Publicado el : 5 Enero 2010 – 3:30 de la tarde | Por Laurens Nijzink

De nuevo parece que los más pobres llevan las de perder. Cuando en 1976 Muhammad Yunus comenzó en Bangladesh su Banco Grameen para la financiación de microcréditos, pretendía dar a la gente situada en la capa más inferior de la sociedad, una oportunidad para salir de su extrema pobreza.

Con “gestionar a través de un banco lo no gestionable”, los más desafortunados podían recibir un préstamo aunque carecieran de un aval de garantía. Ahora, casi treinta años más tarde, la microfinanciación es un éxito a nivel mundial. Pero, ¿no se ha vuelto a olvidar a los más pobres?

Mientras tanto, la microfinanciación se ha convertido en un “gran negocio”. Aproximadamente 154 millones de personas en todo el mundo han recibido un microcrédito. El sector cuenta con más de 10.000 organismos con una facturación de alrededor 12.000 millones de dólares. Y eso es sólo el comienzo: la solicitud de microcréditos parece insaciable. 2.200 millones de personas en África, Asia y Latinoamérica no ahorran o piden préstamos a los bancos.

En los pasados años, varios pequeños bancos de microcréditos o MFI (Instituciones de Micro Finanzas) han crecido hasta convertirse en grandes bancos comerciales. A veces por su propia capacidad, otras veces, ayudados por ricos fondos financieros cuyos nombres se asociarían antes con Wall Street – como Morgan Stanley, Citibank y JPChase.

De arriba a abajo
También ING, ABN AMRO y Rabobank desarrollan microfinanciación. Este desarrollo se produce de arriba a abajo: ricos fondos invierten en MFI en el sur. De estos MFI se espera que consigan beneficios: los intereses se elevan.

El influyente Grupo Consultativo de Asistencia a los Pobres (CGAP) calculó en 2008 que aproximadamente el 75% de las inversiones internacionales de las MFI van a Latinoamérica y Europa del Este, que son territorios economicamente algo más desarrollados. Para las MFI con fines lucrativos en países pobres, existe una tendencia que prioriza los préstamos a los que están situados en medio –prestar antes a una pequeña empresa que a los más pobres: eso genera más…

Abundante oferta de préstamos
Ylse van der Schoot, gerente de Oikocredit, una gran intermediario entre inversores y MFI locales, también ve un explosivo crecimiento del sector de la microfinanciación a través del suministro de dinero de inversores occidentales. Es positivo que más gente pueda acceder a un crédito, pero el préstamo de grandes cantidades de dinero también despierta sus preocupaciones. En algunas regiones se crea una abundante oferta de préstamos y eso, en la mayoría de los casos, no favorece la calidad de los mismos. La supervisión y asistencia del prestatario es menor: la problemática de la deuda constituye una amenaza, advierte Van der Schoot.

Concesión de poderes
El fundador del micro crédito, Muhammad Yunus, quería otro tipo de planteamiento: no prestar para conseguir beneficios, sino para dar a la gente la posibilidad de salir de su pobreza. Desde este enfoque, su banco Grammen ofrece un buen ejemplo a seguir y ha recibido por ello un gran reconocimiento. En 2006, Yunus y su banco recibieron el premio Nobel de la Paz.

La gente debe tener la posibilidad de desarrollar ciencia y capacidades: “concesión de poderes” como se conoce en el argot. Que la gente pueda recibir un préstamo, les concede autoestima, y con algo de escolarización y acceso a la asistencia sanitaria, ellos mismos pueden contener la pobreza.

Avaricia
Según Yunus, ese debe seguir siendo el enfoque. Conseguir beneficios no puede ser la razón para invertir en microcréditos. Recientemente Yunus dijo también que “cuando consigues beneficios, se eleva tu posibilidad de convertirte en un usurero, mientras que nosotros precisamente lo que queremos es mantener a los avariciosos al margen”. El Banco Grameen y las MFI con la misma opinión intentan aplicar este concepto en la práctica.

Análisis
Para un sector tan popular como el de la microfinanciación, la falta de una investigación detenida respecto al impacto de los pequeños préstamos resulta asumbrosa. Sin embargo, este año se ha publicado el resultado de dos importantes estudios en la India y Filipinas. De ello se desprende que un microcrédito no hace menos pobres a las familias. Entre doce y dieciocho meses tras la concesión de un préstamo, el nivel de consumo continúa siendo el mismo. El informe no habla sobre los efectos a largo plazo.

No todos los préstamos conducen hasta el inicio de un negocio: en la India tan solo uno de cada cinco préstamos se usa para ello. A menudo, los préstamos son utilizados como un tipo de ahorro a la inversa. En lugar de ahorrar primero y gastar después, la gente toma el microcrédito para abonar los gastos y devolver después el dinero en pequeños plazos.

Panacea
Los resultados de la investigación confirman que la microfinanciación no es la panacea contra la pobreza. Yunus y los suyos no lucharán contra esto: la microfinanciación ha de situarse en una política de desarrollo. Y la gente no adquiere más capacidad de un día para otro, sino que se trata de una cuestión a largo plazo.

El dilema permanece. La microfinanciación para seguir ayudando a los más pobres es otra cosa que un nuevo objeto de inversión para los bancos occidentales. Sin embargo, el crecimiento se sitúa justamente en el rincón comercial: ahora, el 47% de los micropréstamos que se proporcionan tienen un interés comercial, y este porcentaje va en aumento. Los más pobres, entre ellos, 2.200 millones de clientes potenciales en África, Asia y Sudamérica, no se beneficiarán suficientemente ante estos requisitos.

Fuente: Radio Nederland

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