Day: 8 julio, 2009

El Vaticano vincula la homosexualidad con la pedofilia

El secretario del Vaticano dijo en Chile que los estudios psicológicos y psiquiátricos han demostrado esta asociación.

Un alcalde de Malta ha pedido que se retire un monumento fálico, antes de la llegada del Papa. (Reuters)

Aunque algunos afirman que los casos de pedofilia en la Iglesia Católica están asociados al celibato, para el Vaticano la verdadera causa de esas acciones es el homosexualismo.

En un intento por defender a la Iglesia Católica del escándalo por los abusos de menores, el secretario del Vaticano, Tarcisio Bertone, indicó en Chile que el papa Benedicto XVI tomaría nuevas medidas en relación con estas denuncias, que alcanzaron al Santo Padre por presunto encubrimiento.

“Muchos psicólogos y muchos psiquiatras han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros han demostrado (…) que hay relación entre homosexualidad y pedofilia”, afirmó el cardenal.

Bertone sostuvo que la pedofilia es una patología que “toca todas las categorías de personas y porcentualmente, en medida menor, a los sacerdotes”, aunque admitió que el comportamiento negativo de los religiosos “es muy grave, es escandaloso”.

Fuente: Perú21 (más…)

¿Hacia nuevas forma de poder?: El poder es masculino y se conjuga en primera persona

lunes 12 de abril de 2010

Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)

Poder, nuestra matriz como seres humanos.

“Poder”, como sustantivo, es masculino, y como verbo, se conjuga en primera persona (singular). Por supuesto, no nos estamos refiriendo al género del sustantivo (en las lenguas latinas así es) ni al paradigma verbal. El poder implica siempre –al menos hasta ahora– esas dos condiciones: “poder” se dice en primera persona, y es varonil.

Por cierto que un pequeño escrito como el presente no pretende hacer una exégesis del concepto en ciernes, una hermenéutica histórica, un recorrido comparativo. Poco importa al sentido último de lo que queremos transmitir ahora una elaborada definición académica sobre la noción de “poder”; de hecho, hay numerosas, y cualquiera de ellas podría sernos útil. Pero sí importa dejar claro un par de indicaciones, definitorias para entender –y eventualmente plantearle alternativas– el fenómeno que nos interesa.

El poder habla de relaciones entres los seres humanos, relaciones que trascienden lo individual, que se anudan con estilos subjetivos pero que implican forzosamente el todo social. El poder es, por así decirlo, un dispositivo al que los mortales llegamos; es un lugar que podemos ocupar. Pero –esto es lo distintivo, especial– tiene algo que lo transforma en un lugar como ninguno. El poder atrae tanto, fascina, obnubila incluso porque remite a lo absoluto, a la ausencia de límites, a la inmortalidad, a la potencia incuestionada. El ejercicio del poder nos transforma en dioses; ¿y a qué mortal no le gustaría ser Dios?

Por cierto se pueden dar distintas definiciones de ser humano poniendo en cada una de ellas énfasis sobre diversos aspectos de su amplio abanico de posibilidades: “ser racional” (priorizando su capacidad intelectual), “trabajador” (en tanto produce su mundo como no lo hace ningún animal), “ente simbólico” (por cuanto su naturaleza consiste no en un ámbito natural sino en una construcción de sentidos), “ser político” (porque su naturaleza misma es la polis, la interrelación con otros semejantes). Todas rescatan aspectos importantes, inseparables unos de los otros. Tratando de sintetizar estas distintas apreciaciones podríamos intentar definirlo igualmente como el ser vertebrado en torno al poder. Si se ha dicho que no hay nada más humano que la violencia, ahora podríamos ir más lejos y decir que no hay nada más humano que la lucha por el poder (que implica, secundariamente, el posible recurso a la violencia). Las relaciones inter-humanas, en mayor o menor medida, son siempre relaciones de poder.

La estructura constitutiva del fenómeno humano, la razón de ser que pone en marcha la historia humana es, en definitiva, esa dialéctica de relación de tensión entre dos. Y lo que está en juego no es sólo una lucha en torno al usufructo de los productos tangibles, una lucha por el confort material, por la “apropiación del trabajo socialmente excedente”, para decirlo en términos marxistas. Lo que se juega en esa lucha a todo o nada es el propio reconocimiento. Por eso el poder es una dinámica interminable, la llama eterna que pone en marcha y mantiene la relación humana. De hecho, el ejercicio del poder conlleva también el usufructo del producto del trabajo de uno (el esclavo) por el otro (el amo), por lo que la vida del último será más cómoda y placentera –en términos materiales– que la de aquél. El poder, en general, no es ascético; pero no es su condición de sibarita lo que lo define. De todos modos suele presentarse con ampulosidad, para no permitir ser olvidado. Pero lo que define al poder por excelencia es la impunidad.

El poder es intocable, incuestionable: es impune. En todo caso, acompañando esta característica, puede decirse que también tiene algo de obsceno. Es en el ámbito del poder económico donde más lo vemos: al lado de los millones de indigentes del mundo las revistas Forbes o Fortune publicitan impúdicamente las más grandes fortunas. Dicho de otro modo: el poder, más aún el que deviene de las diferencias de riqueza material, prescinde de consideraciones morales. Es lujurioso. Pero esto, justamente, ratifica su condición fundante: tendencialmente es ilimitado, busca la impunidad.

La lucha en torno al poder es la forma de relación que existe entre las subjetividades, por consiguiente, entre cualquier actor social del que se trate: clases sociales, géneros, etnias, metrópoli y periferia, viejos y jóvenes, y un largo etcétera. No puede haber mundo humano si no se da esa lucha. Por lo tanto, no puede haber sociedad, relación interhumana alguna en definitiva, sin esa tensión originaria. La cuestión que se plantea es: ¿por qué con tanta facilidad esa tensión conduce a la violencia? ¿Por qué el ejercicio del poder lleva tan fácilmente a la aniquilación del otro?

