Sobre una iglesia católica secuestrada

«La vertu qui a nom humilité est enracinée au fond de la déité»
Eckhart.

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Foto tomada de Toutlecine.com

Al inicio pensé que quizás el título era demasiado avezado: “iglesia católica secuestrada“. Me dije que el artículo hacía referencia a lo que está pasando en la iglesia de Lima, específicamente con un personaje que no me inspira confianza, sino simplemente vergüenza y desazón -porque no entiendo cómo nos pudieron castigar con semejante pastor-. Estoy hablando de Cipriani.

Sin embargo, luego reflexioné, y nuevamente me dije que después de todo, el título no era tan imprudente. Efectivamente, nuestra iglesia está secuestrada… pero por ella misma. ¡La paradoja!

No me siento con los ánimos ni las fuerzas para enumerar las terribles atrocidades que se han cometido en las últimas décadas, las indiferentes miradas cómplices – dentro de la misma institución iglesia – frente a los escándalos de pedofilia ocultados cínica y tenebrosamente por años. ¿Donde está la misericordia? Me parece retorcidamente perverso siquiera tener que mencionar en la misma línea de la misericordia, tanto los escándalos sexuales de Maciel como aquellos actos de corrupción que involucran grandes montos financieros. Es como si hablaramos de la “cosanostra”, de la mafia. ¡Qué vergüenza!

Tampoco tengo las esperanzas para hablar de las jerarquías institucionales tradicionalistas que evitan mirar los signos de los tiempos y lanzarse a la búsqueda fresca y renovadora de Dios en las cosas del mundo de la vida, en los olvidados, en los oprimidos, en los sin-nombre, precisamente aquellos que, se supone, son el fundamento para traer la Buena Nueva de la Resurrección de Cristo.

Me entristezco cada vez que pienso los terribles retrocesos que han habido en los últimos años en la Iglesia de América Latina. Se dejó de trabajar por la justicia y la transformación social, por la inclusión, por la interculturalidad, por la denuncia frente a la actual crisis económica… ¿para hablar de qué? ¿para juzgar a quienes? ¿para discriminar a quien?

¿Qué pasó?

El título no es nada avezado, sino desgarradoramente descriptivo: la iglesia católica está secuestrada.

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