Publicado el : 15 de noviembre 2009 – 10:00 de la mañana
| Por Martijn van Tol

En Holanda la familia goza de excelente salud. Un grupo de investigadores concluyó que los lazos familiares siguen siendo sólidos. ¿Quién lo hubiera pensado en estos tiempos de individualismo, gran movilidad y supuesta indiferencia?

Ahora, cuando se estudian con más detención los resultados de la investigación, queda a la vista que el fundamento de los lazos familiares no es emocional sino económico.

Con una amplia sonrisa, el ministro holandés de Asuntos Familiares, André Rouvoet, recibió este jueves el informe sobre las bases científicas del ideal cristiano de la familia feliz. La conclusión de uno de los autores del documento, Joop Schippers, fue que “la familia sigue siendo válida”. El estudio está basado en una investigación que abarcó cerca de 10 mil familias holandesas.

La mitad de los hijos adultos vive en un radio de 10 kilómetros de su casa paterna; cuida de sus hijos y, siempre que sea posible, también de sus padres. La ayuda profesional entra en juego sólo cuando el apoyo familiar se hace insuficiente.

En las últimas décadas, los sociólogos habían dado por muerta a la familia holandesa, o se la consideraba como un modelo retrógrado, represivo y, sobre todo, burgués (en los años 70 y 80), o se opinaba que había sido sustituida por un calculado individualismo (en los 90). ¿No vivíamos acaso en un país donde nuestros padres, una vez que los declarábamos económicamente inútiles, iban a dar a asilos donde pasaban sus últimos años en soledad? Según el reciente informe, la respuesta es negativa. La familia sigue en pie y la relación entre padres e hijos se mantiene firme.
Los investigadores han elaborado una imagen de la generación del llamado “baby boom”. En este grupo priman los padres con buena educación, dinero y tiempo libre, en condiciones de ofrecer una prolongada educación a sus retoños. Cuando los hijos comenzaban a trabajar, el contacto disminuía, hasta que llegaban los nietos, y, a partir de ese momento, los padres volvían a ser importantes. “Los abuelos son excelentes cuidadores de niños y flexibles. Además tienen tiempo de sobra,” destaca el investigador Freek Buck. En esta fase, el contacto entre padres y abuelos es, como mínimo, semanal.

Otra de las investigadoras, Eva Maria Merz, descubrió que un punto de inflexión en la vida familiar se da cuando los hijos cumplen 40 años. “Hasta ese momento,” señala, “los padres apoyan a sus hijos; a partir de esa edad, los roles cambian y son los hijos quienes ayudan a los padres. El resultado es que los hijos terminan asumiendo totalmente el cuidado de sus padres”.

En la práctica, esta “renovada familia” incluye solo a un pequeño grupo de personas, por lo que difícilmente puede hablarse de una completa rehabilitación del modelo familiar tradicional. Los “jóvenes mayores” (entre 55 y 75 años) con alta educación, dinero y tiempo libre disponibles, son cada vez más escasos. Los padres que no pueden dejar de trabajar antes de los 67 años no tienen mucho tiempo y energía para dedicarse a cuidar niños. Cabe preguntarse también de cuánto tiempo disponen los hijos mayores para visitar y cuidar a sus padres.

En los casos de familias de inmigrantes, la “agradable sala llena de familiares” es igualmente más el resultado de la necesidad económica que de los cálidos lazos sanguíneos, concluyen los investigadores. En estos hogares se repite la tendencia: aquéllos con más educación, se otorgan más libertad – económica y cultural – y la transmiten a sus hijos. Estas personas se pueden permitir ser más individualistas, en contraste con las de menos recursos, que se ven obligadas a ser más solidarias para enfrentar las dificultades.

Fuente: radio nederland

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