Esto, entonces, abre una serie de preguntas en torno a la construcción de ese dispositivo, de ese lugar social, de ese mecanismo del que no es posible salirse. De hecho lo vemos en la historia, lo constatamos en cualquier relación humana cotidiana, en cualquier latitud del planeta: de la mano del ejercicio del poder, el uso de la violencia siempre es posible. No siempre aparece explícitamente en principio, pero ahí aguarda agazapada. La guerra como continuación de la política por otros medios, el enfrentamiento nada amistoso, el ataque contra el otro por cualquier vía, es la matriz en que se puede desplegar cualquier relación: la lucha de clases, la violencia varonil contra las mujeres, la discriminación de una cultura por otra supuestamente superior y la siempre presente cultura supremacista (hoy día eurocéntrica y blanca), el castigo del padre al hijo, la venganza del profesor contra el alumno, y también un largo etcétera.

En esta lógica, “poder” termina asociándose con autoridad, jerarquía, verticalismo, mando. Lo cual lleva siempre la implícita ideología de superior e inferior, de mejor y peor, de mayor y menor, y consecuentemente de resignada aceptación. Aunque no se explicite –quizá no es necesario hacerlo muchas veces– está sobreentendido que el que manda tiene “derecho” a hacerlo, en nombre de la justificación que quiera aplicársele: porque tiene más fuerza física, porque tiene más riquezas, porque es más viejo, porque es más inteligente, porque es varón, porque es blanco, porque dios así lo quiso, porque tiene sangre azul, porque la suerte está echada… porque sí y de eso no se discute.

El ejercicio del poder trasciende a todos, al que lo ejerce –al que manda– y al que lo padece –quien es mandado–. Es un dispositivo, un lugar social al que se llega; todo ser humano, en mayor o menor medida, dispone de alguna relativa cuota de poder: también el campesino pobre (respecto a su compañera mujer), también una mujer maltratada (en relación a su prole), también el niño (si es varón, en relación a su hermana mujer), lo mismo si es niña (podrá ejercerlo en relación a otra niña, más pequeña quizá). Lo importante a destacar es que “poder” no es sinónimo de riqueza material; significa la capacidad de actuar, de influir, de dirigir sobre otro. Aunque, claro está, la riqueza material, el ámbito económico, es el que provee la primera y principal matriz para el ejercicio del poder.

También tiene su cuota de poder el piloto del avión respecto del rey o del poderoso empresario que viajan bajo su mando, o el guardián del banco (quizá un inmigrante o un provinciano pobre, analfabeto incluso) respecto del millonario que tiene ahí depositada su abultada cuenta cuando, por ejemplo, no le abre la puerta cinco minutos después del horario de cierre. Ahí, en ese momento puntual, el portero decide abrir, o no, la puerta –digamos ya pasada la hora de cierre de la institución– con lo que se presentifica el sentido de esa instancia, de esa relación que llamamos “poder”. Sin dudas tiene más poder político y social el cuentahabiente millonario que el guardián que le abre la puerta, pero en el momento que ponemos como ejemplo, el “pobre” portero ejerce una relación de autoridad sobre el “rico” cliente. “Ya cerramos, venga mañana”, y el poderoso debe acatar la indicación. Claro que –vericuetos de nuestra compleja subjetividad– al día siguiente, o en ese mismo momento llamando por teléfono al gerente, podrá hacer que lo echen por tamaña “falta de respeto”, con lo que se ratifica una vez más qué significa ejercer el poder: es dirigir la vida del otro.

Desnudos en el río tanto el soldado raso como el general, en un sentido, son iguales (fuera de las diferencias anatómicas, por supuesto); pero al volver a ponerse sus hábitos –la ropa de fajina o el saco con estrellas doradas– se retoman las relaciones sociales, las relaciones de poder. Nadie nace con él en su carga genética; todos lo podemos ejercer en mayor o menor medida dadas las contingencias de las respectivas historias. El “ser monarca” es una pura convención social, aunque luego, asumido el papel, se lo ejerza con fiereza; nadie es monarca genéticamente, nadie nace con “sangre azul”. El poder es, como en el caso recién invocado de los militares, el hábito con se recubre la desnudez natural.

El ejercicio del poder es individual; se da en primera persona, y el circuito que establece no es de doble vía. Pero debemos desechar la idea –prejuicio, diríamos– que lo hace ver como intrínsecamente perverso, maligno, pérfido. Está al servicio de dirigir la vida de quien lo padece; por tanto, al estar estructuralmente reñido con la expansión de la libertad, puede ser visto como “malvado”. Pero si ordena, organiza, acomoda las relaciones interhumanas, ¿podría acaso concebirse la organización humana sin esta direccionalidad, sin el mecanismo que sirve para organizarla, para darle forma? Las relaciones sociales, las relaciones de poder son, en definitiva, la manera en que se configura la relación intersubjetiva. ¿Cómo humanizar la cría de ser humano sin el ordenamiento que viene –a veces con violencia física inclusive– desde las figuras parentales? ¿Podría no ejercerse el poder –autoritario, unidireccional– en esta titánica tarea que es criar un niño? En este ámbito es inconcebible –absurdo– una horizontalización de los poderes. Sin autoridad paterna el único resultado es la psicosis. El poder, en definitiva, está en función de un proyecto; el otro, el punto de llegada de su ejercicio, es su instrumento. La práctica del poder –de ahí que se lo puede asociar con la condición de malvado– no repara en el otro como subjetividad sino que usa al otro para su cometido final.

¿Hacia nuevas formas del poder?

El poder político, seguramente, necesita de alguna precisión especial. He ahí el punto máximo en que se expresa esa característica de “instrumentalización”. La política –”el arte de gobernar, de dirigir a los otros”–, no trata de subjetividades sino de intereses. Lo que ahí está en juego son proyectos, es decir: planificaciones del todo social conforme a una distribución de lo producido y de la capacidad de seguir produciendo. El poder político habla de la forma en que se ejerce la dominación de un grupo (curiosamente siempre más pequeño en términos numéricos) sobre otro (mayoritario, pero desprovisto o en inferioridad de recursos en el sentido más amplio). Dicho en otros términos: el poder político remite a la forma en que el grupo que lo detenta utiliza a la mayoría desposeída en función de sus intereses.

