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Desde un inicio, es importante precisar que no nos situamos con neutralidad ante la realidad juvenil. Ello dado que el mundo juvenil no es una realidad “naturalmente objetiva”, sino íntimamente vinculada a la sociedad. Es por ello, como refiere Uriarte, el marco social debe de estar siempre presente en el análisis sobre la realidad juvenil (2011, pág. 9). De esta forma, a fin de abordar el tema “juvenil”, el diálogo juventud-sociedad, se constituye en el marco y en una condición.
¿Qué es ser joven? ¿Qué rasgos los identifican? ¿Joven se relaciona únicamente con un margen de edad? Este ensayo brinda ideas que responden a estas preguntas. Los estudios acerca de juventud y los organismos internacionales, dentro de la llamada cultura occidental, coinciden a ubicar a la juventud entre 15 a 29 años. Sin embargo, la definición de lo “joven”, es más compleja de lo que parece ser.
¿Por qué detenerse en la definición de joven o juventud? Siguiendo a Marco Bazán (2005), existe una relación directa entre el concepto, visión o imagen que se tenga sobre los jóvenes, a partir de la categoría “juventud”, con la forma de tratarlos, roles sociales asignados, impuestos y/o negados a ellos. Por ello, es importante “… quebrar y reconstruir semánticamente lo que se entiende por juventud…” (Bazán Novoa, 2005, pág. 80), a fin de hacerla más coherente con el rol social y político, y la autenticidad de los propios jóvenes. Sin embargo, es necesario reconocer que definir “juventud” es complejo. Más allá de ser un término polisémico, existen aproximaciones las cuales han intentado definirla, desde sus propias perspectivas.
Ser joven, desde los adultos
Ser joven, como rol cultural, se define a partir de lo que se asume como el ideal adulto. Y ¿cómo es un adulto?, ser adulto, según Bazán (2005, pág. 76), es ser capaz de asumir responsabilidades sociales, con una madurez y experiencia suficiente, luego de un periodo de preparación. A partir de ello, a los que bordean este período son “pre maduros o sub adultos” o “post responsables”, luego de tal período.
Este rol social encuadra a los jóvenes y a los propios adultos. En otras palabras: “Si un joven hace y se comporta según el modelo de adultez se le incorpora como adulto y si no logra actuar, expresarse y/o comportarse según la adultez, se le margina; bajo cualquier circunstancia la “unidad de medida” es lo concebido como adultez, inclusive para controlar al propio adulto real” (Bazán Novoa, 2005, pág. 77). Definitivamente, forzar una forma de ser y comportarse según ese “adulto ideal”, estandariza irrealmente a jóvenes y adultos, restándoles toda la vitalidad, diversidad y autenticidad a ambos grupos sociales.
De esta forma, tanto adultos como jóvenes tienden a definirse socialmente según esta concepción adulto céntrica de la juventud. El joven se define como un futuro adulto, o se presume que la adultez es la plenitud de la vida natural y social (Bazán Novoa, 2005, pág. 78). A partir de esto, se concibe a la juventud como un tiempo de espera, un espacio vacío, un mientras tanto, previo a, dado que se asume que el joven aún es un ser en proceso de ser persona, ciudadano, un ser NO realizado. Esta definición excluye a los jóvenes en asumir un rol ciudadano y responsable, siendo ello asimilado como parte de la autoimagen de los propios jóvenes, y por los mismos adultos. Por ello, se dice que existe un paradigma de referencia adulto céntrico, el cual caracteriza y condiciona a los jóvenes.
La anterior descripción de joven, presupone una uniformidad de “joven”, dentro y fuera de la sociedad occidental. Así como asigna categorías de “irresponsabilidad, vivir un proceso, estado de limbo o preparación”, a la juventud, restándole posibilidades a ejercer un rol activo en su sociedad.
Ser joven desde el “juvenilismo”
Existen comportamientos, roles e imágenes de juventud, asociados a la virilidad o energía para desenvolverse (relacionados directamente con la capacidad física corporal), la ausencia de responsabilidades, y el idilio de la existencia social (Bazán Novoa, 2005, pág. 78), pero sin una capacidad social y política. Por ello, se acusa a los “no jóvenes” como carentes de estos elementos; y a los jóvenes, como poseedores de esas características.
Desde el juvenilismo, los jóvenes son un sector sobreprotegido, sin una práctica de los procesos sociales y políticos. Como acusa Sandro Venturo en su obra “Contra Juventud”, se les reduce a prácticas meramente lúdicas, corporales, artísticas y/o religiosas. Se puede reconocer, en esta y en la anterior aproximación al concepto de juventud, una aproximación idílica, paternalista e irresponsable hacia los jóvenes, principalmente en su relación con su entorno socio político, y aún hacia sí mismos.
