Incluso los gangsters tienen alma – Miller´s Crossing (1990)

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Miller´s Crossing es, como otros tantos filmes de cine negro, una historia sobre los límites de la moral y lo que criminales y malhechores le deben a otros. Si nos ponemos a pensar, las mejores películas sobre el crimen organizado y/o basadas en la novela negra (desde Scorsese hasta Leone, de Billy Wilder hasta las adaptaciones de Hammet y Chandler) son, en el fondo, fábulas morales perspicaces, historias sobre el cómo actuar colisiona con el cómo se actúa: historias de carácter, crisis de identidad, conflictos de rol, tensiones por honorabilidad y, sobre todo, crisis espirituales. El cine de los hermanos Coen, una reinvención cínica y cercana al absurdo de la novela negra, y con una obsesión con desencuadrar los supuestos del cine policial, se ha construido casi en su totalidad a partir de estas cuestiones. Ningún personaje parece escapar del vaivén moral y sus consecuencias. Cuando la muy embarazada Marge Gunderson en Fargo (1996) está a punto de rendirse en su búsqueda del secuestrador de Jean Lundegaard (que resulta ser su torpe y bobalicón esposo, Jerry), un paso en falso en el encuentro con un viejo amigo -que finge otra vida para impresionarla – le lleva a la corazonada necesaria para resolver el caso. En No Country For Old Men (2007) un golpe de codicia desata una feroz cacería a cargo de un despiadado criminal con su retorcido sentido de la moral y la justicia.

La lección es bastante sencilla: un quiebre del espíritu, un paso en falso en la performance social, un desvío de la norma, es suficiente para desatar el caos moral y, sobre todo, el efecto en cadena que condena a sus protagonistas, lo que suele darse de la manera más hiperbólica posible. No sería descabellado pensar en los hermanos Coen como moralistas. Es común que en sus historias -inquietantes, sangrientas y con muchos muertos apilados al final-, quede con vida el personaje incorruptible, el protagonista de buen corazón y moral incontestada. Marge Gunderson sobrevive a la investigación en Fargo y mira con horror los intensos efectos de la codicia y la manipulación de las personas a su alrededor. En el epílogo de No Country For Old Men, el retirado sheriff Ed Tom Bell, ileso luego de la cacería humano que desató un maletín lleno de billetes, admite con culpa y frustración que ya no conoce este mundo, y que es incapaz de comprender la crueldad a la que se ha enfrentado toda su carrera. Los Coen puede ser moralistas, sí, pero nunca desde una mirada de esperanza: estos personajes sobreviven solo para atestiguar los daños irremediables a su alrededor, para aceptar, con horror e impotencia, que su cruzada moral no podrá salvar a los otros.

No existe un personaje así en Miller´s Crossing, quizás uno de los principales motivos por los que la película no tuvo el impacto de Fargo o No Country For Old Men, a pesar de la astucia de su libreto y el detalle de su puesta en escena. En este film de cine negro ningún personaje termina incorrupto y ninguno puede aducir de haberlo sido antes. Todos están manchados y casi siempre son despreciables. El protagonista, Tom Reagan, consejero de un mafioso irlandés en una ciudad desconocida, es el mejor ejemplo. A pesar de que su jefe es bueno con él y confía en su palabra, él actúa de forma cruel e indiferente ante sus demandas, y se acuesta con su mujer, Verna Bernbaum, lo más cercano a una femme fatale en el film. Reagan es frío con ella, incapaz de demostrar el afecto que, según queremos creer, genuinamente tiene por ella. Cuando las tensiones entre mafias rivales aumentan, no sabemos de qué lado está el protagonista. Reagan parece acomodarse según vaya las cosas, sin ningún compromiso serio, ni siquiera consigo mismo.

Algo parecido sucede con los otros personajes, casi igual de impenetrables que Tom. Verna parece incapaz de decidir por sí misma o romper su relación con el mafioso y su amante. El jefe de la banda rival, Johnny Caspar, en una brillante interpretación de Jon Polito, es un hombrecito inseguro y deseoso de hacerse respetar sin importar a quién sacrifique en el camino. Su segundo al mando, el gigante Eddie Dane, se ha acostumbrado a abusar de su poder y es mucho más despiadado que su jefe. Y, entre tantos criminales y embusteros, destaca Bernie Bernbaum, hermano de Verna, un corredor de apuestas escurridizo y manipulador, motivo de la disputa entre Caspar y la banda rival, incapaz de mantenerse fiel a nadie y siempre dispuesto a mover los hilos mientras evade todo riesgo. Irónicamente, el personaje más decente del film es Leo O´Bannon, el jefe criminal de la facción irlandesa y jefe de Tom, un gentil mafioso que funge como figura de autoridad para su consejero, e interpretado con maestría por Albert Finney en una interpretación contenida y muy convincente.

Aun con estos límites sobre los personajes, Miller´s Crossing se torna una experiencia fascinante. Esto se da, en primer lugar, por lo que hacen y, sobre todo, por cómo lo hacen. Por algún motivo los guiones de los Coen durante los 90 se hicieron cada vez más densos e impenetrables (pensemos, si no, en la ambigüedad entre realidad y fantasía en Barton Fink -1991-, o la complejidad absurda en The Big Lebowski -1998-), y Miller´s Crossing debe ser el más difícil de todos: los personajes maquinan sobre planes que desconocemos, hablan sobre personajes que todavía no han salido en escena o que nunca lo harán, y distintas historias se cruzan sin razón aparente. Esta densidad, sin embargo, es una ventaja y no un problema, porque, una vez más, no importante el qué están haciendo, sino el cómo. Casi todos los personajes, en algún momento, manipulan al otro. Se guardan información, dan pequeñas pistas, desvían la atención, y juegan al filo con su credibilidad. En la película importan mucho el espacio y el tiempo: para que cierto truco funcione la persona debe estar en el lugar adecuado a la hora precisa. Todos los personajes juegan su propia ruleta rusa, aún si no sabemos muy bien por qué.

Siempre me ha parecido muy alentador cuando personajes de un film pueden ser más inteligentes de lo que otros personajes (y la audiencia) creen que son. Todos los elementos en Miller´s Crossing están pensados para dejar esa impresión en la audiencia. Los personajes hablan rápido, son cínicos, cómicos, irónicos, responden con facilidad a un ataque con otro, manipulan el lenguaje a voluntad, echan mano a modismos de la época de forma creíble y acertada. Manipulan como hablan y hablan como manipulan. El guion de los Coen recoge las obsesiones del cine negro, sobre todo su lenguaje vernacular, y permiten diálogos violentos y ágiles a pesar de la ambigüedad de la trama y los personajes. Puede ser bastante cómodo pasar tiempo con personajes que se dedican a planificar, maquinar, traicionar y pelearse por horas si es que dicen algo que nos resulte interesante y si lo dicen con suficiente vulnerabilidad y convicción.

Aquí es dónde el dilema moral de Miller´s Crossing enriquece el film. Estos son personajes despreciables y cínicos, sí, pero todos tienen un código. Un código compartido, un set de valores y asunciones morales entre unos y otros, y, para nuestra sorpresa, suelen cumplirlo. A pesar de la traición de Tom, Leo decide perdonarle y dejar las cosas en tablas entre ambos. Tom, a punto de asesinar a un malicioso criminal en el cruce de Miller que da nombre al film, tiene un cambio de corazón y le perdona la vida. Johnny Caspar exige respeto y, sobre todo, un trato justo a su banda. Verna tolera que su amante cace a su hermano con tal de que su novio mafioso lo proteja. Los Coen astutamente dejan que cada personaje insista en su propio código, se lo exija al resto y, en el cierre, tenga que quebrarlo -pero solo a medias- para seguir con vida. A diferencia de otras fábulas morales suyas (en las que, igual con claroscuros, era la clara la diferencia entre héroes, antihéroes y villanos), Miller´s Crossing hace exactamente lo que sugiere su título: hace que los personajes crucen una línea y otra, pero, a la vez, hace que vuelvan a sus propios valores y principios como una forma de reclamar su propia identidad.

Ayuda, por supuesto, que, como el film negro más arquetípico que han filmado los hermanos, Miller´s Crossing, desde la fotografía y la dirección de arte, su diseño sea bastante estimulante. Es cierto que el film suele caer en la hipérbole al concebir este mundo de mafiosos, a veces hasta la parodia, pero el resultado sigue siendo memorable. Las escenas en el cruce, con una cámara que se rinde ante lo impenetrable del bosque; la confrontación entre Tom y Verna en decorados saturados de color y un uso intoxicante de la iluminación, propio de los años cuarenta; el uso claroscuros en la confrontación final. Esto es notable, además, en la mejor escena del film, con música irlandesa a todo volumen y un Albert Finney cargado con una escopeta, caminando entre las balas perdidas de sus atacantes, una escena que los Coen sacan adelante gracias a ingeniosos trucos de cámara. Y luego dicen que el trabajo de gánster no tiene clase.

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Acerca del autor

Anselmi

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