Hoy por hoy –ahí se abre el desafío a donde queremos llegar– es inconcebible un ejercicio del poder que no sea dominador. “El que manda, manda; y si se equivoca vuelve a mandar”, enseña algún dicho popular. El poder se constituye así, y sobre eso no se puede dudar: la jerarquía regla las relaciones humanas. El poder no se entiende –tal vez no lo sea, tal vez es absolutamente imposible que así se articule– como facilitación, como coordinación de los esfuerzos. ¿Cómo ejerce el poder con sus subordinados un comandante guerrillero? ¿Será posible construir ese “hombre nuevo” del socialismo sin mezquindades entendiendo el poder de una forma novedosa? El reto está abierto.

El poder, en ese sentido, no necesariamente debe presentarse como imposición dictatorial; pero esa posibilidad evidentemente está siempre presente, y en los momentos en que es puesto en duda, retorna ese aspecto, siempre de la mano de la violencia (los órganos represivos de cualquier Estado, el castigo paterno, la expulsión del miembro molesto en la tribu, la vendetta en la mafia, la sanción disciplinaria del maestro o del jefe, etc.). El poder fija la normalidad y los correctivos/sanciones ante su rompimiento. El Che Guevara, en su diario de campo en la montaña, calificaba la conducta de sus compañeros; ¿castigaría también?

Por distintas razones la forma en que fue construyéndose este mecanismo del poder da como resultado en el momento histórico presente una manera en que el mismo se presenta: como lo decíamos más arriba, es masculino, es singular –se ejerce en primera persona–, a lo que podríamos agregar que, en estos últimos siglos, es de piel blanca y vive en el Norte del planeta. ¿Es posible construirlo con otras alternativas? ¿Puede dejar de ser singular y convertirse en plural? ¿Puede ser multicolor? ¿Puede de verdad no ser jerárquico? ¿Cómo, en qué forma, puede ser horizontal, colegiado?

Las corrientes socialistas conocidas hasta la fecha, si bien contribuyeron bastante a la edificación de un mundo con pretensiones de mayor igualdad, de mayor justicia social, han dejado aún un vacío en torno al tema del poder. Muy probablemente porque ese es un ámbito tan cercano, tan cotidiano y fundamental que, por ser tal, termina dándose por descontado. Son estos prejuicios (juicios previos, estructuras que no se piensan, esquemas que nos anteceden) que, se supone, no deben ser siquiera considerados por tan obvios. La hipótesis de base sería que “el poder es malvado” y una nueva sociedad –la sociedad sin clases que nos espera cuando el mundo transite por la senda del socialismo, “hombre nuevo” mediante– forjará nuevas relaciones en torno al poder. No debemos olvidar, a propósito –tal como decía Einstein– que “es más fácil desintegrar un átomo que desintegrar un prejuicio”. Y en la izquierda también se da el machismo y el eurocentrismo, el verticalismo y el culto a la personalidad del líder.

La cuestión del poder como “incomodidad”, como “molestia” que conspira contra el espíritu de generalizada solidaridad, de horizontalidad y de fin de las injusticias que esperábamos se resolvieran con los planteos socialistas, sigue estando presente en el campo de la izquierda. Por supuesto, entonces, estamos convocados a seguir cuestionándolo.

Fuente: Argenpress (más…)

El triste origen de la carne de caballo

Publicado el : 12 de Abril 2010 – 6:21 de la mañana
| Por Laurens Donkerbroek (http://www.wakkerdier.nl)

Mucha de la carne equina que se encuentra en comida al paso, como hamburguesas, albóndigas y salchichas, proviene de caballos latinoamericanos maltratados y hambrientos. Así se desprende de una investigación secreta ordenada por la organización holandesa Animal Alerta (“Wakker dier”).

Esta organización, que defiende el bienestar de los animales en la bioindustria, ha expresado su consternación al respecto. “Es realmente terrible”, dijo la vocera Hanneke van Ormond. “Los caballos son desechados porque ya no sirven como animales de carga y en sus últimas semanas de vida prácticamente no reciben alimentos. Los transportan miles de kilómetros, los maltratan y su destino final es la comida ligera en Holanda”.

Muchos de los caballos llegan sin vida al matadero. En otros casos mueren antes de ser sacrificados. Un matadero reconoció que hace poco, en una semana murieron de agotamiento decenas de caballos antes de pasar por las manos del matarife. Los comerciantes holandeses están entre los más importantes clientes de los proveedores latinoamericanos. Holanda importa anualmente 11.000 toneladas de carne equina. La mayor parte de esta carne de baja calidad se destina a la comida al paso.

El comercio de carne de caballo ha aumentado a escala mundial. En 2005 se sacrificaron 4,7 millones de caballos para usar su carne en alimentos. En 1995 solo fueron 2,8 millones. China es el país donde se sacrifican más caballos, cerca de 2 millones, pero Latinoamérica es igualmente un proveedor importante, en particular México, Argentina y Brasil, con más de un millón de cabezas anuales. Holanda es desde hace mucho tiempo un gran comerciante de carne equina.

Para mejorar la situación de los caballos en Latinoamérica, Wakker Dier ha solicitado a empresas holandesas como Beckers y Mora que dejen de comprar en países latinoamericanos. La primera reacción ya ha llegado: “La empresa Beckers ha tomado en serio nuestra denuncia, y prometió investigar el origen de la carne equina que utiliza”, dijo Hannek van Ormond. “Si se prueban los abusos denunciados, Beckers prometió no seguir utilizándola en sus productos”.

Fuente: Radio Nederland (más…)

ASÍ COMBATE EL GOBIERNO DE GARCÍA LOS CONFLICTOS SOCIALES

Ideelemail Nº 637, 09 de abril del 2010

Enrique Arias
Nancy Mejía
IDL – SC

La huelga convocada por Fenamarpe, que agrupa a mineros
informales, tuvo como resultado cerca de 80 heridos y 6 muertos.
Nuevamente fue necesario para poder llegar al diálogo bloquear
carreteras, crear zozobra en la población, generar millonarias
pérdidas económicas e imponer la violencia como forma de
actuación. Asimismo, desnudó la falta de capacidad del gobierno,
una vez más, para controlar el orden público; igual como pasó en
el mercado modelo de Piura y el desalojo en Motupe (en lo que va
del año ya se han producido más de una decena de muertos). ¿Es
necesario que se produzcan muertes para poder llegar al diálogo?
El Instituto de Defensa Legal lamenta profundamente las decenas
de heridos y los cinco fallecidos como consecuencia del
enfrentamiento.

