Dolores Cacuango, pionera en la lucha por los derechos indígenas
por Alfonso Murriagui
El liderazgo de Dolores Cacuango fue indiscutible. Y sus palabras más que un discurso político fueron un ariete contra la injusticia y el maltrato a los indigenas.
El “Día de la Mujer” se celebra con bombos y platillos en nuestro medio. La televisión, la radio y los periódicos recurren al vocabulario más ostentoso y falso, para “resaltar” el valor de la mujer ecuatoriana, que ha sido relegada a través de los años a la humilde condición de “ama de casa”, con todos los agravantes que ello incluye: concebir y criar a los hijos, limpiar y arreglar la casa, atender al marido en “todas” sus necesidades, y más, en los actuales momentos: ser el puntal económico del hogar, para lo cual debe vender su fuerza de trabajo a patrones que le pagan mal y la explotan, precisamente por ser mujer y considerarle inferior a los hombres, inclusive dentro del mercado laboral.
Para celebrar el “día de la mujer”, hay que referirse, aunque sea superficialmente, a una de las mujeres más luchadoras y brillantes que ha tenido nuestro país: ella es Dolores Cacuango, esa extraordinaria mujer campesina que, “dotada de un juicio y una lucidez moral extraordinarias, se afirma en el camino de su existencia de tal forma que su espíritu por ser incorruptible es casi perfecto, pues establece ante su propia conciencia un juicio claro y definitivo de lo que es la justicia y lucha por llegar a ella como la meta final de su existencia”.
Dolores Cacuango ha sido reconocida por el sistema, a pesar de aquellos falsos historiadores que han querido borrar su imagen y el valor de su lucha junto a los campesinos ecuatorianos, para lograr su redención. Dolores Cacuango ha sido calificada por el sistema como Dolores la revoltosa, Dolores la hereje, Dolores la Comunista, Dolores la mujer perseguida, que asistió, en l 931, rodeada de sus tres tiernos hijos, al incendio de su choza, que los patrones lo decidieron, pensando que el fuego podía destruir ese fuego que animaba la lucha del movimiento indígena, que nacía al comienzo de los años treinta, precisamente liderado por esta heroica mujer indígena.
Esta valerosa dirigente nació el 26 de octubre de 1881, en San Pablo Urco, una parcialidad de la hacienda Moyurco, que los frailes mercedarios tenían en el Cantón Cayambe, de la Provincia de Pichincha, junto a otros feudos vecinos que pertenecían a los curas jesuitas y dominicanos; fue hija de Andrea Quilo y de Juan Cacuango, peones conciertos, ella tenía catorce años cuando triunfó la Revolución Liberal. Dolores provenía de los antiguos caciques de la zona y su apellido paterno le daba un ascendiente de prestigio, sin embargo, dos siglos y medio después, debido a las condiciones de trabajo y esclavitud a que habían sido sometidas las familias indígenas, ubicaron a la familia de Dolores Cacuango entre la gente que vivía en extrema pobreza, como todos los peones conciertos de la hacienda agrícola de la Sierra.
El liderazgo de Dolores Cacuango fue indiscutible. Y sus palabras, más que un discurso político, fueron un ariete contra la injusticia y el maltrato a los indígenas. Su liderazgo se impuso sin ninguna duda, manejaba un discurso sencillo y claro, puesto que debía exponer razones y defender planteamientos, ya que llevaba la voz de su pueblo y lo hacía con profundidad, belleza y elocuencia, aquí un ejemplo: “Nosotros somos como los granos de quinua: si estamos solos, el viento nos lleva lejos, pero si estamos unidos en un costal, nada hace el viento, bamboleará, pero no nos hará caer”.
Dolores Cacuango siguió una línea de vida intachable, incorruptible, libre de ambiciones personales. Ceder, congraciarse con los patrones, significaba retroceder, entregar la lucha a los enemigos de siempre. Significaba dejar de ser un dique para ellos, para sus futuros y nefastos propósitos.
Las retaliaciones no lograron amedrentarla. Al contrario, templaron más su espíritu rebelde, su fe en la lucha, necesaria para los pueblos indígenas.
Por eso solía decir, tocándose en la mitad del pecho: “Yo, aunque pongan la bala aquí, aunque pongan fusil aquí, tengo que reclamar donde quiera. Tengo que seguir luchando. Para vivir siquiera libertad en esta vida.”
Alfonso Murriagui
Fuente: http://www.voltairenet.org/article164676.html (más…)
Escuela de Fráncfort: El último capítulo del marxismo filosófico
30-03-2010
Beatriz Sarlo
EÑE REvista de Cultura
Adorno, Horkheimer, Benjamin, Marcuse, Habermas son apellidos centrales del pensamiento del siglo XX ligados a la Teoría Crítica y rescatados por “La Escuela de Fráncfort”, una monumental biografía intelectual colectiva, recién editada en castellano. Beatriz Sarlo analiza la obra de ese grupo excepcional, que exploró la dialéctica, el marxismo y el freudismo.
Inútil buscar una definición sintética de la Escuela de Fráncfort. Existieron diferencias (no siempre las mismas ni en el mismo momento) entre sus integrantes más ilustres como Theodor W. Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse. Cada uno de ellos exploró a su manera y con distintos acentos la dialéctica, el marxismo y el freudismo. Algunos hicieron sus contribuciones más profundas en la estética y otros, en lo social. Finalmente, un nombre icónico, como el de Walter Benjamin, no perteneció realmente al Instituto que fue la base administrativa de la Escuela; y la teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas no es una consecuencia inevitable del pensamiento de sus mentores de juventud.
