HOMES IGUALITARIS (Ahige Catalunya). Para contactar con ellos: paakoabril@gmail.com Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla ; juanjo@jcompaire.jazztel.es Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
3 Utilizamos el término “hegemónico” al hablar de la masculinidad en el sentido en que lo hace Raewyn Connell (Masculinities, 1995).
4 Ver : < http://www.stamina-project.eu/barrierefrei_es/index.html>

Fuente: AHIGE

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