En los sucesos en Chala, provincia de Caravelí, departamento de
Arequipa, se demostró una vez más, que los responsables de que se
respete el orden público, los policías, no son eficientes. No
solo para prevenir los conflictos y ser proactivos al respecto,
labor de la dirección de inteligencia policial, sino; por la
debilidad para controlar las manifestaciones violentas. La
policía nacional no está para analizar las causas del conflicto,
que en su mayoría responden al ámbito político, sino para
controlar y desactivar las manifestaciones que alteren la
tranquilidad y el orden establecido.

El punto anterior es muy importante resaltarlo, porque ante la
pregunta al ministro Octavio Salazar si renunciaría por lo
acontecido en Chala , este respondió que se deberían analizar las
causas del conflicto donde hay “intereses políticos”, ¿esa es la
labor de la policía? Según mandato constitucional la Policía
Nacional “tiene por finalidad fundamental garantizar, mantener y
restablecer el orden interno”. En este caso específico, debía
desalojar el kilómetro 600 de la Panamericana Sur, que fue
bloqueada por los manifestantes y donde se produjeron los
enfrentamientos; asimismo, controlar disturbios que pudieran
darse en las ciudades.

Como ya lo hemos mencionado, este gobierno ha demostrado su
ineficiencia y falta de capacidad para controlar los conflictos
sociales; dejándonos como saldo negativo de su gestión un mayor
desprestigio policial. Una de las razones de esta ineficiencia,
es la falta preparación instrumental por parte de la Dirección
Nacional de Operaciones Policiales (DINOES). Su capacidad
logística para controlar los conflictos sociales es una debilidad
que se ha acrecentado en este gobierno.

Para controlar el paro minero se decretó estado de emergencia en
siete provincias: Palpa, San Juan de Marcona, Tambotapa, Manu,
Caravelí y Camaná; y se enviaron miles de efectivos policiales
para poder controlar a los manifestantes. Sin embargo, nuevamente
olvidaron la falta de preparación, la importancia de la logística
y el equipamiento; no solo es fundamental estar en el lugar en
forma disuasiva sino también tener la capacidad operativa para
actuar durante el conflicto. Cerca de 1200 efectivos policiales
llegaron a la provincia de Chala, pertenecientes a la DIROES, y
500 de ellos se quedaron en el colegio Jose Olaya. Según fuentes
policiales el recinto estudiantil había planificado recibir unos
200 efectivos, sin embargo, el número se duplicó ampliamente. Del
mismo modo, dicho recinto solo tenía agua 15 minutos al día, no
tenían alimentos y disponían de precarias y escasas colchonetas
para pernoctar; ¿pueden unos efectivos policiales, mal comidos y
sin las condiciones necesarias, repeler acciones violentas
durante horas y controlar manifestantes exacerbados?

Asimismo, según un reportaje propalado por América Televisión ,
un grupo de agentes policiales, que no se hospedaron en el
Colegio José Olaya, durmieron en el suelo sobre cartones y
maderas en una construcción abandonada a pocos metros de los
piquetes de mineros. Según las imágenes y reclamos de los
efectivos policiales, el lugar donde pernoctaron les ofrecía
pésimas condiciones, que afectan no solo su capacidad física para
el momento de los enfrentamientos, sino que mellan la moral y la
preparación psicológica para hacer frente a este tipo de
situaciones. Según los efectivos en el lugar, se sentían
abandonados por su comando, tanto por Miguel Hidalgo, Director
General de la Policía, como por Octavio Salazar, Ministro del
Interior. No tenían que comer pues no les brindaron viáticos ni
rancho. Incluso, algunos llegaron a afirmar que estaban en peores
condiciones que los presos en el Penal de Lurigancho; y que esta
protesta minera era una “excusa” para evitar la huelga policial.

Del mismo modo, según fuentes policiales en el lugar, los
policías no recibieron desayuno ni almuerzo, tuvieron que esperar
el apoyo de empresarios y del gobierno local para poder
alimentarse; la falta de planificación fue evidente. Asimismo,
los efectivos policiales tuvieron que hacer frente a
manifestantes que se encontraban armados, teniendo como resultado
8 heridos de bala de la policía (¿los atenderán debidamente o los
abandonarán como en casos anteriores?); del mismo modo, la
mayoría de efectivos enviados al lugar eran novatos y muy
jóvenes, es decir, sin experiencia para actuar en estos casos.
¿Cómo combatir en esas condiciones?

Reiteramos que nada justifica que el control del orden público
tenga como resultado, cada vez más frecuente, fallecidos. A todo
esto se suma el fracaso de todos los Ministros del Interior del
segundo gobierno aprista para reformar la Policía. Es necesario
un escuadrón policial entrenado, capacitado y de élite para
actuar en este tipo de situaciones. Debe haber escuadrones
policiales capaces de combatir y controlar a los manifestantes
más avezados, gracias a su preparación psicológica, física e
instrumental, y, por un aspecto importantísimo que se ha
olvidado: su experiencia. El control del orden público se debe
producir sin consecuencias fatídicas, evitando el uso de armas
letales contra la población.

En este contexto, en el que el descontento policial está en
aumento, necesitamos tener equipos policiales capaces de
controlar los reclamos a veces violentos de los ciudadanos, que
mitiguen y calmen la tensión social; no que exacerben la
violencia con muertes absolutamente innecesarias y evitables.

Enviado por P. José Manuel Miranda (más…)

‘Las mujeres nunca han sufrido tanta violencia doméstica como en la Modernidad’

Viernes, 12 de Febrero de 2010 19:48

La investigadora argentina, residente en Brasil, señala que la sexualidad en estos tiempos ha sido privatizada, lo cual, según su concepción, es un error porque “muchas veces lo sexual es político, es bélico y no sexual”. “Las leyes contra el aborto –puntualiza– no son capaces de controlar a las personas que se lo practican.”

Por Mariana Carbajal

–Usted viaja mucho. ¿Por dónde anduvo últimamente antes de llegar a Buenos Aires?

–Una vez por mes viajo a un país distinto. En 2009 estuve en Chile, Perú, México, El Salvador, tres veces en la Argentina. Y recién vengo de Qatar.

