La concentración de los medios es una amenaza para la democracia, tal como afirma el autor ene siguiente artículo, pues los dueños son los empresarios, grupos de poder económico. Por es urgente en el Perú hacer reforma del espectroradioleéctrico, así como la reforma agraria.
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Publicado el : 28 de agosto 2009 – 1:43 de la tarde

| Por José Zepeda

Las amenazas que para la democracia representa la concentración de los medios de comunicación; la aparición de medios alternativos de participación ciudadana; las tensiones entre los medios de comunicación y la política; el proceso de desactivación de las iniciativas sociales en muchos países, y la falta de interés de la ciudadanía, son algunos de los temas de los que habla para Radio Nederland el antropólogo argentino-mexicano Néstor García Canclini.

JZ.- Para alguna gente la concentración de los medios podría transformarse -dicen- en una increíble amenaza para la democracia por la falta de pluralismo que esta concentración genera. ¿Usted cree que existe alguna posibilidad de cambiar una tendencia que parece irreversible?

NGC.- Estamos en un proceso de transición en el que muchos de estos aspectos están indefinidos principalmente por la digitalización y la globalización de las redes. Como sabemos, la digitalización, en principio, va a permitir multiplicar las frecuencias de transmisión y ampliar el número de emisores, pero esto es un principio tecnológico que no garantiza diversidad.

Efectivamente, existe el riesgo de una concentración cada vez mayor, lo vemos no sólo en radio y televisión, sino en el mundo editorial, en otros campos de la cultura. Las fusiones entre medios distintos, por ejemplo, una empresa productora de contenidos escritos como Time, una de contenidos audiovisuales como Warner y ambas con America on Line, son el modelo de concentraciones que experimentan muchos países, o está la forma transnacional. No tiene por que ser irreversible este proceso, pero requeriría acciones mucho más enérgicas desde la sociedad para reivindicar la diversidad, la pluralidad de voces y la regulación pública ejercida por el Estado. En países como los latinoamericanos vemos que esta regulación es muy débil, los Estados, de por sí, se han debilitado en los últimos años como consecuencia de las políticas neoliberales y el crecimiento de los poderes mediáticos, sumado a la gran inversión que se necesita para llegar a públicos masivos, lleva a que haya pocas posibilidades de contrarrestar esas fusiones empresariales y la concentración del poder mediático. También hay una debilidad de los Estados por la fragmentación política, que es la falta de visión y perspectiva de los partidos. Estamos muy lejos de tener agendas públicas, encaradas a largo plazo, como algo de interés para toda la sociedad. Me parece que en los países europeos ha habido un poco más de conciencia en este sentido y se trazan agendas públicas que suelen trascender el cambio de un partido por otro luego del proceso electoral.

Los Gen América Latina en general son muy débiles, salvo unos pocos casos autoritarios, como para oponerse al poder mediático; tienden más bien a negociar con cierto oportunismo preelectoral y ceder a los medios la iniciativa donde la sociedad queda sin representación.

JZ.- A propósito de la representación, usted sabe que la concentración de los medios – y frente al convencimiento de que una cantidad significativa de ellos no ofrecía participación a la ciudadanía – esta ciudadanía o sus representantes han buscado medios alternativos. ¿Han cumplido su objetivo?

NGC.- Muy pocas veces. Es difícil que los medios alternativos, o incluso las televisiones públicas apoyadas por los Estados se conviertan en efectivas alternativas si la inversión con la que cuentan para desarrollarse es muy pequeña, si la capacidad de producción es baja, y en muchos casos se limitan a repetir o reproducir repertorios un poco más amplios pero de la televisión o de la radio comerciales. Se necesitaría una comprensión mucho más compleja del papel protagónico de los medios por parte del conjunto de la sociedad y de los gobiernos.

JZ.- Esto es importante, porque creo que es una tremenda paradoja: es muy difícil encontrar a un ser humano que diga que los medios no son importantes y que no tienen poder. Todo el mundo está conciente de que la comunicación es por donde pasan muchas cosas, entre otras la cultura; y sin embargo no se les presta atención, ¿Por qué?