Juventud como una realidad culturalmente construida
Joven pertenece al lenguaje habitual, pero no un concepto que describa una realidad homogénea, biológica e intercultural, no es una realidad que es universal en el espacio y en el tiempo, no es una realidad “connatural” (congénita, propia) al ser humano. Joven es una realidad heterogénea, condicionada con el tipo de cultura y contexto social en el que se ubica (Uriarte, 2011, pág. 16). De esta forma, ser joven, es una realidad compleja y plural, en que es difícil identificar denominadores comunes y permanentes. Joven es una categoría cambiante, en permanente tránsito, plástica en las formas en que puede tomar, por ello, es difícil hacer una foto de conjunto de la juventud. Es por ello, que no existe juventud, sino jóvenes, dado que ser joven es una categoría social, y la juventud, no está presente en todos los grupos humanos, es una realidad culturalmente construida.
Variaciones culturales de la juventud
Ser joven tiene un profundo contenido cultural y social, cargado de significado, el cuál no permanece en el tiempo, sino que cambia. Antes ser joven se relacionaba con rebeldía y búsqueda de una cultura alternativa, a comienzos del siglo XXI, ese significado ha pasado a ser marginal. En la actualidad, ser joven se relaciona con la capacidad de gozar y de tener experiencias que evidencian el sentimiento de libertad personal y de disfrute, vinculado a una sociedad de consumo (Uriarte, 2011, pág. 19). Cabe la salvedad, que ello está presente principalmente en el mundo occidental, no en sociedades que viven en condiciones de supervivencia.
La juventud sólo existe en una sociedad en la que no coincide el acceso del individuo a la vida social adulta en el momento en que tiene condiciones físicas y biológicas para realizarlo (Uriarte, 2011, pág. 18). Ese período de antesala a la edad adulta es una construcción cultural, principalmente propia en las sociedades que surgen luego de la revolución industrial. Uriarte platea dos condiciones para el surgimiento de la juventud propias de lo occidental: primero, al ser sociedades de conocimiento complejo, se requiere preparación para incorporarse al mundo laboral, dado que no es suficiente con la fuerza física; y segundo, la sociedad occidental, posee suficiente excedente como para sostener una población pasiva en etapa de preparación. Es por ello que dadas estas condiciones, es posible el surgimiento de la categoría juventud en la sociedad occidental.
La etapa de juventud en la sociedad occidental tiende a expandirse por su límite inferior y superior. Es interesante la apreciación de Uriarte (2011, pág. 18), cuando describe que la entrada a esta etapa en la sociedad occidental se realiza antes, debido a la influencia de los medios de comunicación y de un tipo de familia que se amolda a las circunstancias y desarrolla actitudes y comportamientos muy tolerantes. Asimismo, la salida de esta etapa, tiende a alargarse de forma indefinida. Ello debido al acceso al mundo del trabajo y la precariedad del mismo, junto con el retraso en formar la propia familia, la valoración del espacio de la noche y de la fiesta. Todo ello hace que la entrada al mundo adulto se demore cada vez más.
En este contexto, la juventud es un espejo social con cierta capacidad de reacción y de novedad. En otras palabras, los jóvenes son protagonistas con cierto grado de iniciativas y víctimas de un contexto que ellos no han generado. Ahora cobra sentido, la tira de Quino, el cual coloca a Mafalda entre dos personas entradas en años, y que ante el comportamiento juvenil, no pueden más que expresar “esto es el acabose”, a lo que Mafalda comenta con mucha agudeza: “no es más que el continuose de lo que ustedes comenzaron” (Uriarte, 2011, pág. 21). Por eso, el mundo juvenil es uno de los lugares donde la sociedad se mira a sí misma, aunque sea a contraluz, un lugar social donde se reflejan las características, contradicciones, anhelos, expectativas y frustraciones que vive la sociedad en su conjunto, un espejo de la sociedad a la que pertenece. La juventud se ubica en una sociedad, la cual la condiciona.
A pesar de la variabilidad de la juventud, aún en la sociedad occidental, se pueden identificar tres rasgos de tipo socio cultural evidentes en la juventud, los cuales pertenecen al conjunto de la sociedad. Ello son: la postura ante el cambio social; el proceso de subjetivación o individualización; y la primacía de la experiencia, como eje articulador de valores y comportamientos.
