lunes 11 de enero de 2010

Alberto Maldonado (especial para ARGENPRESS.info)

He oído y he leído –con alguna insistencia y como si fuera la piedra filosofal de la comunicación- que la ley de comunicación que discute el parlamento ecuatoriano “debe procurar la democratización de los medios de comunicación” Y ya. Que ese es el problema de fondo y que “todo lo demás” vendría por añadidura. Tal vez por arte de magia.

Y como soy escéptico de tales pronunciamientos –especialmente si vienen de los sectores retardatarios del país y del exterior- me pregunto y les pregunto: ¿Es posible tal democratización? ¿Qué comprendería esa democratización?

Respecto de la primera interrogante, recuerdo que alguien preguntaba: ¿Es posible que pretendamos que el tigre se haga vegetariano? O el argumento que exhibe el cantautor Facundo Cabral, en una de sus canciones. “Coman hierba. Millones de vacas no pueden equivocarse”.

Si nosotros recordamos la trayectoria que han seguido los grandes medios de comunicación, en nuestros países, descubriremos que han ido “de más a menos”; que habiendo sido, algunos de ellos, pluralistas, abiertos, éticos, democráticos; sin embargo, conforme ha avanzado la tecnología de comunicación, han ido constituyéndose en empresas periodísticas, ha ido imponiéndose la sociedad de consumo y la publicidad comercial, estos grandes medios han tomado posiciones fundamentalistas (al servicio, desde luego, del sistema imperante) posiciones antipopulares, posiciones no solo anticomunistas (que prevalecieron contra la ex Unión Soviética, contra Cuba, contra Allende) sino contrarios a todo cambio o transformación social.

Este fue y sigue siendo un proceso irreversible; un proceso que fue profundizándose a través de décadas; y que ha determinado que esas empresas comunicacionales sean absolutamente dependientes del sistema imperante. Frente al desmoronamiento de los llamados partidos tradicionales, los medios sipianos, además, han tenido que asumir la vanguardia y la retaguardia del neoliberalismo, el sistema que tantos “beneficios” les ha traído; que tanto poder les ha dado. Mas, el sistema les ha creado para si, total dependencia, al extremo que una tímida independencia les significaría su liquidación. Es decir, el sistema imperante, según Ignacio Ramonet, tiene en la gran prensa (impresos, radio, televisión) “un arma más peligrosa que una bomba atómica” pero, a su vez, muy dependiente del sistema que la alimenta, agregaríamos nosotros.

Cabe preguntarse, por lo tanto, si en un esquema semejante, “es posible una democratización de los medios empresariales” entendida esta como un mínimo esfuerzo porque tales medios se abran a informaciones y opiniones de amplios sectores económicos, políticos, sociales que tengan intereses y puntos de vista divergentes o que piensen lo contrario de sus propietarios y patrocinadores; o, peor, que planteen cambios o reformas estructurales o que les obliguen a pagar impuestos, como a cualquier ciudadano. Tengo la seguridad de que esta alternativa, si no es imposible, por lo menos es de muchas dificultades. Por ello, vemos que los medios sipianos, sin decirlo, se han alineado en posiciones fundamentalistas; y si aceptan algunos cambios “es para que no cambie nada”

En el Ecuador, por ejemplo, solo hay que revisar todos los días, lo que publica El Comercio, de Quito, para advertir que todo el esquema mediático responde a una matriz, que viene de la SIP-Miami o del Grupo de Diarios de América (GDA) o de sectores ultristas de Venezuela o de consignas de las oligarquías locales o de estrategias que han nacido de conciliábulos que se dan desde los círculos “intelectuales y empresariales” que se reúnen periódicamente en cualquier capital latinoamericana y que están inspiradas por personajes tan “independientes” como el franquista José María Aznar, el otrora escritor decente Mario Vargas Llosa y su hijo, o el “coca cola” de Vicente Fox entre otros. Podemos asegurar que en cada uno de nuestros países hay más de uno de este tipo de personajes.