NGC.- Una cosa es pensar que los medios son importantes, incluso al punto de adjudicarles una omnipotencia que inmoviliza a los actores sociales, y otra cosa es comprender la complejidad de los medios, sobre todo en las oportunidades de diversidad que se presentan con la digitalización y la ampliación de frecuencias. En algunos países latinoamericanos como México, Argentina, en los últimos años se está discutiendo qué tipo de ley de radio difusión o de radio y televisión o de telecomunicaciones, sería más pertinente para hacer valer la multiplicidad de voces en la sociedad. Y lo que vemos en el caso de México es un manejo oportunista de tipo preelectoral, que ha sido tan escandaloso por parte de los medios y los políticos, que llevó, luego de la aprobación de una ley auspiciada por TELEVISA, a que la justicia, la Suprema Corte, invalidara esa ley porque había puntos francamente anticonstitucionales que contradecían la soberanía y principios básicos del orden republicano. Sin embargo, hasta el presente no se ha podido elaborar un nuevo proyecto que cuente con consenso, que trascienda el oportunismo preelectoral y respecto del cual la sociedad se movilice ante una emergencia o ante una situación decisiva para su futuro.

Hay también un proceso de desactivación de las iniciativas sociales de gran fragmentación en muchos países, que apenas puede superarse con emergencias como las sanitarias, un sismo o alguna situación catastrófica. Pero no se percibe que puede haber implicaciones catastróficas si los medios se concentran en una o dos empresas, si no tenemos oportunidad de informarnos, si los Gobiernos no reciben exigencias de ser transparentes, si las voces ciudadanas quedan arrinconadas y por lo tanto la impunidad puede arrasarlas.

JZ.- Una aclaración -porque quiero entenderle bien- dice usted que en general la gente no se moviliza porque no percibe que se trata de una amenaza, de una urgencia extrema que pueda terminar con la vida de la gente. Y al no percibirla así, se mantiene a distancia de todo el problema.

NGC.- Sí, se mantiene a distancia o simplemente no hay suficiente información para entender dónde podrían situarse los reclamos. Las vías “normales”, digamos para esta representación ciudadana, serían los partidos políticos; pero hemos visto en los últimos años que los partidos son cada vez menos representativos. La población, especialmente los jóvenes, se apartan de la militancia o de la participación eficaz a través de los partidos o de sindicatos, o de otro tipo de movimientos sociales y lo que vemos es una multiplicación de acciones minoritarias o de cúpulas partidarias, pero precisamente porque son copulares tienden a negociar con intereses privados que los beneficien o pactar también con el gobierno de turno. Hay una bajísima calidad de la vida democrática que se debe sobre todo a estas manipulaciones de la participación y a la desconfianza ya crónica que han generado muchos sectores sociales. También se aplica, pero no únicamente, a la organización de la escena mediática.

JZ.- Siempre ha existido una tensión entre los medios de comunicación y la política; y tengo la impresión que no es algo negativo, se ha tratado de una tensión democrática, cada uno con sus responsabilidades. Sin embargo, hoy estamos llegando a divorcios y a actitudes realmente inéditas en la región; hay Presidentes que no hablan con la prensa, hay medios de comunicación que confabulan en contra de los Gobiernos. Esto naturalmente no beneficia a la democracia pero, ¿por qué se dan estas cosas? ¿Es por una cuestión estrictamente ideológica como suponen algunos y que se las achacan fundamentalmente a los representantes del ALBA?

NGC.- No es idéntica la situación en todos los países. Es curioso por ejemplo, que en algunos países como Venezuela o Bolivia, donde hay procesos políticos de transformación con distinto signo y que afectan a ciertos intereses, los medios son utilizados a veces por la oposición para generar un malestar o para fomentar un malestar que también existe. De parte de las autoridades en general, no sólo en estos dos países suele haber poca comprensión de la complejidad de los medios, de la necesidad de garantizar una pluralidad democrática. Y esto crea, entonces, desentendimientos graves. Mi opinión es que debería irse hacia la formación de consejos de gestión de la esfera pública donde actores sociales múltiples, no sólo partidarios, no sólo gubernamentales, o de oposición, participaran en el control de la calidad o la regulación -para no asustar con la palabra ‘control’- de la vida pública. ¿Qué quiere decir regulación de la vida pública? En el caso de los medios derecho a réplica, derecho a que múltiples voces, incluso en lenguas distintas, especialmente donde hay grupos indígenas, pueda expresarse, comunicarse con el resto de la sociedad.

