La búsqueda de nuevas formas para combatir la pobreza y la desigualdad en América Latina es un imperativo para las nuevas generaciones

Santiago Munevar
Rebelión

“Entonces América Latina se reformó”

Paul Krugman [1]

“Una estrategia de reforma que prometió crear una prosperidad sin precedentes
ha fracasado de una manera casi sin precedentes”

Joseph Stiglitz [2]

El neoliberalismo parece ser hoy en día el culpable de todos los males en América Latina. Los dirigentes de izquierda no pueden evitar nombrar esta palabra cuando se trata de encontrar la causa de algún problema. Con el viraje a la izquierda de gran parte de los gobiernos latinoamericanos desde comienzos del siglo XXI, la “larga noche neoliberal” parece haber llegado a su fin, al menos en gran parte de los países. A partir de la segunda mitad de la década de 1970 pero principalmente después de la crisis de la deuda que estalló en 1982, América Latina empezó a verse sometida a los famosos “Planes de Ajuste Estructural” (PAE). Estas reformas económicas, propias al neoliberalismo que empezaba a reinar en el mundo, tuvieron un impacto social considerable y crearon un descontento general hacia las instituciones democráticas de la región. El objetivo de este artículo no es hacer una crítica ideológica más de estos acontecimientos, las cuales abundan, sino intentar caracterizar los principales cambios y transformaciones que tuvieron lugar en las últimas dos décadas e intentar esclarecer con estadísticas cuál fue el real impacto social de estas medidas.

“Para mediados de los años ochenta, muchos economistas latinoamericanos habían abandonado los viejos puntos de vista estatales de los años cincuenta y sesenta a favor de lo que llegó a conocerse como el Consenso de Washington: la mejor manera de lograr el crecimiento era a través de presupuestos viables, una inflación baja, mercados desregulados y libre comercio” [3]. Así como lo dice Krugman sucedió, la mayoría de los países de América Latina tuvieron que someterse a una reestructuración de sus economías para poder pagar las deudas que habían contraído con los organismos internacionales: el FMI y el Banco Mundial. Los pilares del Consenso de Washington fueron la austeridad fiscal, la privatización y la liberalización de los mercados [4]. En palabras de los más críticos del neoliberalismo, el “pensamiento único” llevó a cabo una “fetichización del mercado, la satanización del Estado y la instrumentalización de lo social en función de nuevas formas de acumulación capitalista” [5]. Chile se irguió como el laboratorio de estas políticas durante la dictadura de Pinochet a partir del golpe de Estado de 1973. El sistema político en el que se instauraban las medidas no tenía por qué ser una democracia liberal, como lo muestra el ejemplo de Chile, y estas palabras de von Hayek, padre del neoliberalismo, lo dejan claro, «Un dictador puede gobernar de manera liberal, así como es posible que una democracia gobierne sin el menor liberalismo. Mi preferencia personal es una dictadura liberal y no un gobierno democrático donde todo liberalismo está ausente» [6]. México fue otro caso ejemplar, en donde a finales de los años setenta, el hallazgo de petróleo, el alto precio de éste y los grandes préstamos de los bancos extranjeros [7] hicieron que la economía entrara en un boom que fue insostenible y creó un desequilibrio en la balanza de pagos, lo que generó su incapacidad para el pago de la deuda. Pero ¿cuáles fueron realmente las transformaciones que se llevaron a cabo y cuál fue el impacto social?

El crecimiento económico estuvo lejos de cumplir con las promesas. Como lo dice Atilio Boron, “Cabe señalar que el pobre desempeño económico de la era neoliberal difícilmente pueda ser considerado como sorprendente (…) Difícilmente podría haber sido más decepcionante” [8]. “Mientras la tasa de crecimiento medio del PIB latinoamericano durante las décadas de 1960 y 1970 era respectivamente del 5,32% y del 5,86%, ha pasado al 1,18% durante la década perdida de 1980, y a 3,05% durante la década de 1990. Aun admitiendo que el crecimiento vigoroso del periodo precedente, basado en un modelo de “sustitución de importaciones” por la producción local, se caracterizaba por un horizonte de sostenibilidad limitada, los rendimientos del modelo neoliberal son globalmente desastrosos” [9]. Queda claro entonces que el rendimiento económico fue limitado. Ahora, ¿se hizo realidad aquella teoría del “derrame” que sostenía que el crecimiento (sin tener que ser muy grande) iba a generar una abundancia suficiente para todos mediante un proceso de “derrame” de las riquezas creadas?