Sin embargo, casi todos creemos saber de qué se habla cuando se menciona a la Escuela de Fráncfort y la Teoría Crítica. Versiones difundidas en el sentido común culto fusionan las posiciones de Adorno sobre estética y su intervención decisiva en el campo de la música moderna, la mirada detallista e innovadora de Benjamin sobre la cultura urbana y material, la gran suma filosófico-histórica de Horkheimer y Adorno sobre la razón ilustrada, las exploraciones de Marcuse sobre la subjetividad en el capitalismo. Ellos, los francfortianos, discutieron largamente mientras mantenían una identidad que, pese a los conflictos, es rara en otros grupos. Son un mosaico, pero los unía una tarea común que hoy ya podemos definir (sin olvidar, por supuesto, el proyecto de Sartre) como el último gran capítulo de la dialéctica, el último capítulo posible del marxismo filosófico. La Escuela de Fráncfort, de Rolf Wiggershaus, publicado en alemán en 1986 y ahora editado en castellano, es una historia de este grupo excepcional.
Los comienzos En 1940, murió, después de años de parálisis física e inhabilidad mental, el primer director del Instituto para la Investigación Social que se fundó en 1924 con dinero aportado por Felix Weil, hijo de un exportador de cereales que se había enriquecido en la Argentina. Los tres años y medio que lo dirigió Carl Grünberg son un comienzo. Las autoridades universitarias alemanas miraban con desconfianza a ese Instituto financiado por un joven mecenas marxista, que promovía un programa marxista de investigaciones y repartía sus becas entre estudiantes también marxistas, muchos de ellos militantes del Partido Comunista.
Providencialmente, la enfermedad de Grünberg hizo posible un nuevo comienzo. Cuando, en 1930, dejó la dirección del Instituto, el nombramiento de un casi desconocido Max Horkheimer fue una decisión administrativa que contenía en su centro el futuro institucional de la Teoría Crítica. Los anales del Instituto pasaron a llamarse Zeitschrift für Sozialforschung, nombre que se volvió clásico. En su conferencia inaugural, Horkheimer establecía un delicado equilibrio entre el programa francamente marxista de su antecesor (suscripto por el mecenas Weil) y una fórmula que pudiera sonar aceptable en el medio universitario alemán que, aunque singularmente avanzado en Fráncfort, de todos modos no habría tolerado por mucho tiempo un programa de investigación exclusivamente centrado sobre el marxismo.
Así, Horkheimer se refiere a la filosofía clásica alemana, a la idea de totalidad en Hegel y extrae de allí la fundación metodológica y teórica de un proyecto que investigara las relaciones de economía, sociedad y cultura.
Como queda ampliamente probado por Rolf Wiggershaus, la llegada de Horkheimer fue inesperada, estratégicamente astuta y finalmente providencial. Con todo detallismo, Wiggershaus cita las cartas, las instrucciones y las observaciones ministeriales que armaron el tinglado en el cual pareció prudente aprovechar la enfermedad de Grünberg para imprimir un giro.
En la extensa lista de nombres que protagonizan o son figuras secundarias de este primer capítulo, Wiggershaus ofrece pruebas de una recurrencia: son muchos los judíos (conservadores o liberales, pero siempre ilustrados y de sentimientos profundamente alemanes, es decir, judíos integrados), burgueses urbanos, grandes comerciantes o industriales con inclinaciones a la acción pública prestigiosa y el mecenazgo de las artes y las ciencias.
Aunque Wiggershaus no lo subraya especialmente, es significativa esta tipología porque, frente a ella, las persecuciones del nazismo, que sucederían muy pocos años después, no se vuelven incomprensibles para quienes las desataron, pero sí, en gran medida, para quienes las padecieron en esta franja que no estaba habituada ni a la segregación ni al desprecio.
Personalidades
Después del “relato de comienzos”, se pasa a las biografías tempranas de los principales integrantes del grupo: desde las novelas escritas por Horkheimer en su juventud a la formación judaica y psicoanalítica de Erich Fromm, que se plantea el cruce teórico entre la teoría de los instintos y la teoría de clases, y termina fijando en el Instituto la primera sede universitaria del psicoanálisis en Alemania.
Estas detalladas e interesantes “vidas francfortianas”, de todos modos, interrumpen el curso de una historia. Arman un friso biográfico, donde no es posible detenerse en lo que quizás hubieran sido algunos paralelos significativos (Horkheimer como una especie de Engels joven y judío, por ejemplo, poniendo de manifiesto, por si hiciera falta una vez más, la pertenencia de los judíos al suelo de la cultura alemana, y también las insospechadas supervivencias de romanticismo social en sus obras juveniles). Quizás, el intercalado de las vidas en curso de formación intelectual no haya sido la mejor estrategia expositiva, aunque cada vida tomada en sí misma es interesante como una miniatura. Otra estrategia de exposición habría partido de los grandes teóricos leídos por casi todos, como Lukacs o Korsch o Weber, para delinear un trayecto común a la época.
Sin embargo, aunque las biografías juveniles interrumpan la historia de los primeros años del Instituto, abren una perspectiva desde la que se comprueba que allí se reunieron tendencias que estaban un poco por todas partes en la izquierda marxista alemana intelectual y juvenil, que se consolidaron porque el Instituto les dio una adscripción académica y el dinero que la universidad de Fráncfort no habría invertido.