Hay poca percepción de la importancia de estos medios y hay mucha resistencia a que se constituyan estas instancias de regulación pública. Pensemos que son muy pocos los diarios en América Latina, en general en el mundo hispano hablante incluida España, que tienen un Ombudsman, un defensor del lector; menos aún hay defensores de los radio escuchas o de los televidentes. Se han hecho algunas experiencias, en México recientemente en una televisora cultural se creó la figura del Defensor del Televidente, pero al ser una televisión pública, dependiente de fondos estatales, que tiene una autonomía parcial y que además alcanza a un público muy minoritario; hay muchas dificultades para que se constituya realmente ese defensor del televidente en un actor con peso, escuchado, que pueda influir en la orientación de la comunicación.

JZ.- Cambio de escenario; hay sociólogos del primer mundo que dicen que la sociedad no existe, que ha triunfado la privatización de la sociedad y que, por lo tanto, va a ser muy difícil poder resucitarla. Sin embargo, en América Latina, da la impresión que las cosas son distintas, ¿me equivoco?

NGC.- Me parece que América Latina participa de un proceso internacional, por lo menos de todo Occidente, en el cual las vías históricas de la sociedad moderna, principalmente los partidos políticos, han ido disminuyendo su capacidad de hablar en nombre de la sociedad, de ser creídos; han entrado en carreras de corrupción, de competencia mediática en el sentido más banal. Y me parece que lo que ocurre no es una oposición simplemente entre sectores que ‘desconstruyen’ la idea de sociedad. Tenemos que ver, en el devenir histórico, que cuando creíamos que había más sociedad, no era muy satisfactorio tampoco. Entonces, lo que uno observa en un ciclo más largo a través del siglo XX, en el que en los períodos en que parecía haber ciertos paradigmas de democracia liberal, o social democracia, comunismo, socialismo… tampoco eran situaciones óptimas. Y que, por muchas razones que no son solo políticas y sociales sino también tecnológicas, de agotamiento de modelos económicos, de creciente interdependencia por la globalización, ambos sistemas entraron en crisis. La catástrofe más estrepitosa fue la de los países del Este, sobre todo de la órbita de la ex Unión Soviética, pero también el capitalismo está en una crisis estructural grave. El desastre económico y financiero de 2008 que se prolonga y va a seguir un largo rato, muestra que el capitalismo no tiene buena salud. Y que la capacidad de las sociedades de rearticularse para generar cambios es muy baja.

¿Qué pasa en la teoría sociológica o en las teorías sociales? A mí me parece que se ha vuelto claro que los paradigmas cayeron como pretensión de universalidad en la explicación de las sociedades, ni el modelo comunista ni el modelo capitalista son convincentes. A veces sigue el modelo capitalista por inercia más que por consistencia argumentativa y datos que lo avalen. Frente a eso tenemos un agotamiento de las grandes teorías macro explicativas, los mega relatos sobre la sociedad y la aparición de otro tipo de pensadores. Estoy pensando en Bruno Latour, que es un autor importante en esta nueva dirección. Latour dice que, no hay macro paradigmas ni mega narrativas que expliquen a la totalidad de la sociedad. Él dice que las sociedades más bien se articulan a partir de ‘actores red’, o sea, cada uno de nosotros tiene diferentes redes en las cuales se articula con los otros, y esas redes pueden no ser compatibles en forma automática. Que podemos tener un tipo de redes en el trabajo, otro tipo de redes interfamiliares, otra en el barrio, otra en la comunicación por Internet y actuamos de maneras distintas en esas redes. Entonces, la propuesta de Latour para desarrollar un tipo de sociología del ‘actor red’, es seguir a los sujetos en esas múltiples redes que los vinculan con los demás sin partir de una teoría social ‘omnicomprensiva’, de la cual inferiríamos cómo tiene que comportarse cada actor.

