La desigualdad de la crisis

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La pandemia del coronavirus y su impacto en la salud y la vida de los peruanos, se ha manifestado en diferente grado en todas las regiones del mundo, pero con muchas divergencias dentro de países como el nuestro.

Hay cuatro indicadores relevantes de las secuelas del Covid-19 que nos acompañan en el dolor, la tragedia familiar y en la enorme incertidumbre sobre el futuro. Estos son el empleo y el ingreso, la seguridad alimentaria, el acceso a la salud, y la conectividad digital.

Tres encuestas realizadas por el Banco Mundial en el Perú (uno de los 13 países de América Latina y el Caribe en donde se llevó a cabo el estudio) a inicios del segundo semestre del año último muestran las tendencias: los trabajadores asalariados y con altos niveles de educación pudieron mantener sus empleos mucho más que los no asalariados y los de baja calificación, pero además fueron los hombres en comparación con las mujeres quienes tuvieron mayores oportunidades para conservarlos (74% y 53%, respectivamente). Perú lidera en América Latina la caída del empleo (casi 30%, por encima de Bolivia y Colombia), y debe considerarse que la opción del teletrabajo es el factor crítico para la preservación de la plaza laboral en este escenario de crisis.

En el mismo periodo, el 80% de los hogares encuestados reportaron una caída significativa del ingreso familiar, y en uno de cada cinco hogares alguno de sus integrantes adultos se saltó una de las comidas del día en el último mes. Por otro lado, en uno de cada cuatro hogares alguno de sus miembros no pudo tomar una consulta médica. Y el 34% de los hogares con miembros en edad escolar no tuvieron opción de acceder a los servicios educativos a distancia del Ministerio de Educación por falta de conectividad (Véase el resumen aquí: https://bit.ly/3qVJ52d).

La forma que ha tomado la crisis más allá de la esfera de la salud, ha puesto sobre la mesa un asunto crucial: la desigualdad estructural del que pocos quieren hablar y muchos buscan eludir; sobre todo porque supone un cuestionamiento al modelo del crecimiento económico y de desarrollo en el país y la región.

El problema de la desigualdad no es el largo y dificultoso camino de alcanzar el nivel socioeconómico de aquellos que disfrutan del bienestar, sino más bien la barrera que impone sobre las personas más vulnerables, el desequilibrio de las oportunidades que bloquean los cambios que el Perú necesita, y las élites políticas y económicas que se resisten a la construcción de un país más justo, equitativo y solidario.

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