El viejo y el mar

El 8 de septiembre de 1952, es decir hace 56 años, la revista Life publicó la obra magistral del estadounidense Ernest Hemingway “El viejo y el mar”e impactó al mundo porque vendió en tan solo 2 días, más 5 millones de ejemplares.
Para Hemingway no solamente representó un pago de un dólar y diez centavos por cada palabra del manuscrito, sino que fue la obra que lo catapultó hacia la fama mundial.

Las buenas noticias aparecieron inmediatamente: 8 días después, la casa editora Scribner puso a la venta la novela y fue tanto el éxito que ese mismo día decidió sacar su segunda edición. Los elogios sobraron: William Faulkner, dijo que con esa novela su autor había encontrado a Dios. Los premios no tardaron en llegar: en 1953 Hemingway fue galardonado con el premio Pulitzer y en 1954 recibió el máximo galardón para un escritor: el premio Nobel de Literatura.

Un premio que pertenece a Cuba

“El viejo y el mar” es un homenaje a la perseverancia, es la lucha por la vida del hombre, relata la historia del viejo Santiago, un pescador que pasa 84 días sin capturar un pez y que ansía volver a la costa con la presa que toda su vida anheló conquistar.
Según el autor fue en el poblado de Cojimar, a unos 15 kilómetros al este de La Habana, Cuba donde obtuvo, en medio de amistosas charlas con los pescadores del lugar, el aprendizaje que le permitió crear al pescador Santiago, el personaje de El viejo y el mar. Personaje que al parecer existió y se llamó Anselmo Hernández. Pero fue Gregorio Fuentes, el timonel de su barco “Pilar”, el testigo que vivió lo suficiente para contar la historia detrás de la novela, quién hace poco murió, pero que vivirá siempre en la memoria de todo aquel que lee el libro.

El escritor nunca ocultó el origen de su historia, inclusive cuando recibió el Premio Nobel declaró: «Este es un premio que pertenece a Cuba porque mi obra fue pensada y creada en Cuba, con mi gente de Cojimar, de donde soy ciudadano».
El argumento de El viejo y el mar tiene su punto de partida en una anécdota real cubana que Hemingway había contado en una crónica periodística, de 200 palabras, en el año 1936, y la hizo novela cuando sintió que podía escribirla.
Hombre, peces y tiburones reales

Hemingway, dijo que su novela no tenía ningún simbolismo: “Traté de hacer un viejo real, un muchacho real, un mar real, un pez real y tiburones reales”, pero añadió: «Cuando se escribe bien y con sinceridad de una cosa, esa cosa significará después otras muchas cosas».

Y entre esas muchas cosas, Mario Vargas Llosa, en su libro “La verdad de las mentiras” encontró el mejor de los simbolismos en la frase emblemática del libro “Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado” . Su historia es triste, pero no pesimista : por el contrario muestra que siempre hay esperanza que, aun en las peores tribulaciones y reveses, la conducta de un hombre puede mudar la derrota en victoria y dar sentido a su vida.

Anécdotas interesantes:
-Cuando la revista cubana Bohemia le ofreció 5000 dólares por su edición en español, Hemingway puso como condición que el dinero se empleara en comprar televisores y otros artefactos para los enfermos del leprosario de El Rincón, en las afueras de La Habana.

-En 1958, la exitosa novela fue catapultada al celuloide, en una película dirigida por John Sturges y protagonizada por el inolvidable Spencer Tracy. En 1990, Jud Taylor realizó un film para la TV con el protagónico del extraordinario Anthony Quinn.

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