La postura ante el cambio social
La juventud ha renunciado a hacer cambios estructurales en el funcionamiento de la sociedad, pero sobrevive un estereotipo que identifica a la juventud como una fuerza transformadora de la realidad, inconformista y rebelde. En este sentido, un estudio acerca de los jóvenes por el sociólogo Martín Serrano (1994), describe la historia de los cambios de mentalidades de los jóvenes españoles entre 1960-1990. El estudio muestra la aparición progresiva de tres mentalidades: la primera, se concibe como una generación utópica. La cual evidencia confianza en sí misma y piensa que el cambio en la sociedad pasa por el compromiso personal. La segunda mentalidad, toma mayor conciencia de los condicionamientos sociales y se centra en las estructuras sociopolíticas; y finalmente, ésta es reemplazada por una generación caracterizada por el “pasotismo”, o el enfoque en su propio mundo.
Otro estudio sobre la juventud española, realizado por Juan María González – Anleo (2010), acerca de los valores que caracterizan a la juventud actual, refiere que son rebeldes y consumistas. Esta calificación no denota un sentido negativo desde los propios electores, y se conjuga con el consumismo. Explicando mejor el término, el consumidor rebelde no duda en romper con las modas vigentes, con los gustos estéticos y las tendencias de ocio establecidas, aportando a la rotación consumista. En otras palabras, se sostiene en el mito de la individualidad, el cual consiste que el consumo nos hace diferentes, incluso únicos (Anleo, 2010, pág. 7).
En esta postura ante el cambio social, se carece de una crítica al sistema, más bien existe un acomodo e incremento a éste. Los jóvenes no muestran una distancia crítica ni una disconformidad con el modelo de vida de las actuales formas de capitalismo. Se muestran bastante satisfechos metidos en las redes y valores de consumo, en cuyas contrariedades los niños y las niñas – como generación posterior – socializan desde muy temprana edad. De esta forma, se busca entrar en el entramado socio-económico, no para transformarlo, sino para seguir disfrutando de los niveles de bienestar que conocen (Uriarte, 2011, pág. 37). Sin embargo, se reconocen también grupos minoritarios críticos al sistema de consumo e individualismo, pero no opacan a la mayoría.
El proceso de subjetivación o individualización
En el proceso de subjetivación o individualización, las personas jóvenes son víctimas y sujetos. Ello se enmarca en un proceso de cambio que se acelera, más que se estabiliza, en el tiempo. Sin embargo, aunque todo se acelera más, cada vez se disipan las metas hacia las cuales tiende la humanidad, asistiéndose a una crisis de metas claras y compartidas (Uriarte, 2011, pág. 40). Evidencia de este proceso de aceleración es que la radio necesitó treinta y ocho años para alcanzar cincuenta millones de usuarios, Facebook ha llegado a cien millones de usuarios en tan solo seis meses (Uriarte, 2011, pág. 40).
¿En qué se caracteriza este proceso de subjetivación o individualización? Éste un proceso socio cultural en que las personas en sociedades contemporáneas occidentales tienden a desvincularse de manera progresiva y acelerada, de las pautas culturales de comportamiento constituidas institucionalmente, tendiendo a constituir su propia subjetividad como criterio y principio legitimador de su comportamiento (Uriarte, 2011, pág. 41). De esta forma, el centro o razón de la actuación personal se legitima menos en motivos de razón social – lo que es bueno o útil para la colectividad – y adquiere progresivamente más fuerza la motivación de la autorrealización autónoma, es decir, es legítimo aquello que la persona juzga como bueno para su desarrollo personal, en la medida en que no impide a nadie hacer lo mismo. Por ello se plantea un nuevo modelo de sociabilidad, la deconstrucción del sentido articulado y compartido, y la emergencia de una heterogeneidad y fragmentación de éticas individuales, lo cual nos sitúa en un contexto de riesgo e incertidumbre.
El relativismo y el individualismo son expresiones éticas de este proceso de subjetivación. Ello influenciado por los cambios tecnológicos, principalmente en tres ámbitos decisivos: las formas de socialización, la relación y comunicación humana, y las formas de comprender y estructurar la realidad. Actualmente ante los clásicos agente socializadores como la familia, escuela e iglesia, aparecen nuevos agentes, como los amigos y compañeros, la televisión, la radio, música, internet, bajo el influjo de corrientes y modas efímeras. El gusto por la lógica y la estructuración del lenguaje va siendo marginado por la agilidad de la imagen, de lo simbólico. De esta forma, el mundo emotivo se desarrolla con mucha fuerza, desplazando a la reflexión crítica o al argumento coherente.
En este contexto, tomando las ideas de Uriarte, la juventud no ha elegido el mundo en el que ha nacido y se está socializando, forma parte de él; lo sufre en sus carencias y límites, y lo goza en sus posibilidades.