–¿Qatar? ¿Qué la llevó a hasta allí?

–Me invitó la Fundación Qatar, equivalente al Conicet argentino pero con fondos cuantiosos, para participar de una reunión cumbre sobre educación. Invitaron a mil personas, entre ellas a los inventores de Facebook y Twitter, para discutir cómo se puede promover la educación en un país tan curioso en el que una persona que no trabaja, porque no quiere o no consigue empleo, tiene un seguro de desempleo de 3000 dólares por mes. Todos los habitantes son ricos por vivir ahí. Es un pedazo de tierra en el desierto, pero tiene el mayor ingreso per cápita del mundo porque nada en la abundancia del gas natural y del petróleo. Nunca vi ni de lejos en Europa ni en Estados Unidos la afluencia que vi en Qatar. Es muy impresionante, pero no necesariamente lleva al país en el mejor camino.

–Hablando de educación: hace poco más de una década usted impulsó un proyecto para incorporar un cupo en las universidades públicas para estudiantes negros. ¿Cuál fue el resultado?

–Lo más importante fue que en Brasil se tuvo que empezar a hablar de racismo. Hoy en día, ya son noventa las universidades publicas, entre federales, estaduales y municipales de todo el país, que adoptaron medidas de discriminación positiva. Queda siempre la presión por una legislación federal, pero eso no es lo fundamental, lo importante es que cundió la idea. También en las universidades privadas, ya que el gobierno creó una estructura de subsidios para becar a estudiantes pobres y no blancos. Y se ve por las calles, al caminar en las universidades, en las áreas más ricas de las ciudades, en mi ciudad, Brasilia, que es una de las áreas más elitizadas del país, donde está el gobierno, cada vez hay más personas negras en los aeropuertos, en los supermercados, en los espacios de la clase media. Brasil es un país segregado de hecho, nunca lo fue de derecho.

–Le cambio de tema. ¿Por qué la Iglesia Católica se opone con tanto fervor a la despenalización del aborto?

–Por dos razones. Leí en una nota que usted escribió que hay casi un aborto por cada parto en la Argentina. Ese dato me confirma lo que pienso. La discusión sobre la criminalización o descriminalización del aborto poco tiene que ver con la práctica del aborto. Es evidente que el aborto está criminalizado en la ley desde hace unos 90 años y eso no significa nada. Como muchas otras, esta ley no tiene, por sí misma, capacidad de controlar lo que las personas de hecho hacen. Es un caso clásico de una ley que tiene otra finalidad. Sabemos que las mujeres abortan todos los días y, tal vez, cada día más. Católicas, no católicas, evangélicas, un día tienen una situación muy complicada, consideran que Dios tendrá que perdonar y hacen un aborto. ¿Cuándo una ley es eficaz? Cuando transforma la sensibilidad ética, es decir, las ideas de lo que está bien y lo que está mal. Una ley que repite y repite “no matarás” es eficaz si consigue convencer a las personas de que no es bueno salir a la calle con un revólver y darle un tiro a alguien por una cuestión de una vendetta, que ésa no es la mejor manera de resolver un conflicto. Una persona deja de matar cuando la sensibilidad ética se transforma, no porque está pensando que puede ir a la cárcel. La ley no tiene un impacto de causa-efecto sobre el comportamiento, como se piensa de una forma simplista. La ley del aborto es un caso típico de que su eficacia es de otro tipo porque no ha transformado y nada indica que transformará la sensibilidad ética de las personas al punto de pensar que abortar significa cometer un asesinato, porque no lo es. Lo que tenemos que entender es que la discusión es sobre dos temas: por un lado, quién controla a los legisladores, quién tiene el poder en la Nación de inscribirse en la ley, de decir a unos señores que tienen la lapicera en la mano para escribir una ley, que escriban la ley que les interesa. La Iglesia entra en una competencia de autoridad con el feminismo, con las mujeres, y dice: “Yo mando aquí todavía y voy a escribir la ley de una forma en que mi perfil ideológico esté retratado, y voy a ganar”. El relanzar hacia el futuro la criminalización del aborto significa mantener la influencia. Es una guerra de influencias.

–¿El eje central de la posición de la jerarquía católica entonces no es la defensa de la vida?

–Si le importara, la jerarquía católica estaría en otros frentes con la misma beligerancia, defendiendo la vida. Le interesa marcar en este momento la permanencia de su influencia en el Estado argentino.

–¿Y cuál es la segunda razón?

–La tendencia mundial de todos los credos, de todas las Iglesias, al fundamentalismo. El territorio fue por mucho tiempo un pedazo de tierra, propiedad directa, pero hoy los pueblos se desplazan, hay gran movilidad, hay formas de autoridad paraestatal: la Iglesia es una autoridad paraestatal que atraviesa territorios, es un Estado trans-estatal. ¿Qué quiere decir? Que su dominio territorial debe afirmarse en su dominio sobre cuerpos como territorios. Un tema permanente en mis trabajos es la gran afinidad que existe entre el cuerpo de la mujer y el territorio. Cuando marco con mis banderas, con mis insignias el cuerpo de la mujer, estoy marcando su anexión a mi capacidad de Estado transnacional. Y una de las formas de todas las religiones y no sólo de la católica, es marcar los cuerpos siendo esta marca omnipresente. El Islam es el que ha sido más visibilizado con estas políticas, donde hay mujeres que tienen que usar determinado tipo de vestimenta. Uno de los rasgos centrales del fundamentalismo es su ansiedad por marcar con insignias los cuerpos de las mujeres. Y uno de ellos es que las mujeres tengan muchos hijos, no practiquen determinados actos, se vistan de determinadas maneras, adhieran a determinada normativa, no por una razón teológica, ni doctrinal ni moral, sino por una razón territorial.

–¿Cuáles son los puntos de encuentro entre el cuerpo femenino y el territorio?

–Lo que da los puntos de encuentro son las prácticas. Muchos han dicho que en las visiones culturales, la mujer siempre está asociada a la Naturaleza, es el gran útero, la Madre Tierra, se la vincula con una cierta pasividad de la Naturaleza frente a la acción del Hombre. Yo no hablo de la tierra, me refiero al territorio en sentido político. Las prácticas guerreras muestran la manera hegemónica de entrar el cuerpo de la mujer en la ideología, en la representación colectiva: siempre tuvieron ese correlato de la conquista de un territorio, la anexión del cuerpo de las mujeres, la inseminación por violaciones individuales o colectivas, su esclavización para servicios sexuales. Un ejemplo clásico es la guerra de Japón contra Corea y la anexión de las mujeres coreanas para servicios sexuales.