El capítulo donde transcurren estos primeros años lleva el nombre significativo pero intrigante de “El ocaso” (Dämmerung, que la edición en inglés traduce, menos herméticamente, por “Amanecer”, tal como lo permite la palabra alemana). El título es el de un libro de Horkheimer, publicado en 1934, donde Wiggershaus encuentra la prueba de que tenía ya el programa de una filosofía futura y de una “teoría científica de la sociedad”. Ese programa atravesó más de tres décadas, como convicción, como promesa, como horizonte discutido por la propia Teoría Crítica. José Sazbón, gran especialista argentino desparecido hace dos años, sintetizó el conflicto finalmente generado por la idea de totalidad que los lineamientos de Horkheimer compartían con Lukacs. Sazbón concluye que el hegelianismo totalizante del programa de Horkheimer se “dislocará” en las vías recorridas por muchos francfortianos: el psicoanálisis, la antropología, la crítica nietzscheana.
Las historias intelectuales que incluye Wiggershaus en este primer capítulo son una demostración de que, desde el comienzo, la teoría crítica era mucho más y mucho menos de lo que prometía. Lo muestra el itinerario, en los años veinte, de Theodor Adorno, que hace un pasaje breve y frustrante por el Instituto, se va a Berlín donde tiene una relación fundamental con Benjamin y regresa para trabajar con Paul Tillich y establecerse en ese marco institucional, aunque desconfiando o recusando la idea de una totalidad inalcanzable en la filosofía contemporánea.
Pero un verdadero ocaso, no simplemente el de la idea hegeliana de totalidad, amenazaba a los jóvenes de Fráncfort. El mismo día en que Hitler fue nombrado canciller del Reich, las SA (tropas de choque de camisas pardas) se apoderaron de la casa de Horkheimer. Comenzó el exilio que llevó a los francfortianos a Estados Unidos. Adorno, siempre siguiendo un camino diferido o diferente, intentó una carrera en Oxford, donde se lo ubicó, para su humillación, en el lugar del estudiante de doctorado. Wiggershaus cita largamente la correspondencia de 1934 entre Adorno y Horkheimer: “Usted (le escribe Horkheimer) si no ha cambiado mucho, es una de las pocas personas de las cuales el Instituto y la especial tarea teórica que busca cumplir tienen algo que esperar en el plano intelectual”.
Aunque la afirmación fuera, en ese momento, injusta con Erich Fromm, todo acontece en el relato de Wiggershaus como si Horkheimer conociera el borrador del futuro o como si algunos rasgos personales de Adorno alcanzaran para explicarlo. “Fijaciones” o celos, desconfianza hacia otros intelectuales como Kracauer, disidencias pequeñas pero significativas que terminaron en separaciones, como con Erich Fromm. Ambos, Adorno y Horkheimer, sentían en cambio una rara atracción por Benjamin, precisamente el que no llegó nunca al exilio.
Wiggershaus deja dos cosas en claro. La primera, más indiscutible por menos teleológica, es que tanto Horkheimer como Adorno estaban fascinados con Benjamin, y se lo comunicaban mutuamente en varias cartas de 1936, aunque quizá nunca pensaron que pudiera integrarse del todo a la empresa común, por la persistencia en Benjamin en “conceptos teológicos” insertados en una filosofía donde tampoco terminaba de reconocerse la dialéctica. La segunda, que era casi inevitable que Adorno y Horkheimer terminaran trabajando juntos en la Dialéctica de la Ilustración, como si el nazismo, los desencuentros del año 34, en que uno ya estaba en Nueva York y el otro todavía tentado en seguir una carrera como crítico musical en Alemania, hubieran sido detalles de una historia empírica que nunca llegaron a poner en peligro esa obra esencial. Sin embargo, Wiggershaus también muestra que Horkheimer, siempre tajante en sus intervenciones como organizador, vaciló entre una colaboración filosófica de gran alcance con Adorno y el camino multidisciplinario inscripto en el programa fundador nunca abandonado, incluso cuando el Instituto regresó a su primera sede alemana después de la guerra.
Diálogos en el exilio
Durante el período norteamericano, esa vía multidisciplinaria hizo posible la alianza con Paul Lazarsfeld, trazando un desvío más académico y empirista. Eran, sin embargo, hombres de texturas intelectuales muy diferentes: Lazarsfeld, cuando en 1938 Adorno se sumó al proyecto de investigación sobre la radio y sus efectos, le estampó el estereotipo del “profesor alemán que, no obstante, dice una cantidad de cosas interesantes”. Por esta misma extrañeza de origen y formación, Horkheimer se ve obligado a explicar varias veces por qué la Zeitschrift für Sozialforschung siguió siendo publicada en alemán hasta 1939, evitando las traducciones siempre peligrosas (por su tendencia a las “simplificaciones y popularizaciones”), y también porque en ese momento era la única revista independiente publicada en esa lengua. Precisamente en su último número en alemán, se publicó un artículo de alto impacto de Horkheimer: “Los judíos y Europa”.
Es característico del relato de Wiggershaus recorrer cuántos caminos laterales aparezcan. El proyecto inconcluso de Benjamin sobre París, capital del siglo XIX es abordado en una pequeña monografía intercalada en uno de los capítulos dedicados al Instituto en Estados Unidos. Con excelentes fuentes documentales sigue el tortuoso itinerario del intercambio entre Adorno y Benjamin, y las objeciones de Horkheimer, que son menos significativas. Sin duda, el intercambio entre Adorno y Benjamin es un punto muy alto de debate y colaboración, de desacuerdo, reconocimiento y también ceguera, pero surge el legítimo interrogante de si también lo fue en la historia del Instituto, donde Benjamin no aparece nunca como una figura central, sino como aquel intelectual magnético que atrae a algunos de sus miembros.
