El poder de la denominación

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Radical, comunista, extremista, miedo. Esas fueron algunas expresiones sobre el profesor Castillo de las personas de Arequipa y Cusco entrevistadas por Wayka en su video. Sobre la señora Fujimori fueron algo más diversas: ratera, corrupción, engaño, traición, discriminación, robo, mafia, impunidad, lavado de activos, cara dura, esterilizaciones forzadas, blindaje a jueces corruptos, vinculada al narcotráfico, cinismo, peleas familiares, estudió en el extranjero con plata de los peruanos, etc.

La lucha por el poder político es también una lucha simbólica y la manera como denominamos a las personas tiene una carga política real. Según Pierre Bourdieu, el insulto es un acto individual de denominación y, en una situación de lucha simbólica como la que vivimos actualmente, cada quién podría llamar al otro como quisiera o llamarse a sí mismos de la manera que crea conveniente.

Felizmente, para evitar la anarquía, existe el Estado y la retórica oficial. Al respecto, Bourdieu sostiene que, “bien en estado naciente o bien en estado institucionalizado, el Estado se presenta como una especie de reserva de recursos simbólicos, de capital simbólico” y todo actor político individual aspira al monopolio de la denominación que constituye el discurso oficial (Sobre el Estado, Anagrama 2014, págs. 97 y 98).

Lo oficial es lo público y lo público se opone a lo privado. Los encargados de producir el discurso público son agentes del Estado, personalidades oficiales, que representan (mal o bien) a la comunidad y hablan en nombre de ella. Estos agentes oficiales del Estado suelen ser por eso (o deberían ser) muy cuidadosos al escoger el lenguaje que usan.

Gracias al discurso oficial podemos identificar con algo más de objetividad a las personas. Así, sabemos que Fujimori es hija de un expresidente que fue extraditado, juzgado, hallado culpable y condenado a 25 años de prisión por graves violaciones de los derechos humanos. Fue congresista entre 2006 y 2011 y postuló dos veces a la presidencia sin éxito, aunque su partido tuvo mayoría en el Congreso desde el 2016 e influyó en la inestabilidad política de los últimos años. También sabemos que está acusada por un equipo de fiscales del Ministerio Público de liderar una organización criminal para delinquir y que ha estado dos veces en prisión preventiva entre el 2018 y 2020 por una investigación de lavado de activos.

Sobre Castillo sabemos que es profesor de primaria, poblador de una zona rural bastante alejada de Lima –según la opinión de su adversaria política- y dirigente sindical. Como dirigente sindical sabemos, por las investigaciones del exMinistro Basombrío, que durante la huelga de docentes del 2017 tuvo el apoyo de un grupo sindical respaldado por el Movadef. También sabemos que el líder del partido que lanzó su candidatura es Vladimir Cerrón, ex gobernador regional de Junín, quien cumple sentencia de cuatro años de prisión suspendida por delito de corrupción. Más o menos de este modo han venido informando los medios de comunicación extranjeros sobre quiénes son los candidatos presidenciales en el Perú, recogiendo datos y denominaciones del discurso oficial en un intento de ser objetivos.

Además de profesor, campesino, rondero y sindicalista, los entrevistados por Wayka también dijeron que Castillo era nuevo, un cambio, que no tiene antecedentes (penales) y que les genera incertidumbre y también esperanza. De la señora Fujimori no dijeron nada positivo.

Si se va a elegir entre “la corrupta” y “el terruco” se estará eligiendo entre dos insultos, dos apreciaciones individuales subjetivas, es decir, dos simplificaciones de la realidad. Si se hace el esfuerzo de emplear las denominaciones oficiales puede que tengamos una visión más clara y precisa de las personas que podemos elegir aunque no sea necesariamente completa. Ojalá pudiera ser con más esperanza que incertidumbre.

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