Para responder a esta pregunta miremos cómo fluctuaron los índices de pobreza e indigencia durante estas décadas. En 1980, el número de personas pobres era de 135,9 millones, cifra que representaba el 40,5% de la población total, en 1990 eran ya 200,2 millones de personas bajo el nivel de pobreza (48,3%) y en 1999 los pobres sumaban 211,4 millones (43,8%). Los indigentes eran 62,4 millones (18,6%) en 1980, 93,4 millones (22,5%) en 1990 y 89,4 millones (18,5%) en 1999. El número de pobres aumentó entonces 75,5 millones a lo largo del período. A pesar de que hubo pequeñas variaciones, al parecer los grifos se quedaron cerrados y el derrame nunca llegó. Por su parte, la CEPAL afirma que “Los procesos de recesión, auge y estancamiento económicos por los que pasaron los países de América Latina en los años ochenta y noventa, afectaron significativamente los niveles de pobreza e indigencia” [10]. Sin embargo, la década de los noventa se caracterizó por las reformas de “segunda generación” o “Consenso de Washington plus” que tenían como objetivo un replanteo de las formulaciones originales, con el fin de combatir la pobreza y la desigualdad. Se pretendió construir un “capitalismo de rostro más humano” [11]. Estas nuevas medidas hicieron menos fatal el rumbo de los pobres pero no lograron impedir la tendencia general. Un caso excepcional fue el de Chile, cuyo índice de pobreza total era de 33,3% en 1990 y se redujo a 16,6% en el año 2000. No obstante, en el otro extremo está Venezuela que es tal vez el país que más sufrió durante esta década. El índice de pobreza pasó de 34,2% en 1990 a un 44% en 1999 [12]. Sin entrar en detalles, podemos concluir que las políticas de ajuste en la región no favorecieron la reducción de la pobreza y en algunos casos la situación se agravó. Para algunos analistas, como Noam Chomsky, “En vez de combatir la pobreza, los gobiernos neoliberales se han dedicado a combatir a los pobres” [13].

Paralelamente, según estadísticas del propio FMI, “a lo largo de los últimos veinticinco años (1982-2007) los ingresos por habitante en América Latina aumentaron apenas el 10%, contra el 82% entre 1960 y 1980” [14]. Otro dato interesante es la desigualdad en la distribución del ingreso. En el mundo “la diferencia entre el ingreso de la quinta parte de los seres humanos que viven en los países más ricos y el de la quinta parte de los que habitan en los países más pobres llegaba a 74 a 1 en 1997 contra 60 a 1 en 1990 y 30 a 1 en 1960 (…) El 20% de la población mundial que vive en los países más ricos se divide el 86% del PIB mundial contra apenas el 1% para (el 20%) los más pobres” [15]. América Latina no se escapó a esta tendencia evidentemente. La CEPAL dice al respecto, “De 17 países analizados, sólo dos, Uruguay y probablemente Honduras, finalizaron la década con avances en materia de igualdad distributiva. Incluso allí donde se logró mantener un ritmo de crecimiento alto y sostenido, como en Chile, la distribución del ingreso mostró una enorme rigidez y persistieron las disparidades” [16]. Finalmente, el desempleo tampoco salió bien librado. Entre 1982 y 1984 la tasa de desempleo varió del 6,9% al 8,7%. Luego, esta tasa volvió a caer hasta situarse en 6,2% en 1991 pero se elevó al 8,1% en 1996 [17]. En el año 2002 el porcentaje de desocupados era del 11% [18]. Cabe notar que no solamente ha aumentado el número de desempleados sino que las condiciones de trabajo se han degradado: “El trabajo, que es el recurso más importante de los grupos de ingresos medios y bajos, se ha visto afectado por la apertura externa, las exigencias de la competitividad y la flexibilización del mercado laboral. En este marco, se ha incrementado la tendencia secular a la desocupación estructural y la informalidad, lo cual ha estado acompañado de la precarización del empleo, del debilitamiento de las organizaciones sindicales y la disminución de su capacidad de negociación” [19].

Habiendo llegado a este punto, tenemos un coctel un tanto peligroso. Una tasa de crecimiento incipiente, una pobreza que no para de crecer, una desigualdad alarmante que tampoco se sale de su tendencia a aumentar, un desempleo terco que no quiere responder a las políticas de liberalización y una precarización del empleo que conduce a una mayor vulnerabilidad de los hogares frente a la pobreza. Estos son los impactos sociales de aquella “larga noche neoliberal” de la que tanto se habla actualmente. Para Stiglitz, “el problema radicó en que muchas de esas políticas se transformaron en fines en sí mismas, más que en medios para un crecimiento equitativo y sostenible. Así las políticas fueron llevadas demasiado lejos y demasiado rápido” [20]. A todos los elementos analizados en al artículo, hay que añadir que muchos de los responsables económicos de la región no optaron por políticas macroeconómicas de tipo intervencionista para aliviar los problemas de la pobreza y la miseria por miedo a no tener una buena calificación ante los ojos de los inversionistas, por el “juego de la confianza” del que habla Krugman [21]. En este contexto social degradado surgieron voces de protesta como la revuelta zapatista de México en 1994 contra el neoliberalismo, las guerras del agua y del gas en Bolivia, la destitución de sucesivos presidentes en Ecuador, el “Caracazo” en Venezuela, entre otras. Se puede atribuir gran parte de la causa del viraje a la izquierda en América Latina al agotamiento de este modelo neoliberal. Para finalizar, este contexto creó un “anhelo de cambio de los pueblos latinoamericanos, (…) una búsqueda de alternativas” [22], un deseo de mejorar la eficiencia de las instituciones, que como lo afirma la CEPAL, estas mejoras en eficiencia “están íntimamente ligadas a una mayor participación ciudadana”. La búsqueda de nuevas formas para combatir la pobreza y la desigualdad se volvió un imperativo para las nuevas generaciones. Los mecanismos de la democracia participativa, como el famoso caso de Porto Alegre, pueden llegar a ser bastante apropiados para esta búsqueda.

NOTAS

[1] KRUGMAN Paul, De vuelta a la economía de la gran depresión y la crisis del 2008, Grupo editorial Norma, 2008, p. 45.

[2] STIGLITZ Joseph E., “El rumbo de las reformas. Hacia una nueva agenda para América Latina”, Revista de la CEPAL, n°80, agosto de 2003, citado en SAINT-UPÉRY Marc, El sueño de Bolívar, Ediciones Paidós Ibérica, 2008, p. 13.

[3] KRUGMAN, op. cit., p.45.

[4] STIGLITZ Joseph E., El Malestar en la globalización, Ediciones Taurus, 2002, p.81.

[5] VARONA Adalberto, “Crisis del capitalismo neoliberal y reformas al Consenso de Washington”, Cuadernos de Nuestra América, No. 35 – 36 Vol. XVIII, enero-diciembre de 2005, p.9.

[6] Respuesta de von Hayek a un periodista chileno en 1981, citado por TOUSSAINT Eric en “De Friedman y von Hayek a Greenspan pasando por el dúo Banco Mundial-FMI. Los dogmas neoliberales”, 25 de septiembre de 2009, http://www.cadtm.org/De-Friedman-y-von-Hayek-a .

[7] KRUGMAN, op. cit., p.45.

[8] BORON Atilio, “Después del Saqueo: el Capitalismo Latinoamericano a Comienzos del Nuevo Siglo” in Estado, Capitalismo y Democracia, CLACSO, 2004, p. 23.

[9] SAINT-UPÉRY Marc, El sueño de Bolívar, Ediciones Paidós Ibérica, 2008, p. 13.

[10] Una década de desarrollo social en América Latina 1990 – 1999, CEPAL, marzo de 2004, p. 33.

[11] VARONA, op. cit., p.23.

[12] Una década de desarrollo social en América Latina 1990 – 1999, CEPAL, marzo de 2004, p. 36.

[13] BORON, op. cit., p.29.

[14] SAINT-UPÉRY, op. cit., p.13.

[15] PNUD Informe mundial sobre el desarrollo humano, De Boeck, Bruselas, 1997, p.2, citado en DUMÉNIL et LÉVY, Crisis y salida de la crisis: orden y desorden neoliberales, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 18.

[16] Una década de desarrollo social en América Latina 1990 – 1999, CEPAL, marzo de 2004, p. 98.

[17] Estadísticas del BID, El desempleo en América Latina y el Caribe a mediados de los años 90, por Gustavo Márquez, OCE/BID, agosto de 1998, p. 4.

[18] Estadística de la CEPAL citada en el artículo “Cae desempleo y aumenta trabajo en América Latina”, Los Tiempos, 07 de diciembre de 2006, http://www.lostiempos.com/diario/actualidad/economia/20061207/cae-desempleo-y-aumenta-trabajo-en-america-latina_28276_28276.html

[19] Una década de desarrollo social en América Latina 1990 – 1999, CEPAL, marzo de 2004, p. 68 – 69.

[20] STIGLITZ Joseph E., El Malestar en la globalización, Ediciones Taurus, 2002, p.81.

[21] KRUGMAN, op. cit., p.45.

[22] VARONA, op. cit., p. 29.

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