Otro ejemplo de excelente análisis intercalado es el de Filosofía de la nueva música; Wiggershaus rastrea las razones del extraordinario impacto y la “felicidad intelectual” que el texto de Adorno le produjo a Horkheimer. Esas páginas, como las dedicadas a Benjamin, son también intermezzi felices dentro del tono predominante de análisis de relaciones intelectuales e institucionales. La tercera inserción monográfica de estas características es dedicada a la génesis y discusión de Dialéctica de la Ilustración, esa obra magna que se convierte en una clave de bóveda del proyecto, recoge líneas inconclusas del pensamiento benjaminiano y le da una centralidad a Horkheimer y Adorno, desplazando hacia otros espacios, de manera definitiva o por bastantes años, a Fromm, Pollock y Marcuse.
El libro de Wiggershaus es una historia de la línea central y de múltiples caminos laterales. Cada una de las ocasiones en que Adorno disiente con Horkheimer (por ejemplo acerca del ensayo de Marcuse sobre el carácter afirmativo de la cultura, para mencionar sólo un caso), prueba que el mismo término de Escuela es poco apropiado. Parece mejor, referirse al Instituto, ya que esta denominación administrativa y académica no establece los mismos compromisos de unidad que estuvo siempre amenazada por las desavenencias filosóficas de un grupo que se diferencia a medida que pasa el tiempo.
Pero las disensiones no fueron solamente teóricas o metodológicas. Sobre todo en los Estados Unidos, en los difíciles años de fines de los treinta y comienzos de los cuarenta, cuando llegan definitivamente todos los emigrados, valen también los conflictos por la escasez de fondos; los manejos financieros de Horkheimer que, secretamente, se reserva una parte importante de los de la Fundación que había financiado al Instituto en Alemania; su tenacidad para presentar proyectos que intersectaran aquello que los financiadores académicos americanos y también del American Jewish Committee podían aceptar y lo que la gente del Instituto podía y se interesaba en hacer. Horkheimer, por otra parte, incitaba a los miembros con quienes simpatizaba menos a buscar sus medios de vida en otras agencias, especialmente en las del Estado norteamericano, como en los casos de Marcuse y Pollock.
El proyecto sobre antisemitismo fue el último gran proyecto diseñado en los Estados Unidos. En el comité consultivo de la investigación se alinearon celebridades no sólo originadas en el Instituto sino también grandes nombres como Margaret Mead o Robert Merton. Wiggershaus, al compilar esos nombres, pone en evidencia que, originarios de Fráncfort, sólo quedaban Adorno y Horkheimer, además de Leo Löwenthal. En las infinitas maniobras que exigió la aceptación del proyecto queda de manifiesto no sólo la destreza administrativa de Horkheimer sino también la inserción lograda en el exilio.
El regreso
Llega, justo en ese momento, el fin de la guerra. Quienes, como Marcuse, trabajaban en agencias de los Estados Unidos especializadas en los problemas del conflicto, se quedaron sin trabajo y Horkheimer les hizo saber que no les estaban esperando sus antiguos puestos, aunque el futuro de la Zeitschrift ocupara a Marcuse tanto como a él y a Adorno. En la nueva situación, la revista podía recuperar un espacio público europeo que estuvo clausurado durante el nazismo. Europa, visitada en esos años de posguerra, puede que “esté condenada por la historia”, pero “el hecho de que todavía existe pertenece también a la imagen histórica y abriga la débil esperanza de que algo de lo humano sobreviva” (escribía Adorno a Horkheimer en 1949).
Muchos de los exiliados regresaron. En este punto del relato de Wiggershaus podría hacerse un señalamiento. Su historia es increíblemente detallada en lo que concierne a la génesis de obras y proyectos; los desplazamientos internos del grupo por afinidades filosóficas y personales; y las infinitas tácticas ensayadas frente a las instituciones norteamericanas en los planos financiero y académico. Una dimensión se extraña en toda esta prodigiosa reconstrucción: la del campo del exilio en su conjunto y la del impacto en estos europeos pura cepa de la sociedad americana en la que se insertaron. En este punto, el relato, que sigue todos los desvíos necesarios, no se propone la reconstrucción de una escena más amplia. Digamos que no es suficientemente materialista en lo que concierne al paisaje urbano, cultural y social en el que los exiliados vivieron y que había provocado en ellos el famoso reflejo del “espléndido aislamiento”.
Esa ausencia de atmósfera no ocurre, en cambio, en el comienzo del sexto capítulo, el del regreso definitivo a Fráncfort. El choque es violento porque los hombres del Instituto habían emigrado de una Alemania donde la cultura producida por judíos e influida por ellos era esencial. La nación dividida a la que regresaban les presenta sólo el vacío donde esa cultura había vivido enérgicamente.
Fráncfort los recibió en triunfo. Sin embargo, para refundar el Instituto, era necesario conseguir los fondos. Para convencer no a inexistentes mecenas judíos sino a la burocracia estatal, Horkheimer argumenta casi con las mismas palabras de su programa inicial: unir la tradición filosófica y social alemana con las investigaciones empíricas, sólo que, en esta ocasión acaecida veinte años después, sumando los aportes metodológicos de la sociología norteamericana (con la que Adorno ya no tendrá más nada que ver). En 1951 se reabre el Instituto. Pero sus miembros van y vienen. En 1952, Adorno vuelve a Estados Unidos, en un viaje que le resulta más duro que el exilio. Marcuse, que desea regresar a Fráncfort y estrechar una colaboración con Horkheimer, una vez más, fracasa. Pero en 1955 él publica Eros y civilización, el libro que Wiggershaus llama con justicia la Dialéctica de la Ilustración de Marcuse.
