Vuelvo después de días de marasmo emocional a escribir en este blog. Ya no tenía las ganas y ni la energía suficiente pues me dolió en el alma que a mi niño no le haya gustado lo que preparé con tanto cuidado para él. Sentí su rechazo.
Recordé un hecho muy triste. Mamá era bastante guapa y siempre había sido muy fotogénica. Yo nací después de veinte años con respecto a mi hermano, así que él tenía una imagen muy idílica de ella. Él fue perdiendo la vista, pero la recordaba tal como era a los 20, es decir, cuando él tenía cinco años.
Con el tiempo mamá fue cambiando no solo de físico sino también de carácter y de voz. Un día, cuando yo era muy pequeña, ella se tomó una foto, pero no había salido tan linda como solía salir antes. Mi hermano que aún veía, vio la foto y le dijo “Mamá, ya no sales como antes”. Mamá dejó de tomarse fotos. Primer dolor para mí pues me gustaba ver fotos antiguas.
Mi madre tenía una linda voz, ella cantaba tangos. Por eso me sé las letras de aquellos tangos, dado que todas las noches ella me cantaba tangos de la guardia vieja. Mamá tendría unos 42 años, más o menos, estaba cocinando y me estaba cantando un tango…en eso mi hermano, que recordaba la voz de mamá cuando él era niño, le dijo: “Mamá, ya no cantas como antes”. Y ella ya no cantó nunca más. Segundo gran dolor para mí. No saben cuánto odié a mi hermano, pues a mí me gustaba escuchar a mamá.
Hace poco se lo dije, con rencor lo confieso, y le brotaron unas lágrimas de los ojos que ya no ven y que solo tienen en su recuerdo mi imagen de cuando yo era pequeña.
Por eso decidí volver a escribir, y volver a preparar este blog para mi hijo. Y si no le gusta mi post prepararé otros y otros.
Quizá cuando crezca entienda lo que le dolía a mamá y su necesidad de escribir.

1. P.P. Años después mi cólera se revirtió contra mi madre. Ella debió mandarlo al carajo y seguir cantando, y seguir posando ante una cámara para verla envejecer con gracia. Una cosa que no le perdono fue el recluirse cual si fuera una monja y ponermos como excusa: “Cuido a mis hijos”. Se mutiló sexualmente y eso le impedía ver que yo crecía.
2. P.P. Aquí quiero traer a mi memoria a mi adolescente niña, la del piercing en la lengua. Pensé que al hacerse eso se hacía un hueco en el cerebro y no entendía yo que ella tenía uno más grande en el alma.
Escribo también para ella, para que algún día no le haga el reproche a su hermano.

Son otros los personajes, son otras las circunstancias, pero el dolor es el mismo: el miedo de que tus hijos te rechacen si pretendes seguir viviendo.

En honor al recuerdo de Luzmila, Gardel.

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