¿Cómo actúan estos “mass media” en contra del enemigo? La estrategia es variada y depende de contra quién o contra qué. Algún analista del “discurso mediático” ha logrado especificar algunos puntos o prácticas: El blanqueamiento del “enemigo”: nunca hace nada bueno; todas son segundas intenciones. La minimización del “enemigo” y su equipo. Si no pueden evitar alguna noticia positiva, pues hay que relegarla a espacios o tiempos secundarios y siempre hay que deslizar en el texto alguna duda, alguna contradicción. La maximación de errores y desaciertos. La mentira, la tergiversación, el rumor no confirmado, la especulación, la manipulación y un largo etc.

¿Puede pensarse siquiera que tales prácticas y tales elementos pueden democratizarse? Y lo anecdótico resulta que sus periodistas estrella y sus analistas sesudos nos hablan de que hablan a nombre de la “democracia y la libertad”

Si es imposible tal democratización la respuesta a la segunda interrogante (cómo podría darse tal proceso) es también muy poco probable. En el caso ecuatoriano estamos viendo cómo los medios han desatado una campaña sin cuartel contra la ley; y si tienen que aceptarla, pues esta ley “debe ser” lo más “blanda” posible, inofensiva. Por lo tanto, tampoco la “mediocracia” puede protagonizar ninguna democratización.

¿Qué hacer, entonces? Una respuesta posible debe darse fuera de la gran empresa comunicacional. No puede ser de un día para otro. Tampoco es cuestión de soplar y hacer botellas.

Gentes que han estudiado este panorama y nosotros mismos, por experiencia profesional, podemos decir que una posibilidad cierta está en los medios públicos y en la comunicación comunitaria.

La experiencia de una comunicación pública al servicio de los grandes temas del país, en el Ecuador, es reciente y bastante pobre. El único canal público tiene apenas 2 años de vigencia, opera en UHF y su programación es muy similar a la de los canales comerciales. Algo se diferencia en los informativos. Pero, hasta enero/2010, no había sido capaz de trasladar su señal a uno de los dos canales de señal abierta que quedaron en manos de la AGD ya que eran de propiedad de los banqueros Isaias y, por lo tanto del quebrado Filanbanco, uno de los mayores escándalos financieros de los años 99.

En cuanto a radiodifusión, no llega a un año de haber vuelto al aire la vieja radio nacional del Estado. Está bastante bien, como señal audiovisual, pero le falta mucho en programación diversa para que sea una red competitiva de la telaraña comercial que reina en todo el país, en AM y actualmente en FM. Con mencionar que una radio local (ARUTAM) que opera en un sector del oriente ecuatoriano, donde hay extensas comunidades indígenas, se pretende que sea considerada como “radio comunitaria” cuando en un levantamiento de hace unos cuatro meses, contra el Gobierno, protagonizó una conmoción social con un profesor bilingüe muerto. Por ello esa radio, tiene sentencia de primera instancia de ser clausurada; pero, como hay una apelación, el veredicto no ha sido aplicado. Y a lo mejor no podrá aplicarse por cuanto el sector indígena que domina la COPNAIE (la Confederación de Nacionalidades Indígenas) amenaza con nuevos levantamientos y paros si se llega a la clausura de la radio.

El Colegio de Periodistas de Pichincha ha propuesto dos alternativas: que uno de los canales incautados a la banca quebrada se convierta en un canal ciudadano y de la cultura y sea adquirido mediante depósitos populares de no más de 10 dólares por persona; y que el Estado desarrolle un programa sostenido de “enseñar a los que van a enseñar” como un primer paso para ir a ala comunicación comunitaria. Ninguna de las dos propuestas ha sido acogida por quienes manejan la comunicación estatal, suponemos porque está en manos de “publicistas” que piensan que pagando enormes sumas a los medios comerciales y solo a través de este mecanismo comunicacional, pueden neutralizar la guerra mediática que han desatado los medios comerciales.

Y esa actitud está a la vista de todos. El propio Presidente Rafael Correa, todos los sábados, tiene que desmentir, aclarar, denunciar la actitud de medios privados, de sus periodistas y “analistas” en contra de su gobierno y del proyecto de “revolución ciudadana” Pero, en cerca de tres años de este gobierno, los medios comerciales y privados han logrado meterle a buena parte de los perceptores que “es un peligro para la libertad de expresión” (de ellos) ya que ni siquiera le reconocen que está en su derecho a responder semanalmente lo mucho que le dicen a través de sus espacios.

Fuente: argenpres

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