Fue la consagración intelectual y pública de los fundadores. Pero también la aparición de nuevos personajes, como Jürgen Habermas, nacido en 1929 cuando se estaba fundando el Instituto, y que elegía escribir en los diarios sobre autores por los que Adorno sentía lejanía y hostilidad. Habermas recuerda el impacto de su primera reunión con Adorno: lo escuchó como si estuvieran hablándole Marx o Freud, los grandes de la cultura alemana en el pasado. Prevaleció la continuidad y, en 1965, Habermas obtuvo la cátedra que había sido de Horkheimer.
La doble imagen que se le ocurre a Habermas (la de una envergadura pretérita aunque presente) es también la que ilustra el final del libro de Wiggershaus. Los jóvenes de los sesenta encontraron una referencia en Fráncfort y, sobre todo, en las fórmulas que sintetizaban su proyecto marxista y dialéctico original. Pero quienes habían escrito y hecho posible ese proyecto estaban cada vez más lejos de ese nuevo mundo insurreccional y culturalmente revulsivo. Quizá la única excepción fuera Marcuse, que miraba intensamente esa sociedad capitalista tardía mientras Adorno, alejado, coronaba su obra filosófica y estética.
Wiggershaus reconstruye, con testimonios muy próximos a los hechos, el año 1967, donde Adorno va de un malentendido a otro en reuniones y conferencias con los estudiantes radicalizados. El relato deja ver perfectamente la naturaleza cultural, ideológica y generacional de una comunicación casi imposible: ni a Adorno le interesa la reforma de la universidad (que fue la bandera con la que comenzaron muchas de las revueltas juveniles de esos años), ni los estudiantes están en condiciones de seguirlo en el proyecto más duro, más difícil, con que el filósofo está terminando su vida. Malentendidos diferentes, pero igualmente insalvables, separaron a los estudiantes de Marcuse, que fue recibido por ellos como una voz de la revolución para escuchar que, en vez de darles un lugar de primera fila en ese futuro, les dice que no son ellos, los estudiantes, los principales protagonistas.
Este final, melancólico pero inevitable en esta gran biografía intelectual colectiva, tiene una vibración personal y el lector adivina en Rolf Wiggershaus (nacido en 1944) un testigo muy próximo de los avatares con los que compone su historia de la génesis y realización de la Teoría Crítica, de la revista y el Instituto. Toda ella provocaba a construir un libro al que es difícil llamar simplemente extenso. Es, al mismo tiempo, agotador e imprescindible. Wiggershaus ha sido implacable en la recopilación de fuentes documentales inéditas y en la revisión de las ya conocidas; se mueve en un terreno que le es familiar desde su doctorado con Habermas, pero no da nada por descontado: revisa todo y no se permite una elipsis en el relato; no da respiro, porque es un investigador que tampoco se lo permite. La escuela de Fráncfort es un atlas, una guía exhaustiva, un repertorio bibliográfico completo y una enciclopedia razonada.
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/03/27/_-02167570.htm
Fuente: Rebelion.org (más…)
Perù: Fijan multas por obligar a empleadas a usar uniforme en sitios públicos
El Ministerio de Trabajo precisó que las sanciones llegan hasta S/.1,980. Medida comprende a empleadores y dueños de establecimientos.
El Ministerio de Trabajo señaló que dará asesoría gratuita llamando al 0800-1-6872. (USI)
Aquellos empleadores que obliguen a sus trabajadoras del hogar a utilizar uniforme fuera de la vivienda donde prestan servicios, incurren en un acto de discriminación, el cual puede merecer una multa de mil 980 nuevos soles, informó el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE).
El Decreto Supremo 004-2009-TR establece que no se puede condicionarse al empleado del hogar a usar uniforme, mandil, delantal o cualquier otra vestimenta identificatoria o distintivo en espacios o establecimientos públicos como parques, playas, restaurantes, hoteles, locales comerciales, clubes sociales y similares.
También podrían ser multados los responsables de establecimientos públicos y privados cuyos mecanismos, regulaciones, servicios o acciones tengan como finalidad o resultado la constitución de un acto discriminatorio contra las trabajadoras del hogar.
Durante todo el año, el MTPE realiza una serie de campañas de orientación y difusión de la legislación laboral relativa a las trabajadoras del hogar para evitar la vulneración de sus derechos.
DATOS
◦El MTPE brinda asesoría gratuita llamando al 0800-1-6872.
◦Desde el 2007 a la fecha, el MTPE emitió 96 órdenes de inspección laboral en Lima para verificar actos de discriminación laboral, directa o indirecta.
Fuente: Peru21 (más…)
Noviazgo violento: Que a vos no te pase
Alberto, o “Beto” como le decíamos en el grupo, era el chico que nos gustaba a todas, nos parecía que era re-lindo, fuerte, un ganador. Una tarde me pidió que fuera su novia; me sentí muy afortunada. Al principio, cuando nos quedábamos solos, me demostraba cuánto me quería, primero con abrazos, después con besos más apasionados; yo muy enamorada pensaba que tenía mucha suerte en haber logrado que se fijara en mí.
En un principio me sentía confundida por su actitud, porque sólo se acercaba a mí cuando nadie nos veía, y cuando le preguntaba por qué, me acariciaba la cara y me decía: “es que si se enteran los demás van a empezar con los chismes y cargadas y no quiero que tengamos problemas”; yo pensaba que era lógico lo que decía y que era mejor mantener en secreto nuestro amor.