“…es un mundo que lo remite al gozo del presente sin necesidad de hacerse muchas preguntas de consecuencias y de futuro; pero esto mismo genera una inmensa sensación de angustia ante lo que es permanentemente inseguro y cambiante” (Uriarte, 2011, pág. 46).
La primacía de la experiencia, como eje articulador de valores y comportamientos
Finalmente, otro rasgo de la juventud actual es la preponderancia de la experiencia inmediata, como referente de adquisición y aproximación de la verdad. La influencia de la tradición y de lo heredado va perdiendo fuerza y significado en relación con lo que cada individuo va viviendo y eligiendo (Uriarte, 2011, pág. 52). La realidad se define con percepciones que se caracterizan por la relacionalidad (autonomía, variedad e interactividad), emotividad, inmediatez o afectividad, imágenes ágiles, llenas de colores, un mundo audio visual, provocativo, atrayente, cambiante, el cual está constantemente reclamando la atención y dedicación de la persona. De esta manera, la forma de razonamiento ya no es lineal, lógica, siguiendo los pasos de la deducción; sino es rápida, visual, intuitiva, a partir de lo que se va experimentando, lo que se siente, produce emoción, lo que activa el mundo afectivo. Se habla de la cultura liquida, donde todo es fluido, flexible, variable; donde va desapareciendo la permanencia, la continuidad y la búsqueda de lo esencial.
Desde lo religioso, se trata de una religiosidad a la carta que toma de aquí y de allí sin necesidad de generar concordancias lógicas, dado que el criterio no es la racionalidad, o el sometimiento a una determinada autoridad, ni la preocupación por coherencias esenciales, la clave es el mundo afectivo, lo emotivo y el sentimiento (Uriarte, 2011, pág. 53) .
Cabe mencionar que la experiencia no es un proceso mecánico de representación de la realidad, se trata de un camino de interpretación e interiorización de la realidad siempre inacabada y siempre necesitada de mayor reflexión. La experiencia es una vivencia, la cual forma parte de la experiencia, la cual es el marco desde el que resulta interpretable. La experiencia es una forma de comprender el mundo y de situarse en él, asociada a un momento concreto de la historia, un contexto de cultura específica, en una determinada sociedad. En palabras de Uriarte (2011, pág. 49), la experiencia es al mismo tiempo un horizonte hermenéutico personal y social.
A manera de conclusión
Hacer un retrato de la juventud es complejo y utópico, a pesar de contarse con buenos estudios que se van actualizando y que van dando cuenta de los rasgos, mayormente cambiantes, que se reflejan en la juventud. Una definición de juventud es compleja dado que debe de considera el marco social en el cual se desarrolla la juventud, y que asimismo, la condiciona.
Aún está vigente el desafío de construir una definición y tratamiento a la juventud como ciudadanos plenos, con capacidad de actoría protagónica, pero a la vez sensata y realista, a fin de optimizar las capacidades de los propios jóvenes. Ese concepto, visión o imagen acerca de los jóvenes influenciará en su rol asignado y/o negado en la sociedad. Debiéndose tomar distancia crítica a la definición adulto céntrica y juvenilista, las cuales resta posibilidades a los jóvenes, para ejercer un rol activo en su sociedad.
En este esfuerzo por aproximarnos a lo que es la juventud, se requiere reconocer que ella es una realidad cultural construida en la sociedad occidental, y no connatural al ser humano, permanente en el espacio ni en el tiempo, sino que es compleja y plural. Ello nos brinda una posibilidad, que al ser construida es capaz de ser amoldada y/o reorientada hacia roles saludables para los propios jóvenes y el bienestar social.
Finalmente, los tres rasgos de tipo socio cultural reflejados en la juventud: la postura ante el cambio social; el proceso de subjetivación o individualización; y la primacía de la experiencia, como eje articulador de valores y comportamientos, nos brindan una aproximación a lo que es la juventud en el siglo XXI, dejando desafíos en el desarrollo de la fe y en su rol ciudadano activo en su comunidad.
Referencias
Anleo, J. M. (2010). Los valores de los jóvenes y su integración socio política en jóvenes españoles. Madrid: Informe de la Fundación Santa María.
Bazán Novoa, M. (2005). Protagonismo social de la juventud. Lima: Instituto José Cardijn – IPEC.
Serrano, M. (1994). Tres visiones del mundo para cuatro generaciones de jóvenes. Historia de los cambios de mentalidades de los jóvenes entre 1960-1990. Madrid: Instituto de la juventud.
Uriarte, L. (2011). Jóvenes, religión y pastoral. Mundos juveniles, transformaciones socio-culturales y referencias religiosas. Madrid: PPC. Editorial y distribuidora SA, Impresores.
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