–Lo mismo se puede observar en la llamada Conquista del Desierto.

–Claro, también los araucanos, antes de la propia conquista, tenían varias concubinas. La visión patriarcal, que es la atmósfera en la cual todavía vivimos, percibe que anexar un territorio es acceder al cuerpo de sus mujeres como parte de su territorio, por eso hablo de esa afinidad. Esto fue siempre así hasta ahora. Es importante prestar atención que hubo un cambio, y ha sido para peor, porque en muchos territorios del mundo hoy no se trata de anexar el cuerpo de las mujeres sino de destruirlo. Este es un fenómeno muy nuevo. Claro que era destructiva y espantosa la violación del cuerpo de las mujeres, en una atmósfera patriarcal en la cual se entiende que cuando yo violo a la mujer del enemigo, yo reduzco a mi enemigo moralmente, por eso es tan potente el crimen sexual, y se entiende en una agresión al otro. Pero es una agresión a la mujer como persona y sin embargo, no se ve así. Tanto no se ve así que en diversas partes del mundo, en Colombia paradigmáticamente, y ahora también en la Argentina y en Perú, se está comenzando a descubrir que en todas las agresiones a las mujeres por parte de grupos paraestatales o durante los gobiernos dictatoriales, el tratamiento dado a las mujeres ha sido silenciado. Los protocolos de la investigación de la Medicina Legal para el análisis de lo ocurrido en esos cuerpos no incluyen preguntas sobre la especificidad de lo que les pasó a las mujeres. En Colombia están exhumando fosas comunes, de las varias guerras que atravesaron su territorio en décadas; aunque la crueldad ejercida sobre el cuerpo de las mujeres tuvo especificidades sexuales no está registrado. Y esto es lo importante. Porque se considera equivocadamente que eso que aconteció ahí entre el verdugo y su víctima fue de orden sexual y yo afirmo, y creo que es fundamental que nosotras lo afirmemos fuertemente, que eso no es de orden sexual, es de orden bélico, sólo que la forma de agresión se da a través de la sexualidad, se da en los genitales y con genitales. Lo dejan afuera, no lo cuentan, porque lo consideran del ámbito de lo íntimo.

–De lo privado…

–Exacto. Ese es todo el tema de la Modernidad, que se privatiza completamente lo sexual. Las mujeres nunca han sufrido tanto violencia doméstica como en la Modernidad porque se ha privatizado completamente lo sexual, que es un error, porque ahí lo sexual es político y es bélico, no es sexual. Si el patriarcado no fuera la red de significados y sentidos en la que estamos presos, la sexualidad no tendría ninguno de los significados que tiene entre nosotros. Por ejemplo, no tendría el sentido de la desmoralización del otro. Lo que las mujeres debemos defender es que la sexualidad ejercida de esa forma lastima, duele físicamente. Pero la lastimadura moral resulta del orden de la atmósfera del aire patriarcal que respiramos y coloca en la intimidad esa agresión que duele y que es simplemente una agresión como si me dieran una cuchillada, como si me dieran un balazo. Se pierde toda la dimensión del dolor, que es la más importante de todas. Y se lo privatiza y se coloca esa agresión en el orden de la moralidad. Entonces, no se habla. Las mujeres indígenas peruanas y guatemaltecas, por ejemplo, que han sufrido agresiones sexuales feroces, que han derivado en muchos casos en embarazos, no pueden hablar de esto porque están aprisionadas en el orden moral sexual. Uno de los grandes esfuerzos es retirar la sexualidad de la moralidad, separarla. Eso sería un tiro de gracia en el poder patriarcal. Cuando se agrede sexualmente a sus mujeres, se las desflora por violencia, el corazón del enemigo se reduce, porque el enemigo también es hombre, y es un defensor de la regla patriarcal. Hay una autora hindú que se llama Veena Das, que escribió un artículo sobre la crueldad en las guerras de la separación de India de Pakistán. Infelizmente no lo analiza desde una perspectiva de crítica al patriarcado, pero muestra cómo la destrucción de esa guerra también fue una destrucción en el cuerpo de las mujeres. Si hasta el presente fue la anexión del territorio, anexión del cuerpo de las mujeres, inseminación colectiva, esclavización sexual de las mujeres como el máximo trofeo de la victoria, como un cazador pone los ciervos en la pared, hoy hay todavía una vuelta de tornillo para peor en ese proceso que consiste en la destrucción y eliminación por tortura del cuerpo de las mujeres hasta la muerte en muchos escenarios del mundo, en Congo, Guatemala, México, El Salvador. Esa destrucción es una novedad.

–¿La saña aumentó?

–Antes el abuso era la saña. Hoy es saña que lleva a la muerte por destrucción del cuerpo.

–¿Y se da sólo en contextos de guerra o en otros también?

–Para que la definición de crímenes de guerra sea eficaz para defender a las mujeres, la noción de guerra tiene que ser modificada.

–¿En qué términos?

–Las guerras no son más convencionales. El mundo tiene una cantidad de escenarios guerreros impresionantes, que no son definidos de la forma clásica. Las guerras de maras, de gánsters, tribales, de los paraestados contra poblaciones disidentes, acciones paraestatales policiales permanentes y legitimadas para los no blancos, los marginales, los drogadictos, el peligro musulmán en Europa. Es necesario reformular este nuevo tipo de guerras que son no formalizadas por uniformes, por estandartes y sobre todo por formas marcadas y definidas de victoria o de derrota. En una guerra convencional además de la uniformización de los dos ejércitos hay convenciones muy claras de cómo se venció, como son los rituales de victoria, de derrota, de pacto final. Como las guerras hoy son difusas y no están definidas, algunos las llaman de tercera o cuarta generación, lo que está ocurriendo con las mujeres es una forma de documento donde se escribe un momento de victoria. También lo que pasa es que la victoria en estas guerras no convencionales es efímera.