Un día en una fiesta, aún manteniendo nuestra relación en secreto, comencé a bailar mientras todos me hacían un círculo. Beto se enfureció, me miró fijamente a los ojos y dijo: “mírenla, si parece una puta!”. Lloré toda la noche pensando que no me merecía ese trato, al otro día, cuando le reclamé, me abrazó, y dijo: “perdoname, no supe como reaccionar, es que me muero de celos”; entonces pensé que de alguna manera era lindo que él sintiera celos, porque eso significaba que me quería.
Lo peor fue una tarde que pasó a buscarme, anduvimos un rato largo, yo no conocía el camino y entonces le pregunté a dónde íbamos, pero él me respondió de una manera muy violenta que “no preguntara tonterías o mejor me llevaba de regreso a mi casa”, preferí no preguntar más. Después de un tiempo sin saber en donde estaba me animé a preguntar otra vez, me dijo que si seguía molestando me iba a dejar ahí mismo y, aunque era lo que yo quería, preferí seguir porque me daba miedo que terminara la relación conmigo. Finalmente, llegamos a un edificio y no tuve tiempo de nada, sentí que me arrastraba hacia una escalera, pero como no podía ir más rápido él se burlaba de mí llamándome gorda y lenta, yo cada vez me asustaba más.
Entramos a un departamento –que al parecer era de su tío–, cerró la puerta, me tomó de los hombros y me besó con la rudeza acostumbrada, pero ahora sentí algo extraño; estábamos solos como siempre había querido, sin embargo, yo tenía miedo pero… me aguanté. Entonces comenzó a besarme apasionadamente y a tocar todo mi cuerpo, yo no sabía qué hacer, no tuve el valor de detenerlo hasta que quiso quitarme la remera, le agarré la mano y lo detuve, él intentó nuevamente, y, como yo me resistía, se apartó sorpresivamente.
Por unos minutos todo estuvo en silencio, pensaba que me iba a dejar, que ya no me iba a querer, así que, aunque no estaba tan segura de lo que quería, lo abracé y le dije que “no volvería a hacer otra tontería como esa”. Entonces comenzó a besarme con mucha fuerza, me tocaba ansiosamente, me apretaba, claro que me dolía, pero no podía decirle nada porque se enojaría; pensé que era normal, que en esos momentos así eran las demostraciones de amor. Las caricias aumentaron, me quitó la remera, sentía vergüenza y miedo, pero cuando quiso desabrocharme el pantalón no aguante más y lo aparté bruscamente; a él ya no le importó y lo intentó nuevamente, yo luché por quitármelo de encima y salí corriendo de ahí… No sé cómo, pero llegué a mí casa.
Desde entonces no me habla, tal vez es lo mejor, al menos ya no tengo ese miedo que tenía al estar a solas con él.
Sabías :
* Que en distintas partes del mundo, entre 16% y 52% de las mujeres experimentan violencia física de parte de sus compañeros, y por lo menos una de cada cinco mujeres son objeto de violación o intento de violación en el transcurso de su vida.[1]
* Y que 3 de cada 10 de las estudiantes reportan violencia en el noviazgo.
* En Argentina, 4 de cada 10 mujeres sufren en algun momento de su vida maltrato emocional, fisico o sexual [2].
* En la ciudad de Buenos Aires las estadísticas dicen que casi el 80% de las esposas maltratadas sufrió los primeros abusos durante el noviazgo. El 54% de las mujeres asistidas en los centros de atención del gobierno porteño son casadas. El 79% de los victimarios son esposos y convivientes.
* La violencia que inicia en el noviazgo, continúa en la relación formal de pareja.
* Una de las manifestaciones de la violencia en el noviazgo son los celos en extremo.
* La violencia física puede iniciar con daños ligeros, pero puede también provocar discapacidades e incluso la muerte.
* La violencia psicológica puede producir baja autoestima, ansiedad, depresión, e incluso el suicidio.
* La violencia física y sexual es un delito y podés denunciarlo.
* Otro tipo de violencia que se ejerce en el noviazgo es la violencia económica, la cual consiste en controlar a otras personas a través de los recursos necesarios para vivir.
Mitos
Averigua lo que existe detrás de los mitos más arraigados con respecto a la violencia:
“Porque te quiero te aporreo” La violencia no une, la violencia despedaza relaciones.
“ Mi amor lo va a cambiar” Los comportamientos son resultados de un aprendizaje, y el cambio no depende de una entrega de amor.
“Le gusta que le peguen, si no, ¿por qué no lo deja?” Las desventajas económicas, sociales y culturales en que viven las mujeres, así como el miedo y el no encontrar apoyo, las obliga a mantenerse en una situación de violencia.
“Las mujeres deben ser abnegadas” A las mujeres se les educa para ser sumisas y obedecer, y esto las hace vulnerables frente a la violencia.
“Seguro que ella hizo algo que lo provocó” Las mujeres no somos culpables de las acciones de otras personas. No hay provocación que justifique la violencia.
“La violencia sólo se da en hogares pobres” La violencia se da en todos los niveles sociales, económicos y culturales.
“Sólo los hombres adictos a drogas o al alcohol, desempleados o con problemas en su trabajo son violentos. No sólo los hombres con problemas de alcoholismo o drogadicción son violentos. El consumo de alcohol o drogas puede favorecer pero no es la causa de la violencia. De hecho, muchos alcohólicos no son violentos. Algunos violentos son violentos si beben en su casa y no afuera.