Por una parte, me parece como antropólogo, que es consistente en esas aproximaciones mucho más sobrias y modestas y que tienen menos de visiones totalitarias sobre la sociedad. Pero, no me explica esa concepción de Latour, cómo se producen en las sociedades concentraciones sedimentadas de poder; no todos elegimos las redes en las que participamos ni podemos acceder a las redes que se nos ocurre. Hay concentraciones de poder especialmente en ciertas ciudades por muy globalizados que estén; que ocurren en ciertos medios de comunicación. La existencia de transnacionales desde la producción de bienes materiales como los coches y los alimentos, hasta bienes simbólicos como las comunicaciones televisivas, muestra que hay estas concentraciones, estos focos de condensación, del sentido y del poder. Y desde allí se ejercen acciones que no son totalmente omnipotentes, pero que deben ser identificadas para saber cómo actuar en relación con ellas y cómo desconcentrar, cómo democratizar, cómo abrir la comunicación y la participación.

Me parece que estamos en un momento de transición donde ciertos modos de concebir la organización de la sociedad como modo de producción, como sistemas nacionales compactos ha perdido fuerza, aunque no totalmente, pero debemos entender otro tipo de redes y de formas de articulación del poder.

JZ.- Pero la necesidad ¿no es también un elemento cohesionador de solidaridad, de fraternidad, de estrategia, de supervivencia que hacen posible la movilización social -por el lado negativo- pero que la mantienen unida?

NGC.- Sí, eso existe afortunadamente a veces como simple reacción a necesidades muy vitales a insatisfacciones profundas, a la precariedad y la miseria. En otros casos hay solidaridades que son resultado también de intereses múltiples que se articulan; donde coexisten ricos y pobres, autoritarios y democráticos, corruptos y honestos. Si uno hiciera un balance de las movilizaciones sociales que ha habido en América Latina durante los últimos años, digamos hace unos 15 ó 20 años, cuando empezó a entrar en crisis este modelo neoliberal y a mostrar sus incapacidades para satisfacer necesidades sociales amplias, encontramos muchos procesos sociales muy distintos. Vemos procesos de malestar radical y transitorio como lo que ocurrió en la Argentina el 2001, cuando la consigna con la que la gente salía a la calle era, “que se vayan todos”. Hubo asambleas populares, comités de huelga; movilizaciones muy importantes, pero no llegaron a consolidarse en un movimiento alternativo. Siguió la fractura política de fuerzas con agrupamientos o alianzas muy oportunistas; hubo una mejoría parcial -yo diría- durante el primer gobierno de Néstor Kirchner, menos durante el segundo de Cristina Fernández, en que la Argentina se recuperó, creció con un ritmo notable de 8% anual aproximadamente; hubo una pequeña redistribución de los bienes y una ampliación del acceso o una atención preferente a algunos sectores más necesitados como los jubilados, o sectores estratégicos como los maestros, los investigadores. Pero eso se ha descompuesto ahora y esas movilizaciones del 2001 ya no muestran una herencia capaz de hacer otro tipo de sociedad.

Un caso distinto es el de Venezuela, donde vemos una polarización radical entre sectores adictos a Chávez y sectores que se oponen frontalmente. Para muchos de los que seguimos este proceso sin ser venezolanos, es muy doloroso porque no se ve una salida, no se ven posibilidades de negociación o de posiciones intermedias que permitan otro tipo de combinación de las demandas de unos y de otros.

O casos como el de Bolivia, que tiene otra fisonomía; estamos no ante un estallido social coyuntural, sino ante el ascenso de un movimiento predominantemente indígena que durante 5 siglos fue humillado, marginado y excluido de las instancias del poder. Ahora vemos un Gabinete cuya mayoría de los miembros de los ministros es indígena. Y vemos una fractura entre dos regiones del país muy difícil de sobrellevar. Entonces, hay movilizaciones pero no podemos verlas en blanco y negro.

* Néstor García Canclini es director del Programa de Estudios sobre Cultura Urbana en la Universidad Autónoma Metropolitana de México.

Fuente: Radio Nederland

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