–La antropóloga mexicana y ex diputada federal Marcela Lagarde sostiene que las muertes y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez no son un fenómeno excepcional, sino que se repite en otros países como Guatemala y España, e incluso la Argentina, donde se repiten los asesinatos de mujeres por el hecho de ser mujeres. ¿Comparte esta visión sobre los feminicidios?

–Hay dos posiciones en relación con los feminicidios. Es muy complicado porque no se han desarrollado todavía los foros suficientes como para discutirlas. En realidad, son dos estrategias diferentes. ¿Qué significa que una mujer muera por el solo hecho de ser mujer? La definición que toma Marcela Lagarde es la de Diane Russell, que vive en Estados Unidos, pero es sudafricana, el lugar donde se cometen más violaciones en el mundo. Russell muestra a las mujeres usadas en la pornografía y llevadas hasta la muerte en algún tipo de snuff movies, mujeres asesinadas por sus maridos, todas las mujeres que mueren en una frontera de género. Marcela sigue un poco este camino, es decir, el feminicidio engloba a todas las mujeres que mueren en una frontera de género. Como dice ella: “Para el género no existen tiempos de paz”. La producción más interesante en el feminismo está en la actualidad en redescubrir un camino no occidental para las mujeres. El Occidente moderno es el que peor trata a las mujeres, no importa cuánta ley de derechos humanos o de legislación pro mujer pueda un país producir. Algo está pasando porque algo está fallando severamente en el camino occidental y moderno estatal. Entonces, hay una visión del feminicidio que engloba todas las muertes que ocurren en esta frontera de género, en incremento en el avance de la modernidad. Y hay otra visión que cierra, focaliza, en cierto tipo de agresiones que tiene que ver con la destrucción del cuerpo hasta la muerte, en un escenario bélico nuevo. Yo trabajo en esta última línea.

–¿Por qué?

–Es cierto que la mayor parte de los asesinatos de mujeres ocurren en el espacio doméstico. El propio Estado moderno produce conyugalidad moderna. Tengo una estudiante que terminó su doctorado ahora. Su tesis es sobre la invención de la solterona. Se trata de cómo a medida que se moderniza el Estado brasileño –esto ha sido un proceso mundial, hay estudios para el Islam también–, se van creando mecanismos en que se fuerza a las familias a obedecer un patrón de conyugalidad moderno, privatizado, la familia conyugal cerrada, íntima, privada. Lo doméstico se privatiza. Surgen las ideas sobre las solteronas que nos parecen que son naturales, de que estar solo y no casarse es patológico, se genera un gran terror frente a ser solterona. Fue una política clara, a través de las revistas de aconsejamiento, las novelas, la literatura, que impusieron una imagen de mujer soltera como anómala, portadora de una incapacidad o enfermedad psicológica. Mi estudiante lo demuestra. Es muy interesante su tesis. En esa conyugalidad se van creando formas propias de violencia que son muy grandes, porque se rompen todas las formas de solidaridad entre las mujeres, que existían en un espacio doméstico de otro tipo, no conyugal privado propio de la modernidad, que es el espacio indígena, islámico doméstico, la familia compleja. Hoy la mujer vive su soledad en el espacio doméstico y nadie lo sabe. El avance de la Modernidad fue creando formas de vulnerabilidad de las mujeres y fue creando las leyes para esa forma de vulnerabilidad.

–Los asesinatos de mujeres que ocurren en lo doméstico, ejecutados por su pareja o su ex pareja ¿se deben definir como feminicidios?

–El problema es que si a esos crímenes se los llama feminicidios será dificilísimo hacer entrar esa categoría en la legislación internacional de derechos humanos. La lucha de llevar el feminicidio a la categoría de un tipo de genocidio hacia la mujer tiene que pasar por algo que es la despersonalización de esos crímenes. Un violador de calle, desconocido, del tipo serial, tiene una motivación de orden de género evidentemente: su género le impone un mandato de apoderamiento y posesión del cuerpo de la mujer, de ser capaz de mostrar que puede usurpar la sexualidad femenina. Eso es genérico. La mayor parte de los hombres controla el mandato genérico o lo ejecuta por vías que no son cuadrables en la ley como violación. La extracción del tributo femenino, como si fuera un impuesto de las mujeres, para construir su masculinidad, el violador la realiza de una forma particular, que atañe a su biografía personal. El “pater familias”, el hombre que es dueño del ámbito privatizado que es la esfera familiar, va a realizar su mandato de posesión de aquella esfera y de los cuerpos que en ella habitan de una manera personal, con su autoridad ejercida de la manera que la ley permite o, en unos casos, va a exceder la ley y va a ejercer su autoridad de una manera que la costumbre lo permite, que no es lo mismo. Pero en todos los casos tenemos la personalización de la manera en que se realiza el mandato de género. Es un mandato genérico realizado de acuerdo con las características de biografías personales. A un jurista que trabaja en el campo de los derechos humanos es difícil –porque ya lo intenté– convencerlo de que esos crímenes constituyen un genocidio, porque hay una personalización de la forma en que se ejecuta un mandato que es genérico. Los otros asesinatos de mujeres, los que se producen en las guerras no convencionales, en las masacres en el cuerpo de las mujeres, en esos casos sí ocurren solamente por el hecho de ser mujeres, porque son mujeres desconocidas. Pensemos en un ejemplo. Un hombre piensa: “Voy a agarrar a una mujer del barrio tal porque está dominado por tal mara y al destruir su cuerpo mostraré que sus grandes cabecillas no tienen capacidad para defender a las mujeres que viven en su territorio”. Punto. Es una relación política y bélica. Ahí sí hay feminicidios. Otro ejemplo: en las destrucciones vaginales que se observan en las guerras tribales del Congo, que son continuaciones de las guerras de Ruanda, podríamos mostrar dos cosas: que se trata de muertes de mujeres sin relación con biografías personales; y en muchos casos, como en Ciudad Juárez, estoy convencida de que los hombres que ejecutan esa destrucción no la harían si no fueran miembros de bandas que los presionan y los obligan a llevar adelante actos letales contra el cuerpo de las mujeres. Son presiones políticas del bando de género. Cuando marcamos una diferencia entre esos dos tipos de crímenes de género hacemos algo fundamental, porque obligamos a investigaciones detalladas. Lo que se ve en Ciudad Juárez clásicamente es que la policía dice: “Ah!! Un crimen más de género. Sí, estaba celoso el novio, entonces la acuchilló, le sacó los ojos, le arrancó los senos”. Cuando se ponen los crímenes de género sin detalle, en una misma bolsa, se permite a la policía, a los fiscales, a los jueces –como pasa con las fosas comunes, como pasó con la represión militar en la Argentina– a no detallar qué pasa con el cuerpo de las mujeres. Todos son crímenes patriarcales, pero necesitamos tener categorías precisas para obligar a aplicar protocolos de investigación precisos, que es lo que no está sucediendo. Una de las razones por las que la impunidad continúa en Ciudad Juárez es porque no hay investigaciones precisas.

