PARA LOS HOMBRES TENER HIJOS ES MUY FÁCIL, Y HASTA DIVERTIDO,
SER PAPÁ ES UN POCO MÁS COMPLICADO Y PATERNAR ES TODO UN RETO.

Javier Omar Ruiz Arroyave1
Colectivo Hombres y Masculinidades.

Los hombres nos hacemos hombres en Colombia, bajo un sistema patriarcal. Este sistema
determina que los “verdaderos” hombres tienen que ser duros, agresivos, desconectados de su
mundo interior, preocupados ante todo por el mundo exterior, poco expresivos emocionales, rígidos
para la ternura, aventureros en el “amor”, “mujeriegos”, desprendidos de los hijos e hijas, y
creyendo que como somos los “dueños” del mundo, podemos hacer “lo que nos de la gana”.

A este modelo de hombría corresponde, para que pueda ser “compatible” y como “media naranja”,
un modelo de mujer sumisa, dedicada a los hijos, con alto sentido del cuidado de los demás, fieles, y
que sienten que están para ser protegidas y ser conquistadas, y si se desempeñan en la vida publica
(estudio y trabajo), no pueden “descuidar sus” responsabilidades en el hogar.

Pero primero el movimiento social de las mujeres, y luego algunos grupos de hombres que van
surgiendo, han venido cuestionando este modelo patriarcal y han venido reivindicando otras
posibilidades. Las mujeres cada vez más logran espacios sociales, políticos y económicos en la
búsqueda de igualdad y equidad. Los hombres, por su parte, han empezado a ver que es necesario
reconectarse con la condición humana, para conquistar el derecho a la ternura, a la expresividad
emocional, a ser pacíficos, a ser cuidadores, a ser solidarios.

Una de dichas reivindicaciones es la del derecho a PATERNAR, es decir, el derecho de los
hombres que son o quieran ser padres, a ejercer de manera conciente, deliberada y proactiva, roles
de crianza y cuidado de los hijos e hijas.

Esto significa que los hombres pasan del “yo te ayudo”, a “a mí también me corresponde”; del “me
tocó asumir”, a “decido ser papá de mis hijos e hijas”.

Por eso no es lo mismo ser papá, como “el resultado de un hecho biológico”, a asumirse papá
como acto social, afectivo y corporal de serlo.

Para llegar a este punto hay que trabajar mucho en la línea de aliviar a los hombres-papás de la
obligación de cumplir los mandatos patriarcales, de desculpabilizarlos por atreverse a ser o a querer
ser diferentes, y de fortalecerlos para que en un ejercicio de paternaje no se sientan solos.
Hay que llevar a que los hombres se den cuenta del impacto que tiene en niños y niñas, el
significado de miles de padres ausentes emocional, afectiva y/o físicamente, en gran medida
amparados en patrones de construcción masculina que les limita la posibilidad de entender la
importancia que tiene para ellos mismos, y para sus hijos e hijas, el ejercicio de paternar.
Los niños y las niñas del país están creciendo sin el acompañamiento cercano y cálido de su padre;
miles y miles de adolescentes se encaran a la vida sin el apoyo de quien debería estar en sus vidas
como experiencia de gozo y gratificación. Por el contrario, van creciendo con sentimientos de dolor
o de rencor por los silencios prolongados de cuerpo y de sentimientos de aquel que en los
imaginarios sociales, ya es aludido desde la carga que tiene la afirmación de que “papá es cualquier
h.p….!” (mientras que “madre es una”).

A lo que llama esta dura frase, es a reconocer una historia de generaciones en la que los hombres
han sido más maltratadores que amadores, más abusadores que amparadores, más un referente de
violencia que de amor. Han sido, en la más típica conducta masculina, “luz de la calle y oscuridad
de la casa”.

Las muchas estadísticas del país nos hablan de esta realidad, por lo menos en los aspectos que
pueden cuantificarse (padres abandonadotes, maltratadotes, abusadores sexuales, etc). Los otros, los
más profundos, siguen transcurriendo en el alma y en los cuerpos de las generaciones en
crecimiento. La dimensión de la que hablan los números y la que se esconde tras de lo que ellos
significan, deben atenderse urgentemente, porque de lo contrario, las heridas del padre ausente, se
seguirán traduciendo en ese 85% de muertes que produce la violencia cotidiana en Colombia.
Se trata entonces de iniciar la búsqueda de otros caminos para crecer en nuevas masculinidades,
permitiendo que los hombres se atrevan a ser humanos, simple y sencillamente humanos;
humanos que quieren de verdad y que pueden relacionarse con las mujeres en condiciones de
igualdad, que acarician y se dejan acariciar, que se permiten sentir, que se permiten consentir entre
amigos, que se permiten jugar cercanamente con los hijos, no importando su edad, etc. Hombres
humanizados que puedan disfrutar de todo su cuerpo, que establezcan la identidad sobre lo que
somos en nuestra totalidad y no sobre formas de comportamiento deshumanizadas y arbitrarias.
Humanos que no sienten menoscabada su identidad por el hecho de quitarse de encima el modelo de
hombre que a todos y a todas nos ha llevado a la guerra contra la vida y contra nosotros mismos,
contra los afectos y la expresividad, contra los propios seres queridos que muchos hombres dicen
amar.
La apuesta es por las múltiples facetas de la paternidad:
© Paternidad que habla: Que se comunica, que expresa sentimientos, que puede decir “te amo”
muchas veces y siempre.
© Paternidad que mira: Que no esquiva la mirada directa, que de deja ver desde adentro y que
por eso puede mirar hasta adentro de los corazones.
© Paternidad que toca: Que es capaz de caricias sanadoras, acogedoras, respetuosas de límites,
de dar masajes, de hacer cosquillas, de tomar de la mano, de abrazar. Una paternidad que
acariña, que acaricia con cariño.
© Paternidad que escucha: Que así como puede tener el don de la palabra, tiene el de la escucha,
el de oir sin condenar, sin juzgar, sin culpabilizar. Escucha sanadora porque permite que las
hijas y los hijos, en el intercambio, descubran sus respuestas.
© Paternidad que juega: Que se divierte, que goza de los hijas y de las hijas porque disfruta su
cercanía, sus pilatunas, sus “a que no me alcanzas”, sus carcajadas, sus besos llenos de babas.
© Paternidad que ríe y que llora: Que expresa libremente sus emociones, y que cuando son las
del descontento o la rabia, sabe expresarlas y darles salida sin que sus hijas e hijos deban cargar
con ellas ni en su corazón ni en su piel.
© Paternidad de “tripas”, de vientre: Que tenga la capacidad de sentir desde su adentro, y de
palpitar con los pálpitos de sus hijos e hijas, que pueda sentir en su cuerpo lo que a los hijos e
hijas les duele, les alegra, les preocupa, les indispone.

En fin, paternidad de corazón y de piel.

Bogotá, junio 2007.

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1 Pedagogo. Postgrados en Educación. Líneas de trabajo: Habitantes de la Calle, y Género –
Masculinidades. Presidente del Colectivo Hombres y Masculinidades. Presidente Campaña del
Lazo Blanco de Lucha contra la Violencia a las Mujeres – Bogotá. Actividad laboral con: Entidades
Naciones Unidas (PNUD, OIM, ACNUR), entidades estatales (Secretaría Gobierno, Bienestar
Social), entidades privadas (Fundación Restrepo Barco, Corporación Extramuros, Diakonía-
Suecia), entre otras.

Fuente: http://www.masculinidadescolombia.com

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