¿Qué es la violencia?
Seguramente asociamos violencia con la idea de “fuerza” y/o acciones como golpear, gritar, forzar y violar a una persona. Cuando la violencia tiene muchos rostros, a veces puede ser un insulto, a veces un golpe. La violencia es todo lo que nos produce daño físico y emocional, temporal o permanentemente.
Existen varios tipos de violencia, pero en el noviazgo debemos tener mucho cuidado con:
* La violencia verbal, es cuando nuestra pareja utiliza miradas, gestos y/o palabras que nos rebajan y nos lastiman.
* La violencia emocional o psicológica, es cuando nuestra pareja nos insulta y se burla de nuestra forma de ser, de vestir, de hablar, e incluso cuando lo hace para referirse a nuestros amigos/as y familia.
* La violencia física, se relaciona con todas las acciones en contra del cuerpo de alguna persona tales como empujones, tirones de cabello, patadas, cachetadas, golpes, etcétera.
A veces pensamos que la gente que nosotras queremos no nos puede o no nos quiere lastimar, e incluso hemos escuchado y dicho frases como: “me cela porque me quiere”, “todo lo hago por tu bien”, “no te pongas esa falda tan corta”, “no te juntes con esa amiga porque te mete malas ideas”. Y entonces nos preguntamos ¿es violencia o sólo muestra interés por mí?, pero desgraciadamente sufrimos violencia a manos de gente que queremos y conocemos, por eso es tan difícil identificar y detener la violencia
¿El amor duele?
Para responder esta pregunta, deberíamos imaginarnos al amor como un “algo” que forme parte de nuestro cuerpo, el amor es un sentimiento que cada una/o vive distinto, ¿quién dijo que para amar hay que padecer? Estas ideas erróneas nos van enseñando que la violencia es “normal” en una relación. Cuando tu relación se llena de “pequeños detalles” como celos, empujones, groserías; tendrías que preguntarte si lo que te duele es el amor o la violencia. Es una mentira aquel dicho que para amar hay que sufrir, las personas tenemos la capacidad de dar sin lastimar.
¿Qué es lo que te duele?
Cuando tu chico o tu chica te hace sentir fea/o, gorda/o y poco inteligente; cuando tu pareja desaparece por cortos períodos de tiempo sin explicar los motivos de sus ausencias; cuando constantemente te amenazan con terminar la relación si no cambias tu forma de vestir, de hablar, de reírte, o si no le dejas de hablar a alguna amiga. Cuando te grita, cuando te niega, cuando no valora tu trabajo, tu creatividad, tus esfuerzos; cuando te niega la posibilidad de iniciar o continuar tus estudios, un trabajo, o tu participación en grupos culturales, artísticos, etcétera. Todas estas actitudes son violencia en el noviazgo.
¿Qué podemos hacer?
Exigir un buen trato, aprender a no minimizar nuestras emociones y sentimientos. Si alguien a quien nosotras/os queremos nos lastima de alguna manera, debemos hablarlo. Si tu novio/a te hace sentir mal por algo, lo más recomendable es que se lo digas para que sepa que no te gusta que te maltraten ni lastimen, y que no estás dispuesta/o a permitirlo, es una buena herramienta para defenderte de la violencia en el noviazgo.
¿A qué tenemos derecho?
Tenemos derecho a una vida libre de violencia, tenemos derecho a la privacidad, a la libertad y a la seguridad. Toda persona que lastime de manera física o sexual puede ser demandada. Nadie, ni mi novio/a ni mi familia, tiene derecho a golpearme o a maltratarme ni en público ni en privado.
Tenemos derecho a recibir un trato de respeto a nuestros cuerpos, a nuestros pensamientos, opiniones y a nuestras cosas. A reconocer que nuestras necesidades son igual de importantes que las de nuestras parejas. También tenemos derecho a mantener la comunicación con nuestras amistades; a crecer y a realizarnos como personas, a cambiar de opinión si lo consideramos pertinente; a decidir cuánto tiempo queremos pasar con nuestra pareja; a no recibir abuso físico, emocional, psicológico y/o sexual. Tenemos derecho a romper la relación y a dejar de quererlo/a sin culpas.
Tips
* Cuando veas que tu novio/a te cela de manera excesiva por cualquier razón, no acepta explicaciones, y no te acepta como sos, seguramente no es la persona indicada para estar con vos.
* Si tu novio/a utiliza bofetadas, empujones u otro acto de violencia bajo el argumento de juego, pensá que la violencia irá creciendo cada vez que tengan diferentes opiniones para cosas en común.
* Cuando tu novio/a te insulta, te ofende en público, está demostrando que no te respeta como sos.
* Tu novio/a no tiene derecho a apropiarse de tus cosas ni de romper las cosas u objetos que para vos son importantes (fotos, cartas, etcétera).
* Cuando tu novio/a te exige o te presiona para tener relaciones sexuales está cometiendo un abuso y, probablemente, sólo pretende satisfacerse a sí mismo/a y no está considerando lo que vos querés.
* Siempre hablá con otras personas de lo que te sucede en tu relación, lo que te haga sentir mal o te lastime.
* Nadie tiene el derecho de violentarnos de ninguna forma.
* No debés sentir pena, vergüenza o sentimientos de culpa si sufrís violencia, lo que debés hacer es evitar ponerte en riesgo y pedir ayuda para salir de la violencia.
* Nosotra/os no somos responsables de los comportamientos de otro/as.
Si en tu relación vivís estos tres momentos de manera continua y permanente:
* Dificultad para conversar y llegar a un acuerdo.