–¿No considera que es importante nombrar los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas como feminicidios a modo de denuncia política y para evitar a mismo tiempo que se los califique en los medios como crímenes pasionales con todo lo que esa conceptualización conlleva? Puede haber ahí una estrategia de visibilización, más allá de la cuestión estrictamente jurídica.

–Sí, sí, es importante mostrar la unidad de universo de estas agresiones. Pero hay un peligro de desgaste del término. Por eso la ley es importante no tanto en la producción de sentencias sino para consagrar categorías, con la potencia con que la ley las sacraliza. Cuando sacraliza una categoría la ley hace un trabajo de ir transformando la sensibilidad ética de la gente. Hoy es una palabra muy fuerte y mañana puede pasar a tener el mismo significado que lo que antes llamábamos violencia doméstica.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar

Enviado por: Hugo Huberman de Argentina (más…)

LOS MAESTROS BRITÁNICOS PODRÁN PEGAR A SUS ALUMNOS

Por Véliz Alberto Cuya

La indisciplina en las escuelas británicas es un motivo constate de preocupación entre la comunidad educativa, que alerta de que el problema se ha visto agravado en los últimos años. Según un reciente sondeo de la Asociación de Profesores, los docentes creen que el comportamiento en las aulas es peor que hace un lustro, con niños de solo 5 años que actúan de un modo intimidatorio y violento.

Con el objetivo de esclarecer la confusión existente entre el profesorado sobre qué debe y puede hacer cuando se encuentra ante una situación problemática, el ministro de Escuelas, Infancia y Familias, Ed Balls, dio a conocer ayer un código de conducta que especifica que se puede hacer uso de la fuerza en ciertas situaciones. Y también que no se requiere del permiso de los padres para registrar al alumno en busca de armas, alcohol o drogas.

El nuevo reglamento señala que ahora pueden usar la fuerza en caso de peleas o para contener el mal comportamiento de los estudiantes.

Los docentes podrán usar la fuerza:

Cuando se produce una situación conflictiva
Cuando un estudiante desobedece constantemente

A fin de evitar que los actos de indisciplina les hagan perder la autoridad en el salón de clases, el Gobierno del Reino Unido ha dictado una normativa que permite a los maestros usar la fuerza a fin de evitar que se perturbe el orden en los centros de estudios.

El ministro de Escuelas, Infancia y Familias, Ed Balls, dio a conocer este código de conducta antes de comparecer ante la asamblea de los principales sindicatos de educadores del país, reunidos estos días en el norte de Inglaterra.

Balls espera que la “luz verde” para hacer un uso razonable de la fuerza contribuya a poner fin a una cultura en la que los profesores a menudo quedan sin autoridad para hacer frente a situaciones difíciles.

Aunque ahora ya tienen la potestad de utilizar la fuerza para contener el mal comportamiento, muchos no se atreven a hacerlo por temor a “represalias”, reconoció el ministro laborista. La idea de que las escuelas deben tener normativas de “no contacto” con el alumno es “un mito” que este código aspira a erradicar, añadió.

Los medios de comunicación se han hecho eco del miedo que sienten los maestros a emplear la fuerza (a la que pueden recurrir no para castigar pero sí para contener) por temor a que los padres emprendan acciones legales contra ellos. Los docentes explican que es habitual oír: «Si me tocas, mi madre te denunciará».

Balls reconoció que «en ocasiones existe el mito de que la política apropiada es que no haya contacto alguno» entre estudiantes y docentes, «pero eso es ridículo». Ante peleas o el hecho de que un alumno se niegue a abandonar el aula «la ley es muy clara», explicó Balls. Así pues, el código es «una ayuda para que [el profesorado] no tenga miedo de usar sus competencias» y además da ejemplos de cuándo se deben ejercer. Como cuando hay que intervenir en una pelea o en defensa propia, ante el riesgo de que un alumno se haga daño o si se están atacando las instalaciones o el material escolar. También se puede aplicar cuando un niño les desobedezca constantemente o ante la interrupción continuada de la lección o una actividad.

TRANQUILIZAR A LOS EDUCADORES

El ministro buscó tranquilizar a los educadores ante quienes presentó la guía, reunidos en Birmingham para el congreso anual del NASUWT, la agrupación de sindicatos que los representan. Varios sindicatos habían mostrado su malestar por hechos que consideran que suponen el cuestionamiento continuo de su autoridad. Por una parte, la revocación, por parte del consejo rector de una escuela, de órdenes de expulsión aprobadas por el director del centro. Por otra, el que en algunas escuelas participen los alumnos en el proceso de selección de un nuevo profesor, al que pueden preguntar «cuestiones humillantes» durante la entrevista de trabajo.

La guía fue bien recibida por la secretaria general del Sindicato Nacional de Profesores (NUT en sus siglas en inglés), Christine Blower, que afirmó que estas medidas «no son para castigar, sino para contener y evitar que ocurra un hecho» que pondría en peligro a alguien. Sin embargo, según el Partido Conservador, «publicar de nuevo el código existente» no resolverá el problema.

Fuentes:

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idtipusrecurs_PK=7&idnoticia_PK=702015

http://peru21.pe/noticia/457179/maestros-britanicos-licencia-pegar

http://www.nasuwt.org.uk/index.htm

The Teachers’ Union

Véliz Alberco Cuya

Consultoría y Asesoría Pedagógica

http://magisterioenlinea.ning.com

Enviado por Mariela Cevasco Uribe (más…)