Archivo por meses: diciembre 2010

La trampa de hielo esquiva

[Visto: 1112 veces]

Los meses lejos de la montaña se van acumulando y se vienen a la mente algunos recuerdos muy claros de algunas escaladas junto a los amigos que dentro de poco podré ver y charlar, como antaño, horas de horas de montañas, de rutas, de sueños, planes y ahora de nuevas anécdotas de las aventuras que ellos siguen viviendo. Estos recuerdos son más recurrentes en estos días pues en este momento estoy recibiendo noticias de ellos en su intento al Aconcagua, si, la montaña más alta de América. Partieron hace un par de semanas en lo que es la primera expedición de un club de montaña peruano a esta montaña. De hecho hay muchos peruanos que han subido el Aconcagua y algún amigo lo ha hecho más de una vez, pero como club es la primera iniciativa y me alegra mucho sean amigos y compañeros de aventuras.

Regreso a los recuerdos y caigo en cuenta que el más vívido es paradójico pues no es un recuerdo de una cumbre lograda o alguna situación muy peligrosa en particular, es el recuerdo de cómo una montaña nos fue esquiva, y lo sigue siendo, tantas veces. Esta montaña es la llamada “Trampa de Hielo”, que sale de la traducción del quechua de su nombre original: Tocllaraju, una mole de 6,034 metros que nos ha dicho tres veces no y a más de uno de mis compañeros se lo ha dicho más veces.

Tocllaraju (6,034 msnm

Tocllaraju – 6,034 msnm (Foto: Hugo C.R.)


La vez que estuvimos más cerca de la cumbre fue la primera vez que la intentamos. Luego de un día de caminata a más de 4,000 metros por la clásica quebrada Ishinka, llegamos con mucha ilusión al campo base a 4,400 metros, partimos al día siguiente al Campo I a 5,200 m, una dura subida porteando equipo para estar al menos un par de días allá arriba: carpas, bolsas de dormir, comida, combustible para derretir hielo o preparar algo caliente, cuerdas, estacas, tornillos y toda la “ferretería” y equipo de seguridad posible para trepar por las dos paredes que eran parte de la ruta normal, por la arista.

Morrena hacia el Campo I

Morrena hacia el Campo I (Foto: Carlos V.)


Como suele pasar a partir de cierta altura, es una noche de sueño ligero que contrasta con el cansancio del cuerpo por el ascenso de ese segundo día. Despertamos como a la una de la mañana para agarrar buen hielo y tener todo el tiempo de mundo en la escalada, hacer cumbre en la amanecida y luego bajar con cautela y mucho tiempo, la idea era estar ya de retorno a mediodía en nuestro campo de altura. Las primeras horas transcurren bien, rampas de hasta 50°, buen ritmo y luego de algunas horas estamos parados debajo de la primera pared, una de 80 metros con una pendiente de hasta 85°, con paciencia y no sin sufrir por lo duro del hielo logramos pasar la pared y salimos a una garganta que la atraviesa un delgado puente de hielo que dudamos mucho en pasarlo, lo hacemos con toda la prudencia necesaria ya que la grieta debajo del puente se ve como una enorme boca oscura en la que la soledad parece haber encontrado su mejor representación. Al pasar el puente empezamos a sentir los primeros destellos del amanecer, el cielo se pinta de colores y todo parece mágico, la vista, el sonido de los crampones, el viento helado cortando nuestras mejillas, todo alrededor empieza a pintarse de blanco y aparece la imponente arista hacia la cumbre.

Pared hacia la garganta de hielo

Primera pared hacia la garganta de hielo (Foto: Juan M.)


Seguimos por la arista, pendientes de nuevo de hasta 50°, nos gana la mañana y llegamos a la segunda pared muy parecida a la primera. El altímetro marca poco más de 5900 metros, nos paramos al pie de la pared, vemos como atacarla saltando la típica rimaya al pie de la pared y de pronto nos damos cuenta de algo, el material que tenemos en nuestras mochilas no es suficiente, nos quedan apenas 4 estacas y dos tornillos, la pared no daba para tornillos y para fines prácticos contábamos con poco material de anclaje. Con Carlos, mi compañero de cordada, nos vemos las caras y vemos la cumbre tan cerca, a tan sólo unos 80 o 90 metros y me dice una frase que nunca olvidaré: “la cumbre o la vida”, nos empezamos a reír de nosotros mismos, nos damos vuelta y nos sentamos viendo el horizonte, a nuestros pies una pared (la ruta directa) de más de 400 metros nos hace ver lo alto que hemos llegado. Nuevamente Carlos me dice una frase muy acertada, mirando ambos el horizonte y todas las montañas, quebradas, ríos y lagunas que se ven desde ahí arriba, me dice: “todo esto vale la pena, la cumbre siempre estará ahí”, unas lágrimas me salen por la mezcla de emociones y respiro hondo.

Descenso al Campo I (Foto: Carlos V.

Descenso al Campo I (Foto: Carlos V.)

Pasan los minutos y nos ponemos de nuevo en marcha, ahora cuesta abajo, decepcionados pero contentos por lo realizado y lo aprendido. De nuevo, no sin sufrir, bajamos la primera pared en un rapel parabólico para evitar una caída de unos 400 metros si es que hacíamos el rapel en línea recta. Con el cuerpo semidestruido llegamos a nuestra acogedora carpa, mientras comemos algo y nos hidratamos hacemos un recuento de la aventura, son como las 4 de la tarde, en total unas 14 horas de ascenso y descenso. Dormimos en el campo alto y al día siguiente temprano bajamos al campo base a encontrarnos con nuestros amigos que se están alistando para subir otra montaña.

Vista del nevado Copa desde el Campo I

Vista del nevado Copa desde el Campo I (Foto: Hugo C.R.)

De todo esto aprendí mucho y viví en carne propia lo que todo buen montañero debe saber: “el primer deber de un montañista es llegar sano y salvo a casa”. Luego de este intento a la “trampa de hielo” lo intentamos dos veces más con Carlos y otros amigos del club, no hubo cumbre aún y en el último intento que hicimos descubrimos por que se le llama Tocllaraju, la trampa de hielo. Eso espero sea parte de otro relato.

Un abrazo montañero a todos,
Hugo

Vista completa del Toclla (Foto: Juan M.

Vista completa del Toclla (Foto: Juan M.)

Sigue leyendo