* Agresión
* Reconciliación
Estás viviendo en un círculo de violencia y necesitás ayuda
ENCUESTA
¿Te enamoraste de una persona violenta?
Sí No
Quiere saber donde estás en cada minuto del día
Controla todo
Exige explicaciones
Te prohíbe estudiar, trabajar
Te prohíbe ver y salir con tus amistades
Critica a tus amiga/os y familiares
Te desvaloriza, te insulta, te descalifica,
Te amenaza con abandonarte si no hacés lo que él/ella quiere
Te culpa por todo lo que sucede
No te estimula ni aprueba nada de lo que hacés
Es caprichoso/a, cambiante, contradictorio/a
Es seductor/a y simpático/a con todos pero a vos te trata con crueldad
Te exige tener relaciones para probarle que lo/la querés
Te cela y acusa de acostarte con otros chicos/as
Quiere cambiar la forma en que te vestís y maquillás
Sentís miedo a sus reacciones
Sospecha de vos si le pedís que usen preservativo
Te cuesta mucho o no podés decirle lo que pensás
Si tenés muchas respuestas positivas, es posible que te estés enamorando de una persona violenta.
PEDI AYUDA!!!
[1] OMS/OPS 1998: Violencia contra la mujer. Un tema de salud prioritario
[2] Velásquez, Susana: Violencias cotidianas. Bs.As., Paidos 2001
Fuente: http://pecess.org/jovenes/noviazgo-violento/ (más…)
NO AL TRÁFICO DE PERSONAS
Amita era una dulce niña de 9 años de edad. Un día, fue secuestrada, llevada a una ciudad lejos de su casa y obligada a tener sexo con docenas de hombres cada día. Después de 5 años de miedo y angustia, finalmente falleció a los 14 años, por causa del maltrato y de los golpes recibidos.
Cada año, millones de mujeres y niñas son raptadas, aterrorizadas y vendidas para ser violadas. Los traficantes de personas gestionan sus brutales negocios desde las sombras de nuestras comunidades en todo el mundo, pero si nos unimos a investigadores y expertos, podremos exponer a estos criminales, romper el circuito de este comercio y liberar a mujeres y niños!
Cada minuto que este problema continúa es demasiado largo. No podemos revivir a Amita, pero por cada minuto que dejamos pasar, otras dos Amitas son arrastradas a este horror. ¡Detengámoslo ya!
Fuente: https://secure.avaaz.org (más…)
‘El afecto es huMANO’
Estimados amigos y estimadas amigas, desde la Red Peruana de Masculinidades – Rpmasc- les invitamos a participar de la campaña
Nuestro Objetivo: Cuestionar el estereotipo sobre la prohibición del contacto físico entre varones, en el que se incentiva a hombres y mujeres mediante una intervención urbana a tomarse de la mano en espacios públicos.
¿Qué buscamos?: desexualizar el contacto físico, cuestionar lo “malo y prohibido” de lo sexual, e invitamos a tomarse de la mano como sinónimo de compartir, apoyo y cariño, así como amistad, compañerismo y amor.
Únete a la Campaña…Ven el domingo 11 de abril desde las 4:00 pm al Parque EL FARO de Miraflores (Lima)
Ven y tómate una fotografía con la persona que aprecias, estimas, y tienes afecto en señal de amistar, cariño, compañerismo, amor, complicidad, hermandad, etc…o envíamos tu fotografía tomado/tomada de la mano con las personas a las cuales sientes afecto a elafectoeshumano@gmail.com o red.peruana.de.masculinidades@gmail.com y hagamos el mural más grande de todos y todas dándonos la mano…entre hombres y hombres, hombres y mujeres, mujeres y mujeres…
Nota: Las fotografías que desean ser publicadas y formar parte del mural serán vistas vía Facebook (Grupo Red Peruana de Masculinidades – Rpmasc)
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Christian Martínez Monge
Coordinador de la Red Peruana de Masculinidades
Tef. (511)980515445
Enviado por
Hugo Huberman
Educador
Facilitador de Género, paternidades y familias.
http://hombrespadresfamilias.blogspot.com/
Coordinador Campaña Lazo Blanco
www.lazoblanco.org
Punto focal Men Engage
Buenos Aires
0054 11 47830070
Celular 0054 154 041 0518
(más…)
Audiencia en la CIDH sobre los derechos vulnerados de los niños
José Carlos Agüero y Teresa Carpio Villegas, directora de Save The Children en Perú, analizan la audiencia sobre el reclutamiento de menores de edad por Sendero Luminoso y enlistamientos indebidos por el Ejército ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Una nueva edición de “Derechos y Humanos”, vía Perunet.tv.
Fuente: http://blog.dhperu.org/?p=6753
‘Y parirás con dolor’
Publicado el : 30 de marzo 2010 – 3:22 de la mañana
| Por Alejandro Pintamalli (Informarn)
Hasta hace poco eran contadas las mujeres holandesas que daban a luz sin la ayuda de la anestesia epidural. Desde el año pasado, sin embargo, se constata una mayor resistencia de las parturientas a la sentencia bíblica.
Según el Centro de Natalidad Amsterdam y una investigación del diario Spits, en promedio el 30 % de las embarazadas elige hoy la opción del anestésico, frente a un 8 % en años anteriores. Desde enero del 2009 los hospitales están obligados a disponer día y noche de este anestésico. El médico era hasta hace poco el que lo suministraba, siempre que lo consideraba necesario, mientras que en la actualidad se respeta el punto de vista de la mujer.
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Fuente: Radio Nederland