El tiempo pasa y la situación de la educación chilena se hace crítica

Ya se esta por perder un año completo de educación en Chile. A nosotros en el Perú nos pasó a fines de los 7, el 78 si mal no recuerdo, la huelga magisterial paralizó la educación básica por aumentos de salarios. El Estado daba “clases” por el canal público, se aprobó a todo el mundo una vez concluyó el paro y terminó una generación con un año menos de estudio. La población apoyó de diversas maneras, pero con la idea de que al aumentarle a los maestros el salario mejoraría la educación, pero eso no pasó. De allí en adelante hemos caminado dando trompicones, hemos copiado la mitad de las recetas y no hemos obtenido mucho. Hoy parece estar claro lo que no queremos, pero falta saber lo que queremos.

Hoy en Chile la cosa pinta distinto. Hay insatisfacción por la mala calidad de la educación y por el enorme costo para educarse en la educación superior. Este costo deja además al descubierto la injusticia de vivir en un país donde la desigualdad es de las más altas de latinoamérica, mayor que la del Perú cuando menos, donde se prefiere proteger al sistema financiero aumentando los intereses que a las familias que se endeudan para obtener educación.

Que otra cosa podía pasar si en lugar de ajustar a banqueros y empresarios, que en definitiva son responsables de la crisis, se ajusta a los estudiantes y sus familias. Los estudiantes no se quejan de la calidad de la educación que reciben cuanto de que no todos puedan recibirla.

Las encuestas muestran que el tiempo debilita al movimiento. Así a pesar de contar con un apoyo significativo este ha disminuído. Según Adimark “Un 67% dijo estar “de acuerdo” con las demandas de los estudiantes, 12 puntos menos que en septiembre pasado (79%). Las personas que dicen estar en desacuerdo con las demandas de los estudiantes aumentan en 10 puntos y quedan en 24%.”

Para mayor información, adjuntamos los comentarios de Patricio Fernandez publicados en El País sobre este asunto.

El tema de la Educación Chilena se halla en un Pantano
Por: Pfernandez | 07 de noviembre de 2011

La semana pasada se cumplieron seis meses desde que el movimiento estudiantil chileno salió a la calle. En lo sucesivo, no ha dejado de hacerlo. El petitorio se resume en la pancarta “Educación Pública de Calidad para Todos”. Saben que no se puede conseguir de golpe, pero esperan señales claras de que el buque navegará hacia allá. Las propuestas abundan, pero las respuestas se hacen esperar. El gobierno no ha podido encontrarle todavía un camino de solución al conflicto. No tiene siquiera claridad interna. Se instaló en el tema policíaco.

El Congreso aparece y desaparece en esta historia, y por motivos tan diversos como anecdóticos. Recientemente, Camila Vallejo, la dirigente más visible del movimiento, aseguró que no confiaban en los acuerdos cupulares a que pudieran llegar los representantes de la derecha y La Concertación, oposición de centro izquierda. (Aquí datos de última encuesta) Descreen de los partidos tal como los ven. Mal que mal, durante la presidencia de Bachelet, aparecieron todos tomados de las manos festejando un acuerdo que, supuestamente, le pondría fin al problema. Así las cosas, salvo que nos organicemos en soviets u otro método de asambleas populares que reemplacen al Estado tal como lo conocemos, no aparecen visos de solución.

Son cerca de 400 los colegios que siguen en paro y 200 los que permanecen ocupados por sus alumnos. Los universitarios que perderán el año bordean los 6000. Más de la mitad de las universidades públicas se hallan en toma y no comenzarán el segundo semestre. La situación continúa, en lo concreto, como ese 28 de abril en que marcharon por primera vez.

Ha pasado de todo y no ha pasado nada. El tema de la educación y la irrupción de ciudadanos apoyando esa causa agudizó el convencimiento de que vivimos en una sociedad enfermamente desigual. La Polar (empresa de retail que cayó tras descubrirse sus cobros de intereses desmedidos a consumidores de bajos ingresos), entre medio, confirmó que reinaba el abuso. Los jóvenes instalaron en la agenda la urgencia de un cambio en nuestro sistema político y la necesidad de aumentar la carga tributaria, con claridad, al menos, para las grandes empresas y corporaciones a las que hoy pertenece un porcentaje desconcertante de la riqueza nacional.

Hablar de una nueva constitución dejó de ser un despropósito. Valga decir que nos sigue rigiendo la misma que se redactó en tiempos de Pinochet de espaldas a la población, y que fue aprobada por un plebiscito trucho (1980), en un contexto altamente represivo y con absoluta ausencia de libertad de expresión.

Es evidente que la democracia chilena requiere un aggiornamento, pero hasta aquí todo es blablá. Ninguna reforma importante en torno a estos asuntos se ha concretado, ni es fácil visualizar el camino que tomarán. Según mi amigo P.V., ejércitos de liceanos (as) y universitarios (as) podrían partir en el verano a reclamar en la playa de Zapallar, el más exclusivo de los balnearios chilenos, -u otros salones de la fortuna-, la parte del botín que necesitan para estudiar.

Si al movimiento no le sueltan algo convincente, nada indica que se detendrá. En caso de tomar vacaciones, regresará descansado el próximo año. Ahora quieren salir, como los canutos o los candidatos, a hacer puerta a puerta por los distintos rincones del país. Explicarle a la gente, cara a cara, en qué consiste esta batalla. Ellos mismos se están encargando de disolver la excusa de la violencia para no dejar oír los cambios que demandan. Si lo consiguen, el gobierno se quedaría sin plan. Ayer, sin ir más lejos, volvieron a reunirse cerca de 50.000 estudiantes con sus familias en el parque Almagro, uno de los más céntricos de Santiago, sin que se produjera ningún tipo de desmanes. ¿Se sabe de alguna nueva propuesta en curso, que no sea para sancionar con fuerza a los encapuchados?

Hasta aquí, es como en la película El Día de la Marmota. Las jornadas se suceden, las huelgas continúan, las asambleas no cesan, declaraciones van y vienen, pero el barco no se mueve. Evelyn Matthei, ex senadora y actual ministra del trabajo, sostuvo tiempo atrás que habría que acostumbrarse a gobernar con marchas periódicas, como si se trataran de música ambiental. Ya son seis meses en que muchos días parecen el mismo día. Es verdad que así son los ritmos de la historia, pero la pequeña política requiere más agilidad. Por el momento se encuentra en un pantano, donde no reina el buen olor.

Puntuación: